Nada es imposible, solo hay algunas cosas que son menos probables que otras

Desde que tengo uso de razón he vivido mi vida bajo este lema. Realmente creo que nada es imposible, solo hay cosas que son menos probables que otras. Ver el mundo a través de este lente me ha permitido construir una vida que era muy poco probable para mí.

Creo que el secreto para vivir en un mundo en donde todo es posible está en interpretar los golpes que indudablemente llegarán como aprendizajes. Las barreras con que nos encontramos y nos derriban sin piedad solo son pruebas que nos invitan a aprender y salir mejores personas al otro lado de la tormenta.

Si entendemos esta realidad los fracasos eventualmente dejan de doler. Poco a poco se empiezan a transformar en aliados, en maestros que nos van enseñando el camino a seguir. Con un poco de tiempo y práctica, incluso los podemos llegar a desear. Después de todo, son lo único que nos lleva a crecer.

Las personas ven algo cómo imposible cuando se rinden. Cuando lo dejan de intentar. Cuando no pueden tolerar el fracaso. Cuando ondean la bandera blanca. Ese no es el tipo de persona que soy. Para mí, nada es imposible porque no importa cuántas veces lo tenga que intentar, siempre tendré un “otra vez más” bajo la manga.

Sí, hay cosas que son muy poco probables. Estás son las que más trabajo requieren. Pero aún así, ninguna de ellas es imposible. Solo requieren de un poco más de fuerza de voluntad.

Avanti.

Cuando la tecnología nos confunde…

La tecnología nos permite pronosticar el clima por minuto, nos deja enviar mensajes instantáneamente a cualquier parte del mundo y ha extendido nuestra expectativa de vida promedio muchísimo. No es casualidad que en este mundo moderno estemos tan confundidos.

Sí, si no estuviéramos tan apantallados diríamos que la tecnología que hoy tenemos es magia de otro mundo y aunque no lo reconocemos a plena vista, en el fondo creemos que estamos rodeados de maravillas tecnológicas que todo lo pueden. He aquí de donde nace tanta confusión.

Déjenme elaborar. Desde que empieza el día, gracias a la tecnología, tenemos la impresión equivocada de que podemos controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor. ¿Tenemos calor? Prendemos al aire acondicionado. ¿Queremos conversar con nuestros familiares que están al otro lado del mundo? Presionamos un par de veces la pantalla de nuestros teléfonos. ¿Queremos ir al trabajo? Nos subimos al carro o prendemos la computadora. ¿Estamos escasos de comida? La pedimos por el celular. Todo esto es realmente maravilloso —pero debemos tener cuidado.

La falsa sensación de omnipotencia que hemos desarrollado nos está debilitando. Esta confusión (creemos que todo está bajo nuestro control) nos lleva a darnos por vencidos inmediatamente cuando algo no sale cómo queremos. Después de todo, el mundo debiera tirarse a nuestros pies. En lugar de luchar por sobrepasar el obstáculo nos sentamos a hacer berrinche (esto se debiera poder resolver con tan solo presionar un botón).

Cuando la tecnología nos confunde creemos que todo debiera salir como queremos. Cuando la tecnología nos confunde creemos que todo debiera ser fácil. Cuando la tecnología nos confunde nos rendimos y dejamos de luchar. Esto es un error. La tecnología es una gran herramienta pero nunca podrá reemplazar ni la perseverancia ni la voluntad de acero que solo un ser humano puede generar.

Los que de verdad quieren encontrarán opciones, los que no encontrarán excusas

Como ya he escrito antes, la voluntad es un poderoso aliado. La voluntad también determina, en gran parte, el comportamiento de los seres humanos. ¿Y qué hace la voluntad para determinar los comportamientos de las personas? Pues les ayuda a ver las cosas de una manera distinta. El punto de vista con que se percibe una situación es el más grande determinante de cómo una persona responderá.

Cuando la voluntad de una persona es fuerte, los obstáculos más grandes solo son retos a sobrepasar. Cuando la voluntad es débil, el más pequeño obstáculo significa el fin del camino. Cuando la voluntad es fuerte, la idea de darse por vencido no es algo que se considere. Cuando la voluntad es débil, no se puede dejar de pensar en “cuando va esto a terminar”. Cuando la voluntad es fuerte, todo resulta más fácil de lo que realmente es. Cuando la voluntad es débil hasta la más simple tarea se siente como una balacera adentro de un elevador.

El mundo está lleno de logros maravillosos que parecieran ser imposibles de alcanzar. Pero estos logros sen han hecho realidad gracias a la voluntad de personas que realmente querían alcanzarlos. Estas personas, gracias a su voluntad, encontraron opciones de cómo hacer sus sueños realidad y nunca pensaron en poner excusas.

