“Cambiar de Cassette” es bastante caro

“Cambiar de Cassette” es una expresión que sin duda alguna revela mi edad. Aunque la expresión ya casi no se usa, lo que significa sigue igual de relevante hoy que en los 80’s.

“Cambiar de Cassette” se utilizaba para hacer referencia a aquellas situaciones en las que el cambio de contexto requiere de un cambio fuerte en la manera de pensar. Un ejemplo puede terminar de clarificar la expresión:

Si por ejemplo, yo estoy concentrado escribiendo sobre el manejo de emociones y de repente entra mi hijo y me pide que lo ayude con su tarea de algebra, entonces tengo que "Cambiar de Cassette".

Como queda claro para cualquiera que haya pasado por una experiencia como la que acabo de describir, “Cambiar de Cassette” es muy caro. Por caro me refiero a que tiene un alto costo mental. El tipo de enfoque y estado mental que funciona para un tipo de tarea no es el mismo que funciona para otra. Cambiar el estado mental y el tipo de enfoque es una tarea compleja que requiere de mucho tiempo y energía.

Estar realizando estos cambios de contexto y adecuando la mente a distintos tipos de tareas cansa el cerebro. También reduce la productividad ya que un cambio de contexto de este tipo puede requerir de hasta 20 minutos para poderse completar. Cambiar de contexto es cansado y quita tiempo.

Es por esto que muchos expertos en productividad recomiendan alocar bloques largos de tiempo ininterrumpidos (de por lo menos una hora) para hacer tareas que al menos sean similares en el tipo de contexto cerebral que requieren para poderse hacer. También, evitar interrupciones, que al final del día son “Cambios de Cassette”, es otra recomendación muy común ya que cada interrupción probablemente requiera de dos cambios de contexto (uno cuando sucede la interrupción y otro para regresar a la tarea que se estaba haciendo).

“Cambiar de Cassette” es caro. Es algo que hay que tratar de evitar.

Bloques continuos de tiempo y menos interrupciones = más productividad. Una formula simple que realmente funciona.

Las tres dimensiones en que experimentamos nuestras vidas

Adentro de cada uno de nosotros, lo hayamos descubierto o no, hay un testigo por medio del cual experimentamos todo lo que ocurre en nuestras vidas.

Este testigo es realmente quienes somos. Todo lo demás, son construcciones mentales que hemos desarrollado por encima de la pureza de nuestra conciencia durante muchos años.

Este testigo experimenta la realidad en tres distintas dimensiones. Listadas de más “lejanas” a más “cercanas”, las tres dimensiones son: eventos y objetos en el mundo externo, emociones y pensamientos.

Los eventos y objetos en el mundo en el externo son los más fáciles de identificar. Básicamente son todo lo que está más allá de nuestra piel. El mundo físico, las cosas que suceden y las demás personas. Al ser tan obvia de identificar, esta dimensión (mundo físico) es la más fácil de catalogar como ajena a nosotros mismos.

Luego vienen las emociones. En esta dimensión ya estamos lidiando con nuestro mundo interno. Las emociones son todos esos patrones de energía que experimentamos en respuesta a los pensamientos que nuestro cerebro genera. Al vivir en el mundo interno, las emociones ya son un poco más difíciles de distinguir del testigo. Es muy fácil perder objetividad y confundir a nuestro testigo con nuestro estado emocional.

Finalmente hablemos de la dimensión del pensamiento. La distinción entre en el testigo y los pensamientos que ve pasar es muy difícil de hacer, particularmente de una manera consistente. Se requiere de algo de trabajo para poder llegar al punto en que una persona pueda experimentar a su testigo “viendo” sus pensamientos y no sintiendo qué “es” sus pensamientos. El comportamiento natural es que la conciencia (el testigo) se enfoca con tal intensidad en los pensamientos que la persona constantemente confunde su identidad con sus pensamientos.

