Vivir sin complicaciones es mejor

La vida no es complicada. El trabajo no es complicado. Las relaciones no son complicadas. Somos nosotros los que complicamos las cosas. Si tenemos la elección, creo que vivir sin complicaciones es mejor.

La vida no tiene intencionalidad y fluye siguiendo su camino natural. Cuando escogemos poner resistencia a este flujo perfecto, las cosas se complican. En cada momento tenemos la elección de resistir o aceptar. Las complicaciones vienen cada vez que elegimos resistir.

El capitán a cargo de un barco que insiste en navegar contra el viento no llega a ningún lugar. Luchar contra el viento es complicado. El capitán que acepta que la dirección del viento no está a su favor y ajusta la vela para poder llegar a puerto, simplifica la situación.
Hay momentos cuando todo se complica y nuestra reacción es decir “las cosas están complicadas”. Nos sentimos abrumados y no vemos más que complejidad a nuestro alrededor. Estos momentos son ideales para preguntarnos, ¿A qué me estoy resistiendo? ¿Qué no estoy viendo que está causando este enredo?

Hacernos estas preguntas no implica que decidamos dejar la situación como está. Hacernos estas preguntas nos empodera a soltar nuestros apegos y obtener la claridad necesaria para poder llegar a puerto seguro —de una manera simple y eficaz.

Si yo cambio, todo cambia (The Matrix 15 años después)

Hoy volví a ver The Matrix por primera vez en por lo menos 15 años. Algo que estoy apreciando bastante es que la vi con mi hijo Christian quien está por cumplir 12 años. Finalmente coordinamos para tener un poco de tiempo juntos y sentarnos a ver este clásico de ciencia ficción. Verla con él me dio el incentivo de estar más enfocado y así poder irle ayudando a entender las partes más complejas de la película.

Aunque no había visto The Matrix en más de 15 años esta es un película que he visto por lo menos unas 30 veces. Mi impresión era que a estas alturas ya no había nada nuevo que descubrir. ¿O sí?

La experiencia que recién tuve viendo la película, mi interpretación de la historia y diálogos al igual que el significado que le di a la escenas principales (“There is no spoon”) fueron totalmente nuevas. Casi que les podría decir que hoy NO vi una película de ciencia ficción, hoy vi una documental.

Claro que la película no ha cambiado, el que ha cambiado soy yo. ¡Y qué adecuado es estar escribiendo esto! El tema central de la película es que la percepción lo es todo. Vaya que esto es algo sobre lo que he estado pensando, escribiendo y aprendiendo todo lo que puedo.

Hoy no vi una loca historía sobre un posible futuro desastroso en el cual los seres humanos pasan a ser solo baterías para las máquinas. Hoy vi una profunda reflexión acerca de la condición humana y cómo nuestros pensamientos definen nuestras vidas. Hoy vi una compasiva historia acerca de cómo cada uno de nosotros es prisionero de sus miedos y falsas creencias. Hoy vi una invitación a ser valientes y escoger la píldora roja. Hoy recordé que la realidad, por difícil que sea, siempre será infinitamente mejor que la fantasía en la que todos estamos perdidos. Hoy entendí que la liberación final de todos nuestros sufrimientos está adentro de nosotros.

Nuestra experiencia de vida será lo que queremos que sea. No hay duda de esto. Si queremos tomar la píldora azul y evitar la realidad está bien. Claro que esto tendrá sus consecuencias (¿Recuerdan a Cypher?). También podemos escoger la píldora roja, despertar y afrontar la realidad. Esta es la única manera de poder influenciar el mundo que nos rodea, estando en contacto directo con él.

Si queremos cambiar nuestra realidad y moldearla a nuestra voluntad debemos tratarla como un cuchara de plata y recordar esa frase que hoy me dejó sin aliento. “No trates de doblar la cuchara. Eso no se puede hacer. Lo que debes recordar siempre es la verdad: Que en realidad la cuchara no existe.”

A veces esperar es la mejor opción

Vivimos en un mundo que insiste, una y otra vez, en condicionarnos a que cualquier cosa que deseemos la debemos tener ahora. Entre la gratificación inmediata que generan las redes sociales, el constante bombardeo publicitario y el acelerado ritmo de vida que llevamos, esperar simplemente ya no es una opción.

