La mente engaña

Estás ahí sentado, esperando un trágico desenlace que lo más probable es que nunca llegará. Sientes la ansiedad invadir cada rincón de tu cuerpo y con cada segundo las historias en tu cabeza se alimentan de tu incertidumbre para crear desenlaces cada vez más nefastos. Esto es normal. Tu mente solo está haciendo su trabajo.

¡Por supuesto! Evolutivamente el trabajo principal de la mente es mantenernos seguros y ayudarnos a sobrevivir. La mejor manera de lograr su objetivo es ser excesivamente exagerada. La mente todo el tiempo está buscando qué podría salir mal y cuándo lo encuentra lo exagera exponencialmente. Así es como ella nos trata de mantener vivos.

Aunque esta ardua tarea que no tiene descanso es muy noble si no se controla causa una gran cantidad de sufrimiento innecesario. Como bien lo dijo el gran filosofo estoico Seneca, “sufrimos más en nuestros pensamientos que en la realidad”.

El peligro y las amenazas son reales. Es importante estar atentos y alertas. De lo contrario en cualquier momento una amenaza nos podría tomar por sorpresa y causarnos mucho daño. Pero ojo, esto no es lo mismo que imaginarnos cosas terribles que están muy lejos de lo que realmente podría pasar. Esto ya es sufrir por gusto. El miedo a lo desconocido fácilmente se puede salir de control. Es importante mantener una mente clara y enfocada en la realidad. Así sufriremos mucho menos y al mismo tiempo estaremos lo más seguros posible.

Todo o nada

Hoy me di cuenta de algo que hago todo el tiempo y que hasta hoy no había identificado. Muchas de las evaluaciones que hago sobre lo que ocurre a mi alrededor son absolutas. O califico algo como un éxito rotundo o lo tacho como un fracaso abismal. Usualmente no hay un punto medio.

Aparte de esto me di cuenta que también tengo una manera muy similar de trabajar en mis actividades. O las práctico de una manera extremadamente diligente hasta llegar a dominarlas o simplemente no las hago. Me cuesta pensar en algo que haga a medias.

Haber visto esto hoy es un gran paso en mi crecimiento. Tener presente este patrón de conducta me ayudará a cambiarlo. Sé que ver el mundo a través de este lente no me ayuda para nada. Definitivamente es algo que quiero dejar atrás.

El mundo fue creado a colores, no en blanco y negro. Todo lo que hago, incluso mis fracasos, tienen algo de positivo. Nada es totalmente malo al igual que nada es completamente bueno. Este es un buen momento para dejar de vivir mi vida en binario —eso solo le sirve a las computadoras. Soy un ser humano y para disfrutar de mi mejor vida tengo que cambiar los unos y ceros por los maravillosos matices de color que la naturaleza me está regalando.

Si yo cambio, todo cambia (The Matrix 15 años después)

Hoy volví a ver The Matrix por primera vez en por lo menos 15 años. Algo que estoy apreciando bastante es que la vi con mi hijo Christian quien está por cumplir 12 años. Finalmente coordinamos para tener un poco de tiempo juntos y sentarnos a ver este clásico de ciencia ficción. Verla con él me dio el incentivo de estar más enfocado y así poder irle ayudando a entender las partes más complejas de la película.

Aunque no había visto The Matrix en más de 15 años esta es un película que he visto por lo menos unas 30 veces. Mi impresión era que a estas alturas ya no había nada nuevo que descubrir. ¿O sí?

La experiencia que recién tuve viendo la película, mi interpretación de la historia y diálogos al igual que el significado que le di a la escenas principales (“There is no spoon”) fueron totalmente nuevas. Casi que les podría decir que hoy NO vi una película de ciencia ficción, hoy vi una documental.

Claro que la película no ha cambiado, el que ha cambiado soy yo. ¡Y qué adecuado es estar escribiendo esto! El tema central de la película es que la percepción lo es todo. Vaya que esto es algo sobre lo que he estado pensando, escribiendo y aprendiendo todo lo que puedo.