Recapitulando, todo experimentamos el mundo en 3 dimensiones, todos el tiempo. El mundo físico, nuestras emociones y nuestros pensamientos. Todas las situaciones que experimentamos necesariamente se experimentan en estas tres dimensiones.

Desarrollar la conciencia suficiente para saber que no somos ni lo que nos sucede, ni lo que logramos, ni lo que tenemos, ni lo que sentimos, ni lo que pensamos es una de las actividades más gratificantes y nobles que una persona puede llegar a perseguir.

La mente engaña

Estás ahí sentado, esperando un trágico desenlace que lo más probable es que nunca llegará. Sientes la ansiedad invadir cada rincón de tu cuerpo y con cada segundo las historias en tu cabeza se alimentan de tu incertidumbre para crear desenlaces cada vez más nefastos. Esto es normal. Tu mente solo está haciendo su trabajo.

¡Por supuesto! Evolutivamente el trabajo principal de la mente es mantenernos seguros y ayudarnos a sobrevivir. La mejor manera de lograr su objetivo es ser excesivamente exagerada. La mente todo el tiempo está buscando qué podría salir mal y cuándo lo encuentra lo exagera exponencialmente. Así es como ella nos trata de mantener vivos.

Aunque esta ardua tarea que no tiene descanso es muy noble si no se controla causa una gran cantidad de sufrimiento innecesario. Como bien lo dijo el gran filosofo estoico Seneca, “sufrimos más en nuestros pensamientos que en la realidad”.

El peligro y las amenazas son reales. Es importante estar atentos y alertas. De lo contrario en cualquier momento una amenaza nos podría tomar por sorpresa y causarnos mucho daño. Pero ojo, esto no es lo mismo que imaginarnos cosas terribles que están muy lejos de lo que realmente podría pasar. Esto ya es sufrir por gusto. El miedo a lo desconocido fácilmente se puede salir de control. Es importante mantener una mente clara y enfocada en la realidad. Así sufriremos mucho menos y al mismo tiempo estaremos lo más seguros posible.

El poder de las palabras

Las palabras son la única herramienta que tenemos para interpretar la realidad que nos rodea. Nos resulta imposible pensar en algo para lo que no tenemos palabras. Creo que es de acá de donde puede venir la expresión “No tengo palabras para lo que acaba de suceder.” A veces suceden cosas que no podemos comprender y es precisamente por esto que no encontramos las palabras para verbalizarlo.

Son las palabras también la única manera que tenemos para transmitir lo que estamos pensando a otras personas. No importa que sean palabras escritas o palabras al viento las que decidamos utilizar, sabemos que la única manera que tenemos para llevar una idea que está dentro de nuestra mente hacia la de otra persona es concatenando una secuencia coherente de palabras.

Finalmente, son las palabras uno de los detonadores más poderosos de emociones en los seres humanos. No importa si son las palabras de una canción, un poema o una carta de despido, las palabras indicadas siempre pueden alterar dramáticamente nuestro estado emocional en un abrir y cerrar de ojos.

Me he topado con bastantes personas que no creen tanto en el poder de las palabras y es a ellos a quienes especialmente dedico la siguiente historia.

Hace ya unos años atrás estaba un conferencista dando lo que yo consideré una muy buena charla sobre precisamente el poder de las palabras. Ya hacia el final de la conferencia una persona se paró para hacer un comentario. “Sabe, todo esto está muy interesante” comentó el asistente, “pero realmente no creo que las palabras tan poderosas como usted lo dice.” “No sea tan imbécil”, le respondió inmediatamente el conferencista, “y si no tiene ni puta idea de lo que está hablando, mejor deje de quitarnos el tiempo.” Un silencio abismal cayó sobre todo el auditorio.