Si siempre encuentras una excusa de porqué no estás avanzando en ese sueño del que tanto hablas, tal vez no lo deseas tanto como crees. Recuerda, los que de verdad quieren encontrarán opciones, los que no, encontrarán excusas.

Correr como entrenamiento para la voluntad

Aunque en ningún momento me detuve por completo, desde que empezó la pandemia he reducido considerablemente la cantidad de kilómetros que corro a la semana. Y con esa reducción de kilómetros mi resistencia y fuerza también se han visto deteriorados.

Por ejemplo, hoy salí a correr 4 kilómetros. Hace año y medio esta distancia era solo un calentamiento. Hoy fue una lucha constante poder completar esa corta distancia. Y así es, lo que no se usa se pierde. Al mismo tiempo, construir resistencia física requiere de mucha constancia y voluntad. ¿Qué les puedo decir? La resistencia física se pierde en un abrir y cerrar de ojos.

Y así es como hoy llego a hechar de menos algo que ya daba por sentado, una excelente condición física. No me mal entiendan. Para nada estoy mal. Si tuviera que correr 10 ó 15 kilómetros creo que lo podría hacer. Lo único que estoy diciendo es que el precio que mi cuerpo está pagando por cada kilómetro que corre hoy está bastante caro.

Esto no está del todo mal. Creo que es una buena oportunidad para volver de nuevo al principio y no solo ejercitar mi cuerpo sino que también ejercitar mi voluntad. De volver a luchar contra esos pequeños dolores musculares e incomodidades que el cuerpo presenta cuando se le exige un poco más de lo normal. De sentir cómo a veces el aire hace falta y las piernas y la espalda por momentos se niegan a colaborar.

Sí, en estas siguientes semanas correr no sólo será un entrenamiento físico, será un entrenamiento de voluntad. Cuando logramos vencer al cuerpo, también podemos vencer cualquier otro obstáculo que se presente en nuestro camino.

Es momento de volver a trabajar la mente, el espíritu y el cuerpo como uno.

En medio de todo el ruido

Hay días que pasó horas deseando que todo fuera diferente. Esos días quisiera que las cosas fueran tal y como quiero sean, que las condiciones a mi alrededor fueran idóneas para lo que quiero hacer. Reconozco que esto es una seña de debilidad y una gran perdida de tiempo. Desear esto no me lleva a ningún lugar.

Hoy es un buen ejemplo. Quería que no hubiera habido tanto tráfico y poder haber pasado más tiempo haciendo otras cosas que no fueran estar sentado en el tráfico. La realidad fue otra y no había nada que yo pudiera hacer para cambiarla.

Así que después de mucho tráfico finalmente llegué a casa y me senté, cómo lo hago todos los días, a escribir. Ya sentado enfrente de la computadora hubiera querido tener unos 35 minutos de silencio para poder concentrarme y meterme de lleno en mi escritura. Una vez más, el mundo tenía algo muy diferente planeado para mí.

Mientras escribo esto tengo a un niño jugando Minecraft ene la computadora que está a mi lado. Está hablando con un amigo por FaceTime y creanme, no a bajo volumen. Adicionalmente la televisión está prendida y hasta hace unos 20 minutos mi mente estaba distraída enfocándose en la frustración.

Afortunadamente hace unos 20 minutos tuve la lucidez de recordar que soy yo el que está en control y en lugar de seguir culpando mis circunstancias reforcé mi voluntad y me di a la tarea de escribir el post de hoy independientemente de cuanto ruido hubiera a mi alrededor.

Creo que esta es una muy buena lección de vida en general. Siempre nos podemos concentrar un poco más y hacer lo que debemos hacer, incluso cuando estamos metidos en medio de mucho ruido.

El mundo es de los arriesgados

Hoy tuve la oportunidad de sentarme a conversar con un gran emprendedor, Kevin Gonzalez. Kevin es el fundador de Molvu, una marca orgullosamente guatemalteca que hace productos y accesorios electrónicos.

Podrán escuchar mi conversación completa con Kevin en mi podcast Conceptos a partir del martes 16 de Febrero 2021 pero por el momento les quiero adelantar lo que aprendí de Kevin quien muchos años atrás fue mi alumno en la universidad.

El mundo pertenece a las personas que toman riesgos. Los emprendedores que logran materializar sus sueños creen en qué ganaran sus apuestas y que sus saltos al abismo darán frutos. Aunque muchas veces no saben cuál debe ser su siguiente paso no paran de caminar, incluso cuando están al otro lado del mundo con un bebé de 2 meses a su cargo.