Hoy no vi una loca historía sobre un posible futuro desastroso en el cual los seres humanos pasan a ser solo baterías para las máquinas. Hoy vi una profunda reflexión acerca de la condición humana y cómo nuestros pensamientos definen nuestras vidas. Hoy vi una compasiva historia acerca de cómo cada uno de nosotros es prisionero de sus miedos y falsas creencias. Hoy vi una invitación a ser valientes y escoger la píldora roja. Hoy recordé que la realidad, por difícil que sea, siempre será infinitamente mejor que la fantasía en la que todos estamos perdidos. Hoy entendí que la liberación final de todos nuestros sufrimientos está adentro de nosotros.

Nuestra experiencia de vida será lo que queremos que sea. No hay duda de esto. Si queremos tomar la píldora azul y evitar la realidad está bien. Claro que esto tendrá sus consecuencias (¿Recuerdan a Cypher?). También podemos escoger la píldora roja, despertar y afrontar la realidad. Esta es la única manera de poder influenciar el mundo que nos rodea, estando en contacto directo con él.

Si queremos cambiar nuestra realidad y moldearla a nuestra voluntad debemos tratarla como un cuchara de plata y recordar esa frase que hoy me dejó sin aliento. “No trates de doblar la cuchara. Eso no se puede hacer. Lo que debes recordar siempre es la verdad: Que en realidad la cuchara no existe.”

Dejar que el tiempo vuele siempre es una opción

Aburrimiento. Ganas de no querer hacer nada. Sentir que cada minuto es eterno y que el fin de la eternidad nos destruye en cada segundo. Todas estas son sensaciones que experimentamos porque así lo queremos.

Emoción. Querer que este instante dure para siempre. Sentir las ganas de querer quedarse justo en donde se está hasta el fin de todos los tiempos. Todas estas son emociones que también experimentamos porque así lo queremos.

Ya que el tiempo no puede cambiar su naturaleza lo único que determina como experimentamos su paso es nuestra propia percepción. Los minutos en los que deseamos que el reloj se acelere son idénticos a aquellos en los que quisiéramos que el tiempo se detuviera. No existe diferencia alguna. Nuestra experiencia únicamente depende de como escogemos utilizar el tiempo que se nos ha regalado.

Creo que es una buena apuesta decir que la mayoría de nosotros queremos sentir que el tiempo vuela. Queremos estar sumergidos en esa sensación de querer más y no querer que el presente termine. Queremos estar enfocados, metidos completamente en lo que estamos viviendo ahora. No queremos estar aburridos o deseando estar en algún otro momento en el tiempo.

En mi experiencia hay actividades que son más conductivas a generar esa sensación de plenitud y bienestar justo en el momento presente. Se las comparto para que ustedes puedan tomarlas como base y luego puedan escribir su propio listado de actividades que hacen que su tiempo vuele:

  • Meditar
  • Hacer ejercicio cardiovascular durante tiempos prolongados de tiempo
  • Hacer alguna actividad creativa que de interés (escribir, hacer una presentación, programar, resolver algo) en la computadora mientras se escucha música que nos gusta con audífonos
  • Tener una buena plática con alguien que nos importa
  • Practicar un deporte que nos apasiona a alto nivel
  • Armar un rompecabezas
  • Leer un buen libro con una taza de café al lado
  • Escribir
  • Hacer música
  • Ver el mar

Cosas que hacer creo que no nos hacen falta. Cada quien tendrá sus favoritas. Todos tenemos a nuestra disposición una infinita gama de posibles actividades que nos dejarán sentir que el tiempo vuela. Lo que a veces no tenemos son las ganas de hacerlas. Esto es ridículo. ¿Por qué pasar el tiempo estando aburridos cuando podemos vivir cada instante llenos de emoción?

Inspirado en Time Stand Still de Rush:

La diferencia entre observar y percibir: Superación de obstáculos

Observar es un proceso directo, crudo. Observar es ver una situación tal y como es. Cuando uno observa tan solo absorbe la información sin juzgarla.

Percibir es es un proceso refinado, elaborado. Percibir es agregar todo él bagaje emocional y las percepciones que una persona tiene a una situación determinada. Cuando uno percibe ve la situación a través del lente de sus experiencias personales y programación —la distorsiona.

