Termina el trabajo

Hoy recuerdo el mensaje que le dieron al grupo de niños que entrenó con Christian en Elmhurst, Illinois hace tres años. Recuerdo que aunque era una campamento de baseball mucho del trabajo que se hizo fue psicológico. Recuerdo que Chris tenía solo 9 años y sé que al día de hoy todo lo que vivió le sigue dando forma al hombre en que se está empezando a transformar.

Cada entreno tuvo un tema que se reforzaba durante todo el día. Uno de los temas que más me gustó fue el del segundo día: termina el trabajo. ¿Qué es esa idea de terminar el trabajo?

Es no dar nada por sentado hasta que lo que sea que se esté haciendo se haya completado. Es mantener la intensidad y concentración hasta lograr la victoria. Es no divagar y saber mantenerse enfocado hasta que suene la campana final. Es tener siempre presente que las cosas pueden cambiar en cualquier momento y que no se puede bajar la guardia hasta cruzar la meta. Es aprender a luchar por los sueños y nunca dejar de creer en ellos. Es comprometerse con un plan sabiendo que se hará hasta lo imposible por lograrlo.

Tres palabras sobre las cuales se puede construir una vida llena de logros. Simples. Poderosas. Directas. Termina el trabajo.

Los días más felices

Los días más felices son aquellos en los que podemos compartir con aquellos que son importantes para nosotros.

Los días más felices son productivos y terminan con un buen sueño que solo el cansancio nos puede regalar.

En los días más felices hay deporte y hay aprendizaje.

En los días más felices nos ponemos a prueba y superamos un reto que antes no habíamos podido superar.

Los días más felices son aquellos en los que podemos ayudar a alguien y en los que encontramos una solución que antes no habíamos podido ver.

Los días más felices también pueden tener desilusión y estar llenos de dolor. Realmente no importa porque los días más felices son todos aquellos días en los que decidimos ser felices sin restricción.

Los días más felices nunca están contados y de hecho no tienen nada que ver con quienes compartimos o qué pasa a nuestro alrededor. Es más, los días más felices son todos los días de nuestras vidas, si así lo queremos de verdad.

Que valga la pena

Todo lo que una empresa decida hacer tiene un costo de oportunidad. Si se decide hacer A sobre B, B no se hará. En este caso hacer A debe valer la pena pues B dio su vida para que A pudiera vivir.

Creo que esto es un tipo de ley natural que no solo aplica a las empresas. Ninguno de nosotros puede ni estar en dos lugares al mismo tiempo ni tampoco hacer dos cosas distintas exactamente en el mismo instante. Mmm, ahora que lo pienso bien, creo que lo que todos debiéramos hacer es hacer que cada instante de nuestras vidas realmente valga la pena.

La fuerza que corre por nuestras venas

El poder que cada uno de nosotros tiene adentro es inmenso. Todos venimos de un linaje de luchadores incansables que hicieron lo imposible para que nosotros pudiéramos vivir. De lo contrario no estaríamos acá.

Sin importar qué tan poco sepamos de nuestra historia familiar lo más seguro es que nuestro árbol genealógico esté repleto de héroes anónimos. Y su sangre corre por nuestras venas.

Si regresamos tan solo 2 ó 3 generaciones atrás, sin duda alguna encontraremos que muchos de nuestros antepasados pelearon en guerras que hacen que la pandemia que estamos viviendo hoy parezca un juego de niños. Y sí, las futuras generaciones también admirarán los grandes esfuerzos y sacrificios que nosotros estamos haciendo en este momento. Nosotros también seremos los héroes de las generaciones que vienen.

Vivir una vida completa es una tarea heroica y si nuestros papás y abuelos no fueran héroes, nosotros no estaríamos acá. ¡Qué seguido olvidamos esto! Nos enfrentamos a un pequeño obstáculo o contratiempo y nos sentimos impotentes. Tenemos una dificultad que resolver y nos damos por vencidos antes de siquiera intentar dar el primer paso. Y no solo esto, en nuestra vida diaria también nos reusamos a vernos como potentes agentes de cambio en el mundo. Constantemente negamos nuestro linaje.

¿Qué mejor día que hoy para recordar la infinita fuerza que corre por nuestras venas y honrar lo que nuestros antepasados hicieron por nosotros al decidir ser valientes ? Es momento de seguir su ejemplo. El valor que tanto admiramos en las acciones e historias que nos contaron sobre ellos cuando éramos pequeños vive en nuestro corazón. Somos igual o más valientes y temerarios que ellos. Tenemos que serlo, sus genes están en cada fibra de nuestro cuerpo.

Nuestro nombre y apellido están tan lejos de ser lo único que nuestros padres nos han dejado. Hay tantas cosas más, siendo la más importante de ellas, la fuerza que corre por nuestras venas.

El gato que luchó hasta poder dormir

Erase una vez un cariñoso gato que no le gustaba darse por vencido. Una vez que encontraba algo que quería no se detenía por nada hasta lograrlo. Es cierto, está actitud muchas veces le causa muchos problemas pero al final de cada aventura Fluffy usualmente se sale con la suya.