Indignado, el participante se dio media vuelta y con lágrimas de ira en sus ojos se dirigió marchando hacia la puerta. Justo cuando estaba por salir por la puerta el conferencista de nuevo habló a través de las bocinas del salón. “Señor, le ruego me pueda disculpar. Me exalté mucho y no debía haber dicho esas cosas. Cometí un muy grave error y le ofrezco mis más sinceras disculpas.” El asistente lo vio y luego de pensar un momento le dijo, “su disculpa ha sido aceptada”. Luego de unos segundos más y un par de profundas respiraciones el asistente volvió a su lugar. Una vez que se sentó el conferencista intervino una última vez y le preguntó, “¿Todavía sigue sin creer en el poder de las palabras? Tan solo se necesitó una frase para que usted estallara de ira y otra para que se volviera a calmar. Yo a eso le llamo poder.”

Correr como entrenamiento para la voluntad

Aunque en ningún momento me detuve por completo, desde que empezó la pandemia he reducido considerablemente la cantidad de kilómetros que corro a la semana. Y con esa reducción de kilómetros mi resistencia y fuerza también se han visto deteriorados.

Por ejemplo, hoy salí a correr 4 kilómetros. Hace año y medio esta distancia era solo un calentamiento. Hoy fue una lucha constante poder completar esa corta distancia. Y así es, lo que no se usa se pierde. Al mismo tiempo, construir resistencia física requiere de mucha constancia y voluntad. ¿Qué les puedo decir? La resistencia física se pierde en un abrir y cerrar de ojos.

Y así es como hoy llego a hechar de menos algo que ya daba por sentado, una excelente condición física. No me mal entiendan. Para nada estoy mal. Si tuviera que correr 10 ó 15 kilómetros creo que lo podría hacer. Lo único que estoy diciendo es que el precio que mi cuerpo está pagando por cada kilómetro que corre hoy está bastante caro.

Esto no está del todo mal. Creo que es una buena oportunidad para volver de nuevo al principio y no solo ejercitar mi cuerpo sino que también ejercitar mi voluntad. De volver a luchar contra esos pequeños dolores musculares e incomodidades que el cuerpo presenta cuando se le exige un poco más de lo normal. De sentir cómo a veces el aire hace falta y las piernas y la espalda por momentos se niegan a colaborar.

Sí, en estas siguientes semanas correr no sólo será un entrenamiento físico, será un entrenamiento de voluntad. Cuando logramos vencer al cuerpo, también podemos vencer cualquier otro obstáculo que se presente en nuestro camino.

Es momento de volver a trabajar la mente, el espíritu y el cuerpo como uno.

Lucidez mental

La mente es el filtro principal por el cual percibimos la realidad. La lucidez de nuestra mente en cualquier momento dado determina nuestra capacidad de interpretación de la realidad. Esto determina la calidad de nuestras vidas. Al final del día, lo único que podemos experimentar son nuestros pensamientos acerca de la realidad.

Todos hemos estado ahí. Después de una larga noche de estudio o de fiesta todo parece moverse a un ritmo diferente. Nos es difícil asimilar todo lo que ocurre a nuestro alrededor y nuestros pensamientos se mueven en cámara lenta. Incluso, nuestros reflejos y reacciones corporales se ven seriamente afectados. Nos encontramos en un pantano mental.

Algunos de los factores que afectan la lucidez mental son la falta de sueño, mala hidratación, carencia de alimentos, falta de ejercicio y altos niveles de estrés.

Si deseamos operar a altos niveles de desempeño es importante monitorear estos factores constantemente y hacer los cambios necesarios para mantener nuestra mente clara, enfocada y lúcida.

La meditación es el ayuno intermitente para la mente

Es fácil visualizar que cuando comemos demasiado, especialmente si comemos azucares, el cuerpo se siente y pone muy pesado. Cuando espaciamos las comidas, no comemos más de lo necesario y eliminamos comidas “pesadas” nos sentimos mucho mejor.

El ayuno intermitente le da al cuerpo un respiro, un descanso. Le permite desintoxicarse y deshacerse de todo el exceso de químicos que tiene acumulados. El cuerpo se empieza a reponer. Al practicar este tipo de dieta nos sentimos más livianos, más saludables. La salud en general del cuerpo empieza a mejorar. Algo muy similar ocurre con nuestros pensamientos. Ahora comparemos el mundo físico con el mental.

