Leer para escribir, aprender para enseñar

Hoy que me senté enfrente de mi computadora a escribir sentí un pequeño vació que pronto se convirtió en pánico. Una desorientación muy extraña se apoderó de todo mi cuerpo. Me sentí perdido y no sabía qué hacer. Con un profundo respiro y un rápido abrir y cerrar de ojos pronto regresé a enfocarme en lo que vine a hacer: escribir.

Después de unos minutos de silencio y una reflexión profunda entendí qué me estaba pasando. Hoy por la mañana cambié mi rutina habitual. Salí muy temprano a la oficina y no tuve tiempo de leer. Usualmente después de despertarme y haber preparado mi café leo entre 45 minutos y una hora. Este simplemente no fue el caso el día de hoy.

Sé que no todos los días escribo sobre lo que leí en la mañana. Es más, pensándolo bien creo que la mayoría de los días no escribo sobre lo qué leí en la mañana. Lo que sí aprendí hoy es qué leer algo es muy importante para poder escribir. Alimentar la mente con nuevas ideas e información nos permite sintetizar material, generar nuevas ideas y despertar la creatividad. Esto es lo que me hizo falta hoy. No haber leído por la mañana estaba afectando mi capacidad de escribir.

Ya después de haber entendido que me estaba pasando no me parece nada extraño lo que ocurrió. Tratar de escribir sin materia prima y un estado creativo adecuado es como tratar de enseñar algo que aún no hemos aprendido. Para poder crear antes nos tenemos que alimentar.

Leer para escribir

Hoy es un día extraño. Estoy escribiendo y aún no he leído. Estoy experimentando una sensación bastante extraña. Siento como que si hubiera un vacío, una carencia de ideas.

Déjenme les explico. Al igual que todos los días me siento a escribir, también todos los días me siento a leer. La gran mayoría de las veces leo antes de escribir y aunque no necesariamente siempre escribo sobre lo que leí, alimentar la mente con nuevas ideas a través de la lectura es un preámbulo enriquecedor para el proceso de escribir.

Nada se puede crear en el vacío y el proceso creativo depende de la combinación de ideas y conocimientos anteriormente adquiridos. Mientras más ideas, experiencias y conocimientos tiene una persona almacenados, creo que mayor será su capacidad de crear.

Yo veo la lectura como una constante exposición a nuevos conceptos y puntos de vista diferentes a los que ya hemos aprendido. Leer nos enseña nuevas formas de cómo ver el mundo. Cuando podemos ver el mundo con ojos frescos, nuevas ideas que antes no existían adentro de nuestra cabeza cobran vida. Leer nos abre las puertas a tantas cosas maravillosas.

Y es entonces que podemos empezar a escribir. Las ganas de querernos expresar y materializar toda esa síntesis que formulamos a partir de los nuevos conocimientos adquiridos son incontenibles. Sin duda alguna, al menos yo, tengo que leer para después poder escribir.

Profundo versus amplio

En los últimos meses he leído bastante más de lo normal. He subido mi promedio de un libro al mes a cuatro. Un nuevo hábito muy poderoso ha nacido. Ahora, ¿qué hacer con él?

Cada 7 u 8 días me estoy encontrando con la decisión de “¿que leer ahora?”. ¿Busco un autor nuevo? ¿Leo algo nuevo de un autor que ya conozco? ¿Exploro un tema totalmente nuevo? ¿Vuelvo a leer un libro que ya leí anteriormente? Debo confesar, siento algo de ansiedad ante este proceso.

Creo que la especialización y el dominio profundo de un tema son muy valiosos. Entender algo a fondo abre un sin fin de posibilidades. También reconozco que la diversidad de conocimiento y la aplicación de múltiples disciplinas a un problema dan muy buenos resultados y son una de las puertas más directas a la innovación.

Por el otro lado, consistentemente ver el mundo a través de el mismo lente y desde el mismo punto de vista puede resultar muy limitante. Crea sesgos cognitivos muy fuertes y fortalece las creencias limitantes sobre los paradigmas que se tienen arraigados.

También, estar disperso tiene sus propias desventajas. No permite conocer los conceptos de raíz y poder entender cuál es la mejor manera de aplicarlos en una situación determinada. Como se hace evidente, nada en este mundo es perfecto. ¿Qué hacer?

No creo que haya una respuesta directa. Tampoco quiero caer en la tradicional respuesta ambigua de “depende”. Lo que si sé es que lo mejor que se puede hacer es escuchar. ¿A quién? A nosotros mismos.

Este dilema de profundo versus amplio no solo existe cuando se quiere adquirir nuevo conocimiento o seleccionar el siguiente libro que se quiere leer. Realmente está presente en todos los aspectos de la vida humana. No lo podemos escapar. Está en nuestras relaciones (paso todo el tiempo con un solo amigo versus tengo miles de amigos que apenas conozco), en el trabajo (paso 100% de mi tiempo haciendo una sola cosa o ando brincando de oportunidad en oportunidad), en la familia (un caso muy similar al de los amigos), hobbies (descuido áreas importantes de mi vida por estar solo enfocado en mi hobby o no le dedico nada de tiempo a ninguna actividad que me permita crecer), etc.

La vida constantemente nos presenta dificultades y oportunidades. Decisiones a tomar. La decisión de profundizar o ampliar siempre es muy importante. Hay que tenerla siempre presente.

Para actuar bien, antes hay que saber escuchar. Para saber si profundizar o ampliar no hay más formula que entender cada situación y estar presente con lo que está ocurriendo y hacia dónde se quiere ir. No se puede evitar esta decisión. Acéptala y escoge sabiamente, cada vez.