Nadie se quiere perder una muy buena ensalada de pollo (el secreto para empezar a recibir más)

La habilidad de pedirle a los demás lo que queremos es un tipo de músculo. Mientras más lo utilizamos, más fuerte se pone. Las cosas que podemos o no obtener están muy correlacionadas con nuestra capacidad de pedir.

Por alguna extraña razón muchas personas crecen con una connotación negativa alrededor del verbo “pedir”. Dependiendo de la situación en que se encuentren, las sensaciones que experimentan al momento de pedir algo pueden ir desde no existentes hasta llegar a una fuerte ansiedad.

Experimentar emociones negativas al momento de querer pedir algo puede limitar severamente nuestra experiencia de vida. Aún así, asumimos que estas emociones están justificadas y llegamos a la conclusión de que es mejor quedarnos callados y ni siquiera preguntamos si lo que queremos pudiera ser posible. Perdemos sin siquiera haber jugado.

Por ejemplo, hace unos días estaba compartiendo con el equipo de Ubiquo y llegó la hora de almuerzo. Todos nos pusimos de acuerdo en a donde ir a comer. Yo lo único que quería era ir a un lugareño donde hubieran ensaladas. Pues resulta ser que en donde paramos NO habían ensaladas en el menú 😠.

Bueno, pues después de revisar el menú varias veces me convencí, “acá no hay ensaladas”. Mientras tanto, el mesero diligentemente iba tomando las ordenes de todos y rápidamente se acercaba a mí. Y yo, sin saber qué jodidos pedir.

Bueno, finalmente llegó mi turno. Todavía no sé porque las siguientes palabras salieron de mi boca pero eso es lo que salió. “Disculpe, ¿Sé que en el menú no hay pero quisiera saber si tendrán algún tipo de ensalada?”

“Sí tenemos, el chef prepara una muy buena ensalada de pollo.”, llegó la inesperada respuesta. —“¿Quisiera ordenar una?”. ¿Que si quería ordenar una? ¡Por supuesto que sí!

En fin, la ensalada que llegó estuvo muy, muy buena. De hecho, he regresado 3 veces a ese restaurante a pedir una ensalada que ni siquiera está en el menú. ¿Quién lo diría?

La moraleja es que si los demás no saben qué es lo que realmente queremos, no nos lo pueden dar. Muchas veces decidimos callar y conformarnos con cosas que no queremos o nos acomodamos con algo que no es lo que consideramos ideal.

Esto nos sucede en el trabajo, en la casa y con nuestras familias y amigos. Al final del día estamos limitando nuestra experiencia de vida por permanecer callados. Creo que esto es vendernos barato.

Los invito a hacer un inventario de todo lo que han dejado de recibir por simplemente no pedirlo. Es cierto, no todo lo que se pide se obtiene pero también es cierto que nada de lo que se deja de pedir se recibe.

¿Se animan a hacer un listado de todo lo que se han perdido por no pedir? Seguro que tan solo leer este listado les fortalecerá el músculo de “pedir”.

Al fin, a nadie le gusta perderse las mejoras cosas en la vida, como las muy buenas ensaladas de pollo que no están en el menú.

Todos somos complices

¡Oh! Qué fácil es culpar y jugar el rol de víctima. Tantas cosas que no queremos en nuestras vidas. Tantas situaciones que queremos que fuesen diferentes. Tantos cambios que quisiéramos hacer. Pero, “No podemos, no hay nada que se pueda hacer. El mundo es taaaan injusto.”

Pero todos estos pensamientos no son ciertos. Tan solo son excusas que nos llevan por el camino que mejor se siente y que nos alejan de cualquier oportunidad de llegar a hacer los cambios que “decimos” que queremos. Todas estas narrativas cuentan nuestras vidas desde el punto de vista más débil que existe: el de la víctima.

El antídoto más efectivo para este veneno que está estrangulando nuestra sociedad por la garganta se encuentra en responder la siguiente pregunta que Jerry Colonna sugiere:

¿Cómo estoy siendo complice de aquello que digo que no quiero en mi vida?