Esta falsa sensación de que todo se debe resolver en este preciso instante esta causando estragos en la salud mental de muchas personas. Las noches se vuelven infinitamente largas cuando ni siquiera se puede esperar a que llegue el amanecer.

Son muy pocas las situaciones, fuera de emergencias muy serias, las que requieren ser resueltas de inmediato. De hecho, la gran mayorías de situaciones que una persona debe afrontar en su vida se pueden resolver de mejor manera con calma. Pero no, insistimos en escoger el camino de la premura y la ansiedad. Nos negamos a dejar las cosas ser y sentarnos unos cuantos días a pensar. Actuamos con el único fin de poder sentir la satisfacción de que al menos “hicimos algo” AHORITA. Esto definitivamente no es una manera sana de vivir. Definitivamente, a veces esperar es la mejor opción.

Esencia

Cada persona, debajo de los cientos de capas de programación que ha recibido, tiene una esencia. Esta esencia es lo que le da vida a la verdadera identidad de cada ser humano, es inmutable y es el lugar al que cada uno de nosotros regresa para sentirse verdaderamente en paz.

Es en este lugar, lejos de la ansiedad de tener que cumplir con cualquier tipo de expectativa externa, a donde las personas van para comulgar con aquello que las acompaño al momento de nacer, su verdadero yo. Es en realidad algo maravilloso poder pasar un poco de tiempo ahí.

Aún así, el paso de los años es macabro y puede borrar las memorias de lo que se siente sumergirse en nuestra propia esencia sin tenernos que preocupar de lo que piensen los demás. Realmente es una tragedia que conforme dejamos la niñez atrás vamos olvidando cómo se siente la libertad de ser genuinamente uno mismo.

Pero como en toda historia, hay una luz al final del túnel. La esencia de una persona nunca se extingue, incluso, cuando la persona muere su esencia sigue viva en la memoria de sus amigos y familiares. La esencia es eterna y siempre nos está esperando para que volvamos a ella y así podamos una vez más volver a sentir la libertad de ser nosotros mismos.

Los frutos del silencio

“La incapacidad de pensar es la causa principal de muchos de los problemas que hay en el mundo”, dicen por ahí. No estoy de acuerdo. De hecho, creo que la torrente incesante de pensamientos que no nos dan un segundo de paz es la causa de la mayoría de problemas que hay en el mundo.

Las decisiones, ideas y acciones que cambian el mundo para bien son el fruto de los momentos de silencio en los cuales una paz ancestral inunda la mente. Es en el silencio en donde las personas pueden conectar con su verdadero ser. Es el silencio la tierra fértil en la cual nacen los más grandes actos de generosidad y las ideas más revolucionarias que pueden cambiar el rumbo de la historia.

El ruido y los pensamientos inconscientes que no dejan de surgir, uno tras otro, son los verdaderos enemigos. Su incesable presencia en nuestra mente no deja que la sabiduría del silencio se pueda escuchar. Es en medio de todo este ruido que la creencia de que las cosas pueden llegar a estar mejor se extingue poco a poco hasta no dejar rastro alguno.

Cuando veamos a nuestro alrededor y nos deleitemos de lo maravilloso que hoy es el mundo tratemos de no olvidar que todo lo que tenemos no son más que los frutos del silencio que millones de personas que vivieron antes que nosotros se atrevieron a escuchar.

El silencio que habla

Todo el tiempo hay ruido adentro de nuestras cabezas. No importa qué tan recio sea, si no ponemos atención nunca nos daremos cuenta de que está ahí.

Es este ruido el que muchas veces no nos deja pensar con claridad. Es este ruido el que nos confunde y nos genera ansiedad. Es este ruido el que nos habla mañana tarde y noche acerca de todo lo que está mal. Es este ruido el que después de cada fracaso nos grita que no servimos para nada.

Pero hay un silencio muy especial que yace más allá de todo este ruido. Es un silencio maravilloso, tan silencioso que en él siempre se pueden escuchar murmuraos de palabras de sabiduría. Es un silencios que trae consigo paz y tranquilidad, que nos arrulla en sus brazos y nos recuerda que somos algo muy especial.