Observar es completamente objetivo mientras que percibir es plenamente subjetivo. Observar está más apegado a la realidad que percibir. Una percepción fuerte se siente más segura que observar.

Al momento de querer sobrepasar un obstáculo observar es complementario a percibir. Observar permite ver el obstáculo tal y cómo es sin introducir la distorsión que la percepción siempre trae a la mesa. Percibir suma los miedos, preferencias, anhelos, experiencias e inseguridades de la persona a el obstáculo —hace que la situación se vea ya sea más simple o complicada de lo que realmente es.

Como escribe el autor Ryan Holiday en su libro The Obstacle Is the Way, “El ojo que observa es fuerte, el ojo que percibe es débil. El ojo que observa simplemente ve lo que está ahí, el ojo que percibe ve más de lo que está ahí.”

Esto no quiere decir que percibir sea malo. Al contrario, percibir no solo es bueno, es necesario. Los seres humanos son máquinas de interpretación y constantemente interpretan todo lo que sucede a sus alrededores. Con mucho esfuerzo pueden distanciarse de sus identidades y ver las cosas por lo que realmente son (observar).

El secreto está en tener presente que la percepción es subjetiva y que se puede controlar. Una percepción fuerte ayuda a sobrepasar los obstáculos mientras que una percepción débil es derrotista e inhibe la acción.

Camellos y la condición humana: Los miedos no son reales

Esta es la historia de un comerciante de camellos que estaba cruzando el Sahara con sus esclavos y 20 camellos que estaban por comercializar. Al caer la noche los esclavos empezaron a martillar unas estacas al piso con las cuales luego amarrarían los lazos para atar a los camellos.

Unos minutos después de que los esclavos terminaran de martillar las estacas uno de ellos se acercó al comerciante y le dijo:

— “Señor, tengo un problema. Tan solo tengo 19 estacas y son 20 los camellos que debo amarrar. No sé que hacer”.

— “Es fácil”, le respondió el comerciante. “Estos animales son muy simples y no les gusta pensar. Ata a los primeros 19 y luego solo acércate al que hace falta y simula que lo estás amarrando y creerá que está atado. Hazlo así y ya vamos a dormir”.

Y así fue. El esclavo hizo lo que el comerciante le ordenó y todos se fueron a dormir mientras que un camello quedó suelto sin lazo alguno que lo sujetara. A la mañana siguiente, para la sorpresa de todos exceptuando el comerciante, los 20 camellos estaban ahí, esperando seguir el viaje. Incluso el camello que no estaba amarrado.

Así que después del desayuno los miembros de la caravana empacaron todo, desamarraron los camellos y se prepararon para salir. La caminata inició y una larga fila de camellos empezó a desfilar por el desierto.

Tan solo habían pasado unos minutos cuando el mismo esclavo que la noche anterior se había acercado al comerciante se le volvió a acercar y le dijo:

— “Señor, todo está muy bien pero tengo un pequeño problema. Todos los camellos ya se están moviendo exceptuando el que pasó la noche suelto. Ese no se quiere mover por nada.”

— “¡Ah!”, le contestó el comerciante. “Es que seguro se te olvidó desamarrarlo. Ve a su lado y haz como que lo desamarras. ¡Ya vámonos de acá!”

Así es como el esclavo fue y “desamarró” al camello y todos siguieron felizmente su camino.


Esta historia ilustra muy bien la condición humana en la que la gran mayoría de personas viven. Estas personas experimentan muchas ansiedad. La experimentan todo el tiempo y viven con miedo a situaciones que simplemente no son reales.

Al igual que los camellos de la historia estas personas limitan sus vidas amarrándose a miedos (lazos) que simplemente no están ahí. El poder de la mente es inmenso y lo que la mente quiere creer se vuelve real en nuestras vidas.

Hoy es un excelente día para sentarte a pensar un buen rato a que lazos invisibles crees que estás amarrado. Si los decides cortar encontrarás la libertad y felicidad que has estado buscando toda tu vida.

Crédito: Basado en una anécdota contada por Anthony de Mello

¿Es la vida un sueño?

No sé si a ustedes alguna vez les haya pasado pero yo he tenido algunos momentos en mi vida que parecieron haber sido sueños. También he tenido sueños que han parecido ser más reales que muchas experiencias de mi vida “real”.