Los supuestos que están detrás de esta pregunta son extremadamente poderosos y nos pueden sacar de una mentalidad de víctima casi de inmediato. No hay nada mejor para sacarnos de estos “berrinches” que responder esta pregunta. Inmediatamente rompe el patrón.

Por mucho que lo queramos pelear, el mundo no es injusto con nosotros. El mundo solamente es, nosotros no le importamos tanto como creemos. Pero esto es una buena noticia porque nos pone en control. Nos recuerda que no somos barcos a la deriva sino que somos agentes autónomos con libre albedrío que siempre pueden controlar sus decisiones y por ende sus destinos.

Nosotros, de alguna manera u otra, hemos invitado aquello que no queremos en nuestras vidas. Lo que sí queremos tambien. Somos cómplices con el mundo de que exista. En el momento que aceptamos esta verdad universal podemos dejar de ser cómplices y empezar a sacar todo lo que no queremos de nuestras vidas.

Una mejor pregunta

¿Qué me va a pasar? es una pregunta que está llena de miedo. Asume que no tenemos injerencia sobre lo qué va a pasar y que de alguna manera somos víctimas de lo que está ocurriendo. Niega la ley de causa-efecto y crea mucho temor.

¿Qué puedo hacer? es una mejor pregunta porque está llena de posibilidades. Nos pone en el centro de la acción y nos fuerza a buscar una solución. ¿Qué puedo hacer? no está construida con miedo, esta construida con valentía y responsabilidad. ¿Qué puedo hacer? es la pregunta que nos debemos hacer para encontrar el camino hacia adelante.

La manera más simple de hacer que algo mejore

Las iniciativas nunca escasean en las organizaciones. Siempre hay un empuje para mejorar esto o aquello. En todo momento hay algo que alguien quiere que se haga de mejor manera. Con esta abundancia de procesos, estrategias, modelos y tácticas por mejorar tan solo se puede decir que hacer que un equipo logre esas mejoras es una victoria extremadamente importante de ganar.

¿Y qué hacer para lograr que algo mejore? Dos cosas principalmente: medir obsesivamente lo que se quiere mejorar y hacer las preguntas correctas.

“Lo que no se mide no se puede mejorar”, solía decir Peter Drucker, gurú de la gerencia empresarial. Resulta ser que para poder mejorar algo primero hay que saber cuál es su estado actual. ¿Y cómo se encuentra el estado actual de algo? Correcto, midiéndolo. También, para saber si algo está mejorando hay que poder saber si cambió en dirección a la meta deseada respecto a la medición original. Una vez más, ¿Cómo hacer esto? Midiendo una y otra vez.

Ahora pasamos a hablar sobre las preguntas correctas. Las personas responden a lo que perciben que es importante en su ambiente. Si alguien sabe que para su jefe es importante que él reduzca costos, reducirá costos. Si para el jefe de alguien más lo importante es subir ventas, los miembros de su equipo trataran, a lo mejor de sus habilidades, subir las ventas. El secreto está en aprender cómo hacerle saber a los demás que es lo que realmente es importante.

Es más fácil de lo que se imaginan. Se le hace saber a los demás qué es lo importante por las preguntas que se les hacen. Si un líder constantemente pregunta ¿cuánto vendimos hoy? está enviando un claro mensaje de que las ventas son lo más importante. Si el mismo líder constantemente pregunta ¿cuánto nos gastamos en publicidad? Obviamente para él, en este caso, los gastos de publicidad son lo más importante.

Así que, para qué algo mejore:

  1. Medir constantemente
  2. Preguntar acerca de cómo va directamente lo que se está mejorando

Ponte en tu lugar

“Lo voy a poner en su lugar” y “alguien lo debería poner en su lugar” son dos expresiones muy comunes. Parecieran indicar que una persona puede tener absoluto control sobre otra. A menos de que haya uso de fuerza física extrema no veo cómo.