La meditación es el ayuno intermitente de la mente. Cuando estamos pensando todo el tiempo, especialmente cuando tenemos pensamientos negativos, también nos sentimos “pesados”. En el momento que el incesante torrente de pensamiento en nuestra mente se detiene, nos sentimos más livianos, más saludables.

Tomar 20 minutos cada día para detener el incansable diálogo interno de nuestra mente nos ayuda de una manera muy similar a la que nos ayuda espaciar el consumo de los alimentos. Nos ayuda a sentirnos más livianos, más saludables. La salud en general de la mente empieza a mejorar.

Triangulo de condición humana

Mente, cuerpo y alma. El triangulo de la condición humana. Un triangulo deja de ser triangulo en la ausencia de cualquiera de sus lados. Algo similar ocurre con la condición humana. Cuando uno de sus tres componentes se encuentra débil, los otros dos lo pueden cargar —durante un tiempo. Si dos de los tres componentes están flaqueando la situación es difícil pero, al igual que todo lo que tiene que ver con la naturaleza humana, mientras haya vida, hay esperanza.

Se puede entrar en tecnicismos, buscar definiciones e incluso calcular fórmulas para definir lo que es el triangulo de la condición humana. Tal vez esto pueda funcionar hasta cierto punto con el cuerpo, el componente físico. Con los otros dos componentes, la experiencia de cada persona es el único punto de referencia que se puede utilizar.

Todos los días, en todo segundo, cada persona está teniendo una experiencia de vida única que es construida sobre la base de su triangulo de condición humana. Si el triangulo es fuerte, la experiencia de vida es buena. Si el triangulo tiene alguna debilidad, la experiencia no será plena. Si el triangulo es disfuncional, la experiencia de vida será mala.

Reconocer los tres componentes del triangulo de condición humana y poder hacer un auto-análisis de cada uno de ellos es un ejercicio muy poderoso. Al momento que se reconoce que la vida que se tiene es producto directo de la fortaleza de cada uno de los lados de el triangulo, entonces se puede empezar a fortalecer uno a la vez.

Los tres componentes son diferentes y se deben trabajar por aparte. Cada uno de ellos necesita un cuidado especial. Al mismo tiempo, el triangulo no se puede separar. Tampoco, como ya lo dijimos, los componentes del triangulo se pueden circunscribir a definiciones o métricas numéricas. Lo único que nos queda es trabajar todos los días en nuestra mente, cuerpo y alma.

El truco más formidable de la mente

La mente es realmente impresionante. Prácticamente no hay nada que no pueda hacer. Si vemos a nuestro alrededor, todo lo que la humanidad ha construido es producto de la mente humana.

Empezando con el lenguaje, pasando por la matemática y finalizando con la expresión artística, no hay nada creado por el hombre que no tenga su origen en el poder de la mente. La mente tiene muchos trucos como poder hacer que sintamos un olor con tan solo recordar un lugar, nos puede ayudar a motivarnos al recordar un resultado positivo y nos permite imaginarnos cosas que aún no existen para que las podamos construir. La mente realmente es maravillosa.

Pero, ¿saben cuál es el truco más formidable de la mente? Nuestra mente nos puede convencer de que necesitamos de algo, cualquier cosa, para poder ser felices. Me parece increíble que la mente puede llegar a hacer esto y así causar tanto dolor y sufrimiento.

¿Alguna vez has perdido algo y te dijiste que nunca podrías ser feliz sin ello (una relación, un trabajo, una posesión, etc.)? Y luego pasó algo de tiempo y zas, volviste a ser feliz sin tenerlo. Tal vez ni te diste cuenta del cambio pero sí, pudiste volver a ser feliz sin aquello que considerabas esencial para tu felicidad. Esto nunca lo podrías haber creído así en el momento en que lo perdiste.

