Todo va a pasar

A veces es dolor y sufrimiento. Otras veces es placer y felicidad. No importa. Todo va a pasar. Nada es para siempre. El tiempo fluye y no se puede detener. No tiene sentido aferrarnos a que las cosas sigan siendo como son. Tampoco tiene sentido ahogarnos en ansiedad deseando que las cosas cambien antes de que llegue su hora de cambiar.

Todo va a pasar. Mañana nada será igual. El universo está en constante cambio y, nos guste o no, esta es una ley universal que ninguno de nosotros puede cambiar. Lo que sí podemos cambiar es nuestro entendimiento de la impermanencia de las cosas. Tenemos que tener muy claro que si estamos a gusto en este momento, esa grata sensación pasará. También tenemos que tener claro que si estamos experimentando dolor, eso también pasará.

Cuando lo tenemos presente, esto es lo más obvio del mundo. Pero la gran parte del tiempo lo olvidamos y creemos que el sufrimiento que hoy no nos deja dormir estará ahí para siempre. También creemos que la felicidad que ahora alegra nuestra corazón nunca se extinguirá. Ambas son falsas expectativas que nacen en nuestro ser por la falta de conciencia con que vivimos.

Todo va a pasar y eso es algo bueno. El universo está en constante expansión. Nuestro planeta gira y se mueve por el espacio. La sangre en nuestros cuerpos fluye. La vida es movimiento, es cambio. Y si la vida es movimiento y cambio, entonces estar vivos significa que todo esto, bueno y malo, eventualmente pasará.

Bajo un cielo lleno de estrellas (la historia de la camisa manchada)

Aún puedo recordar claramente cómo todo se desbarato en el día en que tuve una reunión“crucial” con un cliente muy importante. Ese día que quedó marcado en mi memoria para siempre, fue muy duro. Justo antes de llegar a la oficina en donde todo iba a salir de acuerdo a plan, manché mi camisa. Claro, la camisa tenia qué ser blanca.

Sin haber encontrado alguna otra opción, me tuve que presentar a la reunión con una gran mancha que no solo ensuciaba mi vestimenta, también ensuciaba mi auto imagen, mi autoestima y mi amor propio. Esta mancha fue suficiente para quitarme las ganas de vivir por al menos un par de días.

Exactamente no sé por qué hace una hora que estaba sentado frente al mar, viendo un precioso cielo lleno de estrellas, este recuerdo saltó con tanta claridad a mi mente. Creo que puede ser que ver tan de cerca la majestuosidad de la galaxia y el universo en que vivimos pone en perspectiva lo que son nuestras vidas. Acá estamos todos, parados sobre un pedazo de tierra que gira alrededor del espacio y tenemos la oportunidad de pasar un número infinitamente corto de años acá. Es maravilloso. Conectar con la infinita dimensión del cosmos nos ayuda a poner las cosas en perspectiva.

Esta sensación de asombro y pertenencia a algo tan grande me trajo este recuerdo a la mente por algo. Para recordarme de que no me debo de tomar las cosas tan en serio. Al final del día, todo pasará. Yo pasaré. Es un pensamiento tan liberador. Nunca más volveré a arruinar mi viaje bajo este bello cielo de estrellas solo porque vuelva a manchar otra camisa.

Existe un lugar, yo lo he visto

Hay un lugar en donde el sufrimiento no existe. Hay un lugar en donde todo está bien y en donde el sufrimiento no puede entrar. En este lugar el cielo siempre es azul, las tormentas no existen y la paz se respira desde que se nace hasta el último suspiro que llega antes de morir.

He visto este lugar. Es un lugar real y no es un sueño utópico que creemos que tan solo puede existir en las palabras de esa novela perfecta escrita por un escritor con una gran imaginación. Créanme, este lugar existe y está mucho más cerca de lo que nos han enseñado a creer.

El sufrimiento es una creación humana y fuera de la mente que lo crea el sufrimiento no puede subsistir. Si nos detenemos a contemplar la naturaleza que nos rodea muy pronto nos daremos que en ella el sufrimiento no existe. Su existencia está reservada para los seres humanos que deciden sufrir.