La ambigüedad que hay en estas expresiones es amplia. ¿Cuál es el lugar en donde hay que ponerlos? ¿En dónde están que no es el lugar correcto? ¿Se refiere a un lugar físico o a un estado mental? ¿Le debo pedir permiso antes de ponerlo en su lugar? ¿Cómo sé yo precisamente en qué lugar debiera estar otra persona? Y si la otra persona no se quiere mover de dónde está, ¿Qué voy a hacer? Etc.

Una mejor pregunta es ¿Estoy en el lugar en el que yo debiera estar? Después de todo, si de algo tienes control es sobre dónde estás tú en tu vida. Esta sí es una pregunta constructiva y transformadora que vale la pena hacer una y otra vez.

Explorando un poco más profundo:

¿Estoy viviendo mi vida cerca de dónde están mis valores? ¿Estoy cumpliendo las funciones a las que me he comprometido en las distintas áreas de mi vida? ¿Estoy cerca o lejos de las metas que me he propuesto? ¿Estoy feliz en donde estoy? ¿Quisiera estar en otro lugar (metafórico o físico)? ¿Estoy rodeado de personas que me llenan? ¿Soy la persona que necesitan aquellos que están a mi alrededor? ¿Hago lo que quiero en donde estoy o quisiera estar en otro lugar haciendo otra cosa? ¿Son tus pensamientos positivos?

¿Que más te puedo decir? Ve y ponte en tu lugar.

Enseñar preguntando

El silencio es un regalo muy difícil de dar. Ver luchar a alguien con algo que le cuesta cuando sabemos que se lo podemos resolver tampoco es fácil. Con razón enseñar es algo tan difícil. Va en contra de las programaciones más arraigadas que tenemos.

La mejor manera de enseñar es por medio de hacer preguntas. Las preguntas estimulan el pensamiento y nos invitan a buscar nuestras propias soluciones. Ante una pregunta las conjeturas, ya sean correctas o falsas, empiezan a desfilar por nuestras mentes. No lo podemos evitar. Es gracias a este proceso que aprendemos.

Un verdadero maestro dejará a su alumno luchar con lo que no sabe. Lo verá con compasión y lo acompañará durante el proceso pero nunca le dará la respuesta pues sabe que dar la respuesta interrumpirá el proceso de aprendizaje. El maestro siempre será un guía y buscará hacer las preguntas correctas que ayuden al alumno a concluir su proceso.

No hay nada más gratificante en este mundo que ver cuando los ojos de otra persona se prenden en el momento en que entiende algo por sí misma —y saber que nosotros jugamos un pequeño rol facilitando su proceso. El momento en que se da esa conexión es mágico. Pero para poder llegar a ese momento es necesario pasar por el calvario de ver a alguien luchar con buscar su propia respuesta.

Para poder ayudar a crecer a los que nos rodean tenemos que estar dispuestos a enseñar preguntando. Y para hacer esto tenemos que destruir nuestra programación que nos lleva a no querer ver a los demás luchar cuando sabemos que les podemos ayudar.

Las preguntas que más ayudan a liderar

Asumamos que tienes la intención de ayudar a alguien a mejorar. También asumamos que tus intenciones son genuinas y no quieres que la mejora se dé por tu propio bien —quiero ayudar mi compañero de trabajo a ser más productivo para yo poder trabajar menos, etc.
Dadas estas premisas pasemos a distinguir los tres grandes grupos de preguntas que se le pueden hacer a una persona cuando se le quiere dar retroalimentación.

  1. Preguntas de “por qué”. Estas preguntas son las menos efectivas. Son altamente confrontativas y sé perciben como acusatorias. Ejemplos: ¿Por qué no está lista la presentación? ¿Por qué no avisaste que no ibas a terminar a tiempo?
  2. Preguntes de “que”. Estas preguntas clasifican como preguntas efectivas y ayudan mucho la receptividad evitando la sensación de confrontación. Ejemplos: ¿Qué pudiste haber hecho diferente para tener la presentación lista a tiempo? ¿Qué te impidió tener la presentación lista a tiempo? ¿Qué vas a hacer diferente la próxima vez para tener la presentación lista a tiempo?
  3. Preguntas de “como”. También clasifican como preguntas efectivas y adicionalmente invitan a la reflexión, proceso indispensable para el crecimiento. Ejemplos: ¿Cómo te sientes respecto a la entrega de la presentación? ¿Cómo te puedo ayudar a mejorar?