Hay un silencio que habla, que tiene todas las respuestas y siempre sabe qué decir. No es un silencio vacío, al contrario, es un silencio que está lleno con todo lo que existe en el universo. Es un silencio que si, estamos dispuestos a escuchar que dice, siempre nos servirá de guía en nuestras vidas.

Shhh, calla el ruido. Cierra los ojos. Busca dentro de ti y escucha el silencio que te quiere hablar.

A veces hay que ver para creer

Hay muchas cosa fantásticas en los libros que leemos y en los consejos que recibimos. Estas palabras nos hacen sentido. Las entendemos y las aceptamos como verdaderas. Sin embargo, a menudo toda esta teoría se reduce a un volcán de ceniza cuando la tratamos aplicar.

Tan solo pensemos por un momento. ¿Cómo serían nuestras vidas si pusiéramos en práctica un 50% de lo que hemos “aprendido” en teoría? No sé cual sea su respuesta pero yo creo que yo tendría la vida de mis sueños.

Es extraño, aún cuando entendemos a nivel racional que algo nos puede dar todo lo que siempre hemos querido, en la práctica no lo podemos hacer. Es como que si en algún lugar recóndito de nuestro ser dudáramos. A pesar de entender la teoría dudamos. Muchas veces tenemos que ver para creer.

Estaba pensando en esto porque llevo años estudiando esta idea de que nosotros podemos escoger nuestras respuestas emocionales. Que la felicidad es una decisión y que nuestro estado emocional está 100% dentro de nuestro control. He dedicado muchas horas a contemplar esta idea y a hacer un sin fin de prácticas para tratar ponerlo en práctica. Hace un momento algo maravilloso pasó, repentinamente la teoría se convirtió en algo real.

Mi experiencia fue como ver una película en cámara lenta. Hace unos minutos estaba devolviendo el carro que había alquilado. En el momento que lo entregué el personal que lo recibió encontró unos daños a la parte de abajo del “bumper”. Yo no recuerdo haber dañado el carro. Tampoco revisé el carro al recibirlo. Para hacer corta la historia, tuve que pagar un deducible de seguro por un monto de $250.00 por el daño que no sé con certeza que yo ocasioné. Esto fue suficiente para que mi mente se pusiera en modo “empecemos a sufrir a toda máquina.”

Y ahí fue donde la magia sucedió. Una serie de pensamientos entraron automáticamente en mi cabeza. Los escuché tan claramente que resonaron en lo más profundo de mi ser, “¿De verdad vas a dejar que esto arruine tu día? ¿Por qué estás condicionando tu felicidad a que todo salga como quieres? ¿Por qué no quisieras estar feliz a pesar de que esto pasó?

Y de alguna manera inmediatamente todo volvió a estar bien. El enojo y la frustración se derritieron en un mar de tranquilidad. La felicidad se apoderó de cada fibra de mi cuerpo.

Sin nada más que hacer la teoría se puso en práctica y tal y como los sabios me lo habían prometido pude ser verdaderamente feliz ante una situación objetivamente negativa.

Dolor y meditación

La semana pasada viajé a Birmingham, Alabama para conocer la universidad en donde está estudiando neurociencia mi sobrino (University of Alabama at Birmigham). Después de haber conocido el campus tuvimos una muy interesante conversación en la cual me estuvo contando acerca de un proyecto de investigación en el que está trabajando.

El proyecto consiste en evaluar si la práctica de meditación puede ayudar a personas mayores que tienen artritis a experimentar menos dolor. Los detalles técnicos del experimento no los conozco pero creo haber entendido las generalidades.

Según entiendo, el experimento inicia con una prueba de FMRI (Imagen por resonancia magnética funcional) que se le realiza a todos los participantes. Durante este proceso se puede identificar el grado de dolor siendo experimentado por sus cerebros. Luego de registrar estos datos unos especialistas ayudan a los participantes a desarrollar una práctica de meditación conocida como “mindfullness” y se le pide a cada uno de ellos que practique durante un tiempo determinado.