Este lugar, maravilloso y perfecto, en donde el sufrimiento no puede llegar a tomar prisioneros es pequeño, muy pequeño. Es tan pequeño que hasta se podría decir que es imperceptible. Este lugar, aunque existe y es totalmente real, nadie lo puede ver pero todos los pueden habitar. Este lugar del que hoy les estoy hablando está dentro de cada uno de nosotros y todo lo que tenemos que hacer para poder vivir en el es descartar la idea de que necesitamos que el mundo exterior se de esta o aquella manera para que nosotros podamos estar completamente bien en donde realmente importa: adentro.

A veces esperar es la mejor opción

Vivimos en un mundo que insiste, una y otra vez, en condicionarnos a que cualquier cosa que deseemos la debemos tener ahora. Entre la gratificación inmediata que generan las redes sociales, el constante bombardeo publicitario y el acelerado ritmo de vida que llevamos, esperar simplemente ya no es una opción.

Esta falsa sensación de que todo se debe resolver en este preciso instante esta causando estragos en la salud mental de muchas personas. Las noches se vuelven infinitamente largas cuando ni siquiera se puede esperar a que llegue el amanecer.

Son muy pocas las situaciones, fuera de emergencias muy serias, las que requieren ser resueltas de inmediato. De hecho, la gran mayorías de situaciones que una persona debe afrontar en su vida se pueden resolver de mejor manera con calma. Pero no, insistimos en escoger el camino de la premura y la ansiedad. Nos negamos a dejar las cosas ser y sentarnos unos cuantos días a pensar. Actuamos con el único fin de poder sentir la satisfacción de que al menos “hicimos algo” AHORITA. Esto definitivamente no es una manera sana de vivir. Definitivamente, a veces esperar es la mejor opción.

El silencio que habla

Todo el tiempo hay ruido adentro de nuestras cabezas. No importa qué tan recio sea, si no ponemos atención nunca nos daremos cuenta de que está ahí.

Es este ruido el que muchas veces no nos deja pensar con claridad. Es este ruido el que nos confunde y nos genera ansiedad. Es este ruido el que nos habla mañana tarde y noche acerca de todo lo que está mal. Es este ruido el que después de cada fracaso nos grita que no servimos para nada.

Pero hay un silencio muy especial que yace más allá de todo este ruido. Es un silencio maravilloso, tan silencioso que en él siempre se pueden escuchar murmuraos de palabras de sabiduría. Es un silencios que trae consigo paz y tranquilidad, que nos arrulla en sus brazos y nos recuerda que somos algo muy especial.

Hay un silencio que habla, que tiene todas las respuestas y siempre sabe qué decir. No es un silencio vacío, al contrario, es un silencio que está lleno con todo lo que existe en el universo. Es un silencio que si, estamos dispuestos a escuchar que dice, siempre nos servirá de guía en nuestras vidas.

Shhh, calla el ruido. Cierra los ojos. Busca dentro de ti y escucha el silencio que te quiere hablar.

La diferencia entre nadar y ahogarse

Los movimientos que hace la persona que se está ahogando son muy similares a los que hace la que está nadando. Ambas tratan de “jalar” el agua con sus extremidades. Las diferencias son imperceptibles.

A simple vista es muy difícil determinar por qué los movimientos que hace la persona que se está ahogando no funcionan. Frenéticamente trata de desplazar el agua para mantenerse a flote y aún así, después de unos minutos, el esfuerzo habrá sido en vano y se ahogará.

Por el otro lado, la persona que nada, realizando movimientos que son muy similares, fluidamente se desplaza por el agua. El esfuerzo es mínimo, la ansiedad prácticamente no existe y el resultado es la vida.

Esta es una analogía perfecta para lo que la meditación puede hacer en la vida de una persona. Las actividades diarias y las presiones siguen siendo las mismas. Los “movimientos” que se hacen día a día no cambian en nada. Es muy difícil distinguir las acciones de una persona que medita de aquellas de alguien que no.

Pero su experiencia interna es radicalmente diferente. Tan diferente como la diferencia entre la persona que nada y la que se ahoga.

No hay nada de que temer

La mala noticia: Has brincado de un avión sin paracaídas.