Sin duda alguna, la ruta más directa para desarrollar a alguien es el uso de preguntas efectivas. Pero no todas las preguntas son creadas igual. Usa las preguntas correctas y podrás multiplicar el efecto de tus esfuerzos como líder.

El arte de comprender

Estamos rodeados de grandes misterios. La ciencia y la tecnología moderna han ayudado a comprender un pequeño porcentaje de lo que realmente ocurre a nuestro alrededor. Cada vez más se está empezando a comprender lo incomprensible.

Esta capacidad de comprender el universo que nos rodea ha mejorado infinitamente la calidad de vida de nuestra especie. Es maravilloso que comprender no solo esté reservado para los grandes científicos como Galileo y Albert Einstein. Comprender es para todos. Está a la disposición de todos aquellos que sean suficientemente humildes para embarcar en la búsqueda de la verdad.

Comprender es preferir recibir una sorpresa que obtener una respuesta. Es hacer preguntas con una genuina curiosidad que busca encontrar lo que antes se desconocía. Es sentirse cómodo con la incertidumbre y aceptar las cosas como realmente son.

Para comprender es indispensable dominar la práctica del cuestionamiento, es decir, hacer preguntas. Hay 2 tipos de preguntas que podemos listar a un nivel general: las preguntas internas que nos podemos hacer a nosotros mismos y las preguntas que le podemos hacer a otras personas.

Una de las preguntas más importantes que existe es ¿cómo sé que esto es verdadero? Esta pregunta es extremadamente poderosa por qué activa al cerebro a buscar más información acerca de algo que ya se dio por sentado como verdadero. La gran mayoría de veces se concluirá que no se tiene suficiente evidencia para poder afirmar el hecho como verdadero. En este punto aún no se ha comprendido. Tan solo se cree haber comprendido.

Preguntar detona un dialogo, ya sea con uno mismo o con otra persona. “La calidad de tus preguntas determina la calidad de tu vida”, escribe Tony Robbins. Es cierto. Si se hacen las preguntas correctas, entonces se puede mejorar.

La limitación más grande a hacer buenas preguntas es creer que ya se tienen todas las respuestas. Preferimos no cuestionar y vivir engañados que cuestionar y reconocer que estamos equivocados. Por eso es tan importante la pregunta ¿cómo sé que esto es verdadero? Si se empieza por cuestionar lo que ya se cree saber, nuevas y mejores preguntas necesariamente seguirán. Tarde o temprano llegaran las respuestas que nos llevan a comprender.

El arte de comprender está en cuestionar. En aprender a hacer mejores preguntas. En poder suspender por un momento la necesidad de tener todas las respuestas y cuestionar. Puede ser que las respuestas que obtengamos nos sorprendan y entonces sabremos qué hemos comprendido.

3 preguntas mágicas para mejorar cualquier situación

El mundo en el que vivimos es my complejo. No resulta difícil pensar en qué todas las personas del mundo en algún momento u otro afrontan situaciones difíciles. Es muy probable que la mayoría de estas situaciones difíciles involucren otras personas, así que poder tener conversaciones profundas puede resultar muy útil.

Jerry Collona (@jerrycolonna) es un coach ejecutivo y de liderazgo quien fundó reboot.io, la empresa con que ofrece estos servicios al mundo. Jerry propone hacerse las siguientes 3 preguntas al momento de estar en una situación difícil con otra persona.