Las oportunidades deben ser identificadas antes de poderse tomar. No se puede tomar ventaja de una oportunidad que no se ve y la razón principal por la que las oportunidades no se ven es por el miedo a lo que implicaría tomarlas. Tomar una oportunidad siempre es un riego. Justo por eso es que es una oportunidad, por qué podría no resultar. Para comerse el mundo es necesario tomar las mejores oportunidades que se presentan, o sea, constantemente tomar riesgos.

El camino que lleva desde una oportunidad hasta el éxito es arduo y puede ser muy largo. Requiere de persistencia, astucia, apoyo de muchas personas y aprendizaje continuo. No es fácil y sin duda alguna habrán momentos muy difíciles en los que rendirse parecerá ser la opción más sensata. Usualmente los que ganan son aquellos que no se rinden.

Tomar riesgos es una arte que consiste de fortitud emocional y voluntad. Tener éxito es el resultado de confiar en sí mismo para poder tomar los riesgos necesarios y no rendirse hasta que se llega al destino final. Sin duda alguna, el mundo es de los arriesgados.

Las promesas que más debes de sostener

Las promesas que más debes de sostener…

…son aquellas pequeñas promesas que haces contigo mismo. Cosas como “mañana me despertaré temprano a hacer ejercicio”, “ya no voy a comer tanta azúcar”, o “ahora sí haré el reporte que debo entregar”, etc.

Estas pequeñas promesas que nos hacemos todos los días, y que muchos rompemos a diario, son la razón por la que muchos de nosotros dejamos de creer en nosotros mismos. ¿Qué tipo de confianza puedo tener en mí cuando sé, por experiencia de primera mano, que rara vez cumplo lo que digo?

Para desarrollar confianza interior en nosotros mismos es necesario reconstruir nuestra palabra interna. Empezar a reprogramar nuestro cerebro y mostrarnos que cuando decimos que vamos a hacer algo, esto sucederá.

El camino para lograr recuperar esa confianza en nosotros no es complicada pero tampoco es fácil. Requiere de constancia, perseverancia y de mucha disciplina. Es un proceso de condicionamiento que es bastante simple pero, una vez más reitero, no es fácil.

Todo lo que hay que hacer es escoger una actividad que podamos hacer todos los días. Debemos tener todos los recursos necesarios para completarla a diario y no puede depender de otras personas. Debe ser algo simple de hacer. Luego debemos hacer una promesa con nosotros mismos de que pase lo que pase, haremos esa actividad todos los días —sin excepción alguna. Luego simplemente debemos cumplir nuestra palabra y hacerla todos los días. Eso es todo.

Después de un tiempo empezamos a internalizar que esta promesa particular que nos hicimos se cumple día tras día. Y con el paso del tiempo empezamos a creer cada vez más en nosotros mismos. Después de un tiempo de no fallar cambiamos por dentro y empezamos a creer en que lo que decimos que haremos sucederá porqué sabemos que somos personas que sostienen su palabra.

Como referencia les comparto que yo estoy escribiendo y publicando un post al día (288 días sin fallar), meditando por lo menos 20 minutos cada día (322 días sin fallar) y leyendo por lo menos 10 minutos cada día (364 días sin fallar).

Cuando el cuerpo aprende a obedecer

“La carne es débil”. Esto no es cierto. El cuerpo es lo que es. Siempre está buscando comodidad y sentirse bien. Su único interés es encontrar el camino más fácil y no entiende nada sobre las posibles consecuencias de sus acciones. Lo que a veces es débil es la fuerza de voluntad, la mente.

Afortunadamente la mente es parte del cuerpo y, una vez bien entrenada, puede guiar al cuerpo por el “camino del bien”. No es algo fácil de lograr pero sin duda alguna se puede alcanzar.

Desde un punto de vista evolutivo el cuerpo humano está construido para experimentar sensaciones físicas y la mente está diseñada para responder a estas sensaciones. Siento hambre, debo buscar comida. Veo un león y siento miedo, entonces debo escapar. Tengo sueño, hay que dormir. Y todo esto estuvo muy bien por millones de años cuando el ambiente en el cual vivió el ser humano ofrecía un balance natural al cuerpo. Pero hoy en día este ya no es el caso.

Hace 10,000 años caía el sol, salían las estrellas y el mundo estaba en silencio. Era hora de dormir en el piso bajo la luz de la luna y sin excepción alguna el sol hacía su trabajo día tras día y despertaba a todos los seres humanos a la hora correcta para que pudieran empezar a buscar sus alimentos. No existían tales cosas como los desvelos por fiestas o demasiadas series de Netflix. Tampoco existía el famoso “solo 5 minutos más”. El cuerpo simplemente respondía a su entrono natural y todo estaba bien.