Sin querer entrar en inútiles debates filosóficos hoy quiero preguntar, ¿Cómo podemos saber que es la realidad? Creo que es una pregunta mucho más compleja de responder de lo que muchos de nosotros quisiéramos aceptar.

La respuesta es más compleja de lo que creemos porque con lo que hoy sabemos de cómo funciona el cerebro humano entendemos que lo que le llamamos realidad no es más que una alucinación controlada que ocurre en nuestras mentes. Es decir, le llamamos realidad a la interpretación que cada uno de nosotros le da a los impulsos eléctricos generados por los estímulos externos que la realidad (mundo externo) nos envía. Es esta alucinación controlada lo más cercano que tenemos a la realidad.

Entendiendo esto podemos afirmar que prácticamente nuestra vida diaria es lo mismo que estar soñando. Así que sí, la vida es un sueño.

El poder de las palabras

Las palabras son la única herramienta que tenemos para interpretar la realidad que nos rodea. Nos resulta imposible pensar en algo para lo que no tenemos palabras. Creo que es de acá de donde puede venir la expresión “No tengo palabras para lo que acaba de suceder.” A veces suceden cosas que no podemos comprender y es precisamente por esto que no encontramos las palabras para verbalizarlo.

Son las palabras también la única manera que tenemos para transmitir lo que estamos pensando a otras personas. No importa que sean palabras escritas o palabras al viento las que decidamos utilizar, sabemos que la única manera que tenemos para llevar una idea que está dentro de nuestra mente hacia la de otra persona es concatenando una secuencia coherente de palabras.

Finalmente, son las palabras uno de los detonadores más poderosos de emociones en los seres humanos. No importa si son las palabras de una canción, un poema o una carta de despido, las palabras indicadas siempre pueden alterar dramáticamente nuestro estado emocional en un abrir y cerrar de ojos.

Me he topado con bastantes personas que no creen tanto en el poder de las palabras y es a ellos a quienes especialmente dedico la siguiente historia.

Hace ya unos años atrás estaba un conferencista dando lo que yo consideré una muy buena charla sobre precisamente el poder de las palabras. Ya hacia el final de la conferencia una persona se paró para hacer un comentario. “Sabe, todo esto está muy interesante” comentó el asistente, “pero realmente no creo que las palabras tan poderosas como usted lo dice.” “No sea tan imbécil”, le respondió inmediatamente el conferencista, “y si no tiene ni puta idea de lo que está hablando, mejor deje de quitarnos el tiempo.” Un silencio abismal cayó sobre todo el auditorio.

Indignado, el participante se dio media vuelta y con lágrimas de ira en sus ojos se dirigió marchando hacia la puerta. Justo cuando estaba por salir por la puerta el conferencista de nuevo habló a través de las bocinas del salón. “Señor, le ruego me pueda disculpar. Me exalté mucho y no debía haber dicho esas cosas. Cometí un muy grave error y le ofrezco mis más sinceras disculpas.” El asistente lo vio y luego de pensar un momento le dijo, “su disculpa ha sido aceptada”. Luego de unos segundos más y un par de profundas respiraciones el asistente volvió a su lugar. Una vez que se sentó el conferencista intervino una última vez y le preguntó, “¿Todavía sigue sin creer en el poder de las palabras? Tan solo se necesitó una frase para que usted estallara de ira y otra para que se volviera a calmar. Yo a eso le llamo poder.”

La percepción de nuestras capacidades

Las creencias que tenemos sobre cómo funciona el mundo determinan lo que creemos que es posible o no. En gran parte, este conjunto de postulados que formamos adentro de nuestras cabezas, son las guías que determinan nuestras acciones.

Para bien o para mal, lo que creemos verdadero define el mundo en el que vivimos y cómo operamos en él. También, hasta cierto punto, lo que creemos define nuestra identidad y el tipo de persona en que nos convertimos a través de nuestras acciones.

No todas nuestras creencias tienen el mismo peso sobre cómo operamos en el mundo. Unas pesan mucho más que otras. Ayer empecé a leer un libro que se llama Mindset. El argumento central del libro es que las creencias que tenemos respecto a nuestras capacidades son de las más importantes de entender y evolucionar.