La buena noticia: No hay suelo abajo con el que vas a chocar.

Así es la experiencia de vivir. Pasa esto, pasa aquello. Surgen problemas y luego se resuelven. Se pierden cosas y también se pierden personas. Ganamos algunos juegos y perdemos otros. A veces reímos al igual que a veces lloramos. Sin duda alguna, estar vivo a veces se siente como brincar de un avión sin paracaídas.

Lo bueno es que todos esos miedos y ansiedades que vienen de estar en caída libre no están fundamentados. ¿Por qué? Porque no hay un piso abajo con el cual chocar. Las cosas nunca terminan tan mal como creemos. En realidad, no hay nada de que temer.

Los sonidos de la noche

Una vez que el sol se ha ocultado y le ha abierto paso a la obscuridad, todo empieza a cambiar. Llega la noche y con ella el aire se inunda de sonidos que despiertan el corazón.

Basta prestar un poco de atención para poderlos apreciar. Guarda un poco de silencio, deja el celular y ponte a escuchar. Te lo prometo, un mundo maravilloso está esperando por ti.

En realidad no importa en dónde estés. Puedes estar en el campo o en tu casa en plena ciudad. Los sonidos de la noche siempre están ahí para arrullarte como un bebé. Todo lo que tienes que hacer es dejarlos llegar.

Puede ser el soplar del viento por la ladera o el cantar de un grillo en el jardín. También la sirena de una ambulancia o el silencio que solo la noche te puede regalar. No importa en verdad. Hoy por la noche, solo siéntate a escuchar.

Unos minutos al día

La vida se mueve a un ritmo bastante acelerado. La presión puede ser grande. Puede ser fácil perderse en todo lo que se “tiene” qué hacer. Si no tenemos cuidado, podemos pasar demasiado tiempo sin parar.

Tomar unos minutos al día es una buena idea. Estos minutos serán un manantial de energía interior que nos revitalizará una y otra vez. La idea es invertir estos minutos en nosotros mismos.

Algunas de mis actividades favoritas a realizar durante este tiempo son:

  • Meditar
  • Leer
  • Escribir
  • Correr
  • Pasar tiempo en la naturaleza
  • Escuchar podcasts

No importa realmente qué sea lo que cada uno de nosotros decida hacer. Lo importante es tomarnos el tiempo diario y recordar que somos nosotros los que siempre estamos al centro de nuestras vidas. Si nosotros estamos bien, nuestras vidas y aquellos a nuestro alrededor también estarán bien. Tomemonos unos minutos al día.

Ayer soñé que era libre

Ayer soñé que era libre. Me pareció extraño porque ya soy libre. Siempre lo he sido y siempre lo seré. En mi sueño nadaba mar adentro sin preocuparme por lo que vendría después. Era de noche y lo único que tenía para guiarme era mi intuición.

El viento soplaba cada vez con más fuerza y las olas crecían. Y con el crecer de las olas también crecía mi confianza. Sin importar que ocurriera a mi alrededor, sabía que yo iba a estar bien. No había miedo. Nada me podía tocar.

Los últimos destellos de la luz de la luna fueron opacados por grises nubes que amenazaban con desatar una tormenta sobre el mar. Podía ver con claridad lo que estaba por suceder. Y aún así mi alma mantenía un estado de profunda tranquilidad. Recuerdo pensar: “yo soy la calma antes de la tormenta.”

Y así seguí nadando mar adentro. Mi intención no era llegar a ningún lado. No quería encontrar nada en particular. Mi única motivación era seguir experimentando esa sensación de libertad que solo la ausencia de miedo puede generar.

La tormenta vino para quedarse. Vi la muerte directo a los ojos sin parpadear. Mis músculos se quedaron sin fuerza y la marea poco a poco le ganó la batalla a mi cuerpo. A mi nunca me pudo tocar. Mientras el momento inevitable llegaba, mi alma se mantuvo firme. La felicidad nunca me abandonó y el miedo no pudo entrar en mi jardín. Ena ese momento supe que había llegado. Que era realmente libre. Ni siquiera la muerte me pudo perturbar.