Pero el cuerpo humano no ha alcanzado al mundo moderno de hoy y la evolución tecnológica le lleva una ventaja abismal a la evolución biológica. Hoy en día ya nadie tiene que caminar 30 kilómetros para encontrar un panal y luchar contra las abejas para obtener un poco de miel y conseguir la energía necesaria para cazar el siguiente tiempo de comida. Simplemente se camina 2 metros a la cocina y se exprime un lindo oso de plástico y ¡voila! Se tiene miel. Es por esta discrepancia entre el cuerpo y la privilegiada vida moderna de hoy que el cuerpo debe aprender a obedecer. El entorno simplemente no le exige igual que antes.

Es importante recordar que el cuerpo no manda. Nunca ha mandado. Las acciones del ser humano están dictadas por su voluntad y nada más. Lo que sucede es que a veces la voluntad le sede el paso a la comodidad y le hace caso a los berrinches del cuerpo. El problema no es que el cuerpo sea débil. El problema es la falta de fuerza de voluntad. Todo cambia cuando el cuerpo aprende a obedecer.

Que lo correcto se vuelva fácil

“Todo lo que es rico hace mal” dice la gente por ahí. La verdad es que usualmente lo placentero y lo fácil en el momento resulta, de alguna manera u otra, dañino en el mediano y largo plazo.

Lo contrario también es cierto. Lo que en el momento es incómodo, requiere de esfuerzo y es difícil de hacer pagará dividendos en el futuro.

Esta realidad nos pone en un predicamento muy complicado. Lo único que podemos experimentar en nuestros cuerpos es lo que está ocurriendo ahora (ya sea algo placentero o algo incómodo). Por el otro lado, el efecto futuro de lo que estamos experimentando ahora tan solo los podemos imaginar. No es tan real y no lo podemos “sentir”.

Por ejemplo, quiero mejorar mi salud y decido ponerme a dieta. Pero ahora estoy en una fiesta de cumpleaños y tengo un delicioso pedazo de pastel de chocolate enfrente. El olor del pastel y la reacción de todos mis sentidos entran en competencia con el ideal intangible de querer estar saludable. Usualmente ganan los impulsos físicos del momento —la comodidad y el placer. Me como el pedazo de pastel.

Es por esto que es extremadamente importante que logremos construir un compromiso muy fuerte con los ideales que queremos sostener en nuestras vidas. Es vital poder cristalizar esa visión de el tipo de personas que queremos de ser. En el momento que el compromiso con esos ideales pesa más que los impulsos físicos del momento, hemos ganado. Entonces, y solo entonces, lo correcto se volverá lo fácil de hacer.

Cuando no hay ganas

Hacer lo que debe hacer es fácil cuando se tienen las ganas de hacerlo. Todo es más fácil cuando el viento está a favor y el sol está brillando. Aunque actuar en estos momentos es necesario para mantener al mundo moviéndose, no es suficiente para lograr la excelencia.

La excelencia viene de hacer lo que se debe hacer incluso cuando no se tienen ganas de hacerlo. Viene de ir en contra de la corriente en un mundo en donde la gran mayoría escoge nadar solo cuando el camino es río abajo.

Esta es la diferencia fundamental entre las personas que logran grandes sueños en sus vidas y las que tienen vidas que se podrían considerar “normales”. Unas alcanzan todo su potencial constantemente cumpliendo mientras que otras cumplen solo cuando les resulta conveniente. Las grandes victorias vienen de actuar cuando no se tienen ganas de hacerlo.

Con esto dicho, no estoy proponiendo que la motivación y trabajar en condiciones positivas sea algo malo. El mensaje tampoco es que hay que buscar adversidad de “gratis” o ir tras luchas que son innecesarias para lograr lo que se quiere.

Simplemente estoy diciendo que habrán momentos en los que no habrán ganas de levantarse temprano. Habrán situaciones difíciles que no se querrán afrontar. Habrán momentos en los que probablemente desearemos nunca haber nacido. Es en estos momentos que se tiene la oportunidad de trascender.

Es acá, cuando no hay ganas, que el espíritu humano puede triunfar y hacer lo excepcional. Es acá, cuando no hay ganas, que se puede hacer lo que los demás no están dispuestos a hacer e inspirar con el ejemplo. Es acá, cuando no hay ganas, que una persona descubre de qué está hecho su corazón. Es acá, en esos momentos cuando no hay ganas, que se define el resto de la vida.

Que gran regalo son todos aquellos momentos cuando no hay ganas…