Básicamente existen dos tipos de creencias que los seres humanos tenemos respecto a nuestras capacidades. La primer creencia (Mindset Fijo) cree que las habilidades son innatas y muy difíciles de modificar. Un pensamiento clásico que tienen las personas que operan con este tipo de creencia es, “Si nací con cierto nivel de inteligencia, eso es todo lo que tengo y no hay mucho que pueda hacer para cambiarlo. Si no puedo hacer algo mejor lo dejo así y busco otra cosa que sí pueda hacer.”

La segunda creencia respecto a nuestras habilidades (Mindset de Crecimiento) cree que las habilidades no vienen desde nuestra concepción, son fácilmente modificables y se pueden crecer por medio del trabajo y el esfuerzo. En este caso un pensamiento típico puede ser algo como, “No puedo hacer esto pero si le dedico el tiempo necesario puedo llegar a hacerlo y salir con más destrezas del proceso.”

Ambas maneras de ver el mundo influyen grandemente cómo afrontamos las distintas situaciones que a cada uno de nosotros nos tocará vivir. Sin duda alguna, ambas tienen sus pros y sus contras pero por lo que llevo leído del libro pareciera ser que el Mindset de Crecimiento puede ser bastante más saludable y nos puede llevar a tener vidas más ricas en todos los aspectos que tradicionalmente consideramos importantes.

Seguro que en los siguientes días, mientras profundice más en el libro, estaré escribiendo más a detalles sobre este interesante tema que nos puede hacer mejores a todos.

El mundo está listo para sorprendernos

Muchos de nosotros creemos que lo que pasará en el futuro caerá dentro de los límites de lo que previamente ha sucedido. En otras palabras, primero evaluamos lo que ha ocurrido anteriormente y luego asumimos que el futuro estará dentro de los límites ya establecidos de la historia registrada.

Por ejemplo, al momento de construir un edifico antisísmico este se construye para resistir hasta la magnitud de el terremoto más fuerte que se haya registrado. Cuando se evalúa en dónde se puede hacer un asentamiento en la orilla de un río, lo que se toma en cuenta es el nivel más alto al que el río ha llegado históricamente.

En dos platos, cuando pensamos en el futuro estamos limitados por los eventos históricos que conocemos. Nos cuesta mucho pensar más allá de lo que hemos visto pasar. Y esto es un problema. El rendimiento pasado no es un claro indicativo del rendimiento futuro.

El mundo está listo para sorprendernos y la probabilidad de que hayan eventos de magnitudes nunca antes vistas es gigante. No se necesita de mucho para cambiar el curso de la humanidad. Si evaluamos la historia del Siglo XX podemos fácilmente identificar unos pocos eventos (6) que cambiaron el rumbo de la historia humana en una escala que nunca antes se había visto:

  • La segunda guerra mundial
  • La gran depresión
  • La invención de los antibióticos
  • El Internet
  • Las vacunas
  • La caída de la Unión Soviética

De igual manera, durante el Siglo XIX y el Siglo XX nacieron aproximadamente 15 billones de personas. Sin embargo, gran parte de la dirección de el mundo durante este tiempo se puede atribuir a solo unas cuantas (8) personas:

  • Hitler
  • Stalin
  • Mao
  • Edison
  • Martin Luther King Jr
  • Bill Gates
  • Steve Jobs
  • Tim Berners Lee

¿Qué tan fácil es para el mundo sorprendernos con un evento de una magnitud que nunca antes habíamos visto? Bueno, para entenderlo solo pensamos en cómo hubiera sido el Siglo XX si los papás de Hitler se hubieran peleado en la noche que lo concibieron.

Las sorpresas vendrán. Y vendrán en un escala que no nos podemos imaginar. ¿Le suena eso del COVID a alguien? El futuro es incierto y debemos estar ok con eso. También debemos aceptar que será muy diferente a lo que ahora conocemos.

Al momento de planear, mejor prepararnos para la grandes sorpresas que sin duda alguna vendrán.

Atribución: La idea original aparece en el libro The Psychology of Money de Morgan Housel.