Al completar su entrenamiento y el período determinado de práctica se le pide a las personas que regresen y vuelvan a hacer otro FMRI para ver si ha habido una variación en su experiencia de dolor. Finalmente se comparan los datos y se busca una correlación entre la práctica de meditación y el dolor siendo experimentado.

Según me cuentan, parece ser que existe una fuerte correlación entre la cantidad de tiempo meditado y la disminución del dolor siendo experimentado. Creo que esto no es una sorpresa para nadie que esté familiarizado con la meditación. Lo que me pareció muy interesante es que ya se esté fusionando la medicina, la ciencia y la tecnología con una práctica milenaria tradicionalmente espiritual como lo es la meditación.

Estoy muy entusiasmado por saber los hallazgos formales del experimento cuando lo terminen. Soy un constante practicante de la meditación y es algo que siempre le recomiendo a las personas que me importan. Creo que les puede cambiar la vida.

Si se llega a determinar científicamente que la meditación puede disminuir el dolor físico que experimentamos, creo que la adopción de la práctica crecerá bastante y muchas personas más podrán experimentar más paz en su interior.

Esperar por miedo

Hace una semana estaba reflexionando sobre la importancia de actuar hasta después de haber reflexionado y el daño que causa movernos inmediatamente sin antes pensar. Pueden leer sobre eso aquí. Sigo firme sobre lo que escribí pero hoy quiero complementar esa idea con algo que entró en mi cabeza mientras estaba meditando.

En medio de mi meditación de hoy empecé a ver imágenes de cuando era niño. Eran recuerdos. No puedo haber tenido más de unos diez u once años. Recordé estar sentado por horas en la puerta afuera del cuarto de mis papás. Esperando. Esperando tener el valor de entrar a preguntar para pedir algún permiso o comentar sobre algo que había pasado. No sé en realidad cuanto tiempo pasaba sentado esperando pero tengo muy viva en mi memoria la sensación de que eran horas las que pasaban. No me podía mover o entrar hasta que el miedo bajara un poco. Si el miedo era intenso, entonces no podía actuar.

Recordar tan intensamente estos recuerdos hoy me ayudó mucho. Me ayudó a ver que el miedo que le tenía a mis papás de alguna manera me condicionó a buscar postergar mis acciones y decisiones cuando me siento inseguro. Ahora puedo ver claramente lo mucho que retraso las cosas más importante en mi vida cuando tengo miedo. Mi respuesta por omisión ante el miedo es esperar todo lo que pueda hasta sentirme lo suficientemente fuerte para actuar. Esto a veces me detiene por meses a la vez.

Como ya lo dije al empezar hoy, me mantengo firme: actuar sin antes pensar es algo contraproducente. Pero también es contraproducente paralizarse en los momentos en que se requiere ser decisivos y actuar. Una vez que se tiene claro cuál es el siguiente paso no tiene sentido sentarse afuera del cuarto de tus papás a esperar que el miedo pase antes de actuar.

El momento de actuar

Para todo hay un momento ideal. Hay momentos de reflexión y hay momentos de acción. Saber escoger el momento correcto para actuar es casi tan importante como la mismísima acción.

Que algo suceda no implica que inmediatamente se deba actuar. Eso es simplemente reaccionar. Es sabio dejar este tipo de comportamiento a los animales. Con un poco de trabajo y entrenamiento el ser humano puede reemplazar la reactivadad por la contemplación.

Contemplar una situación no es lo mismo que dejarla ser. Tampoco significa postergar una acción requerida AHORA innecesariamente. Contemplar simplemente es detenerse unos segundos, tomar un par de respiros profundos y evaluar. No se necesita más que un par de minutos de pensamiento consciente. Eso es todo, nada más, nada menos.

Entonces, ya está claro que el momento correcto para actuar viene después de haber contemplado la situación. ¿El enemigo a vencer? La reacción emocional a lo que sea que está sucediendo. Ese impulso inicial (la reacción) es lo que se apodera de todo el cuerpo y se interpone entre una persona y su capacidad de contemplar. Ceder a este impulso y actuar antes de tener cualquier oportunidad de pensar es un desastre por suceder.

El momento para actuar siempre viene después de contemplar.