  1. ¿Qué no estoy diciendo que debe ser dicho? Esta pregunta inicial nos lleva a reflexionar sobre cuál es el miedo que está evitando solucionar la situación. Al poder identificar aquello que sabemos que debemos decir pero no lo estamos haciendo, inmediatamente ya estamos en una mucho mejor posición de poder resolver el problema.
  2. ¿Qué se está diciendo que no estoy escuchando? Para mí, esta pregunta no se debe tomar literal. Creo que se refiere a que está pasando en el mundo o que me están tratando de comunicar que no estoy pudiendo ver. Es cuestionarnos que no estamos viendo / escuchando. Nos invita a prestar más atención y “leer entre líneas” para realmente comprender que es lo que está sucediendo y cual es la causa de raíz del problema que aún no hemos podido identificar.
  3. ¿Qué estoy diciendo que no está siendo escuchado? Similar pero muy diferente a la pregunta anterior. El propósito de esta pregunta es cuestionarnos como estamos transmitiendo información importante y llamarnos a evaluar si la otra personas está recibiendo el mensaje correcto. Nos lleva a evaluar cómo estamos diciendo las cosas y evaluar si las podemos ordenar un poco mejor con el fin de que se entienda todo tal y como pretendemos que se entiendan. Tan complejo que se vuelve el mundo cuando no nos damos a entender o se entiende algo diferente a lo que queríamos!

Jerry hizo una gran entrevista con Tim Ferriss en su podcast. Si les interesa el coaching y aprender más tips similares a estas preguntas pueden escuchar la entrevista completa siguiendo este link: Jerry Colonna — The Coach With the Spider Tattoo (#373)

¿Está muriendo la curiosidad de nuestros niños?

“El poder de cuestionar es la base de todo el progreso humano.” — Indira Gandhi

Un niño típico de 4 años de edad puede hacer hasta 100 preguntas cada día a sus papás. Cuando este mismo niño llega a la educación media, es muy probable que ya no les haga ninguna pregunta. De hecho, la cantidad de preguntas y su curiosidad en general prácticamente ya tienden a 0.

Bastante preocupado por esta situación he estado pensando mucho en cual podrá ser la causa (agradezco mantener aún algo de curiosidad para querer estar pensando en estas cosas!).

También creo que los niños son el departamento de investigación y desarrollo de la especie humana. Es vital que fomentemos cuanta curiosidad y preguntas podamos en ellos para que nuestras futuras generaciones puedan optar tener un mejor futuro.

Ya en este momento, contemplando ya por varios minutos por la ventana, de alguna manera u otra todos mis pensamientos se van directo a mis experiencias en el colegio.

Primero que nada, creo que la educación tradicional recompensa tener las respuestas correctas. No existe recompensa por hacer preguntas importantes. Si traigo a la memoria mi propia experiencia lo que puedo recordar es estar siempre buscando cual era la respuesta que me iba a ayudar a “ganar el examen”. Recuerdo tratar de descifrar que es lo que mi profesor quería que pusiera en la hoja. ¿Que recuerdos les vienen a ustedes a la mente?

La segunda imagen que me viene a la memoria es la de mis profesores haciendo preguntas y mas preguntas. ¿Que es lo primero que le pasa a un(a) niño(a) de 4 años que llega por primera vez al colegio? Si no me equivoco, todo empieza con la ceremonia de levantar la mano para poder hacer una pregunta. A mi manera de verlo, esto ya es el primer golpe a la curiosidad espontánea.

¿Luego de esto que ocurre? Si recuerdan su época de colegio, ¿quien hacía todas las preguntas en su salón de clases? Si, el profesor. Desde muy pequeños en el colegio entramos en esta ambiente en donde las preguntas las hace el profesor y nuestro trabajo es estar preparados para dar las respuestas. Se espera que de alguna manera sepamos las respuestas. No cuestionar.

Quiero reconocer que puede ser que yo haya tenido una experiencia muy particular y que la lucha de recobrar mi curiosidad y buscar las preguntas que puedan transformar mi vida sea única. Sin embargo, cuando veo a mi alrededor el mundo en el que estamos viviendo algo me dice que esto pudiese ser una problema mas generalizado. No lo se. Quiero seguírmelo preguntando…