Puede ser que lo olvidaste, lo lograste sustituir, ¿o que se yo?, el punto es que nunca realmente lo necesitaste para ser feliz. Todo el tiempo estuviste engañado por tu propia mente y tu programación para creer que necesitabas de eso para ser feliz.

Este tipo de creencias se llaman apegos. Un apego es justo eso, una falsa creencia de que necesitamos de algo o de alguien para ser felices. Los apegos nunca son reales y no son más que historias muy enraizadas en la programación de nuestra mente que nos hacen creer que nuestra felicidad depende de que las cosas en el mundo exterior ocurran de cierta manera.

Así que ahí lo tienen. El truco más formidable de la mente no es ni el cálculo matemático ni el álgebra lineal ni la capacidad de escribir la divina comedia o de construir un rascacielos. El truco más formidable de la mente es hacernos creer que nuestra felicidad depende de algo más que nuestras propias ganas de ser felices. ¡Increíble!

La lucha por bajar de peso (mental)

Al escuchar “bajar de peso” inmediatamente pensamos en dietas, ejercicio y ropa apretada. Creanme, yo he estado ahí. Al día de hoy he bajado 130 libras desde que alcance mi peso máximo de 300 libras. Hoy peso 170 libras. Esa batalla ya fue ganada.

Ahora les digo que ganar la lucha por bajar peso corporal es difícil. Requiere de disciplina, autocontrol y constancia. Pero con todo esto, que es bastante, bajar peso corporal es un juego de niños comparado a bajar peso psicológico.

Sí, “bajar de peso” no solo aplica al cuerpo. También aplica para la mente. El peso de pensamientos negativos, miedos, angustias, remordimientos, apegos, dudas, etc. que cargamos con nosotros día tras día es lo más difícil de vencer.

El cuerpo se acostumbra a ciertos hábitos de alimentación y ejercicio. Cuando los hábitos son dañinos, el cuerpo se reciente y en muchas ocasiones sube de peso. De igual manera, la mente se acostumbra a ciertos patrones de pensamiento e interpretación que cuando son destructivos hacen que nuestra experiencia de vida sea pesada y mayormente negativa.

Al igual que cuidamos nuestro cuerpo, debemos cuidar la mente. De esto depende nuestra felicidad. El problema es que, a diferencia de lo que sucede con el cuerpo, con la mente ni siquiera nos damos cuenta que necesitamos bajar peso. Al principio nos resulta imposible ver que estamos mal y que necesitamos cambiar. Tomamos nuestra situación actual como “normal”.

Y no estoy hablando de desordenes psicológicos o psiquiátricos extremos. Estoy hablando de la experiencia diaria que todos tenemos viviendo nuestras vidas. Seamos honestos. Nuestras experiencia no es tan “ligera” que digamos.

Vivimos adictos a la aprobación de otras personas y cualquier rechazo nos desarma por días a la vez. Nuestras mentes están constantemente fabricando historias de horror que nos mantienen ahogados en miedos que nunca llegan. Los errores del pasado jamás nos liberan de culpas que no existen. Nuestras relaciones están manchadas con enojos y envidias. Sufrimos por creer que necesitamos esto o aquello para ser felices. Esto no es cierto. Esta no es manera de vivir.

Bajar peso psicológico requiere que despertemos, que aceptemos que no estamos bien y que deseemos vivir nuestras vidas más cerca de la realidad. Esto resulta ser difícil. Muy difícil. La programación que hemos recibido desde pequeños luchará contra nosotros hasta el final.

Cambiar nuestra psicología es bastante más difícil que bajar 130 libras. De hecho, no podemos bajar 130 libras sin antes cambiar nuestra manera de pensar. Es ahí en donde debemos trabajar primero.

Pero vale la pena. La recompensa de la liberación mental es bastante más gratificante que bajar cualquier cantidad de peso corporal.