Y hoy el desenlace no fue para nada diferente. Fluffy, al igual que siempre, identificó algo que quería con todo su corazón y lo empezó a perseguir con todas sus fuerzas. Resulta ser que lo que quería este perseverante gato el día de hoy era dormir en mis piernas.

Hoy ha sido un día lluvioso y ha hecho un poco de frío. A esto le podemos sumar que tengo bastante sueño. Ayer me acosté bastante tarde y no dormí mucho. Ahora, no sé que tanto haya dormido Fluffy pero sospecho que durmió bastante más que yo. Eso es lo que hacen los gatos. Sin embargo, en el momento que vio que me senté en el sofá a escribir empezó a insistir con quererse subir sobre mis piernas a dormir.

¡Vaya que esta gato es persistente! Por lo menos lo bajé 7 veces y vez tras vez volvió a intentar trepar sobre mis piernas para tratar de dormir. Cómo les conté al principio de la historia, Fluffy no se da por vencido hasta conseguir lo que quiere. Claro, puede haber tomado medidas drásticas para contrarrestar su insistencia pero su cara de gato con botas de Shrek me ganó.

Así que después de la séptima u octava vez que lo bajé y que él se volvió a subir le di por ganada la batalla y lo dejé dormir sobre mis piernas. Pero eso sí, la siesta no le salió gratis. No olvidemos que yo quería escribir así que en el momento que se durmió el gato más perseverante del mundo se convirtió en una pequeña mesa sobre la cual puse mi laptop y empece a escribir estas palabras que están terminando de leer.

Agradecer siempre es mejor que lamentarse

Agradecer siempre es mejor que lamentarse

Las cosas siempre están en constante movimiento. Todo está cambiando todo el tiempo. Somos nosotros los que no tenemos la conciencia suficiente para darnos cuenta del constante cambio a nuestro alrededor. El respiro que estoy tomando en este momento es diferente al anterior y también será diferente al que viene. Esta es la naturaleza del mundo en que vivimos. Todo cambia, todo eventualmente tiene que terminar.

Y aún así insistimos en apegarnos a que las cosas se mantengan como son, especialmente cuando las estamos disfrutando. Pero es esta necesidad de que las cosas sigan igual lo que no nos deja disfrutar los momentos tal y como son. Es esta la razón por la cual nos lamentamos cuando algo bueno llega a su fin. Simplemente no lo queremos dejar ir. Creemos que sin “eso” no podremos estar bien. Esto simplemente no es cierto.

Pero hay otra manera mejor de experimentar el cambio. Cuando algo cambia siempre podemos agradecer por lo que se tuvo. Sin apegos, nostalgias o remordimientos. Sin lamentarnos porque terminó. Claro que podemos despedir hasta los mejores momentos con un agradecimiento genuino que solo puede nacer en un corazón que entiende que nada dura para siempre y que cada momento de la vida es un verdadero regalo. Ver el mundo a través de estos ojos no solo nos permite afrontar de mejor manera los cambios sino que también nos permite disfrutar plenamente de cada momento de nuestras vidas sin tener miedo alguno de que pronto vaya a terminar.

Gracias Javi #9, Rizzo #44 y Kris #17 por este 2,015 – 2,021 tan especial. Especialmente por el 2,016.

Chris, sé que hoy fue duro pero aprendimos una lección grande. Agradecer es siempre mejor que lamentarse. ¡Ánimo!

Amigos, familia y una buena película

Ya es bastante tarde y la verdad no tengo muchas ganas de escribir. Pero debo recordar que hacer lo que uno se propone hacer, incluso cuando uno no tiene ganas de hacerlo, es lo que diferencia a las personas promedio de las excepcionales.

Así que acá estoy una vez mas con mi computadora sobre las piernas, una luz tenue alumbrando mi habitación, el reloj indicando que ya es un nuevo día y mi compromiso de escribir todos los días luchando por no morir. Sé que algún día puede ser que falle pero también sé que ese día no será hoy.

Como todo lo que sucede en la vida hoy no estoy en esta situación por casualidad. Estoy acá por decisiones propias que libremente tomé durante el día. Reconocer esta responsabilidad aliviana la tarea y hace más fácil el poder seguir hacia adelante.

Hoy desde medio día me reuní con un grupo de buenos amigos que aprecio mucho pero que ya no viven en Guatemala. Están de vacaciones por acá así que me tome el tiempo de ir a almorzar con ellos. Extendimos el almuerzo en cena y cuando todos nos despedimos me dirigí hacia la casa de mis suegros en donde estaban Elena y Christian. Resulta ser que justo antes de salir ellos me escribieron para contarme que iban a ver “Black Widow” allá con toda la familia e invitarme para que fuera a verla con ellos. ¿Cómo decir que no a tremendo ofertón? Así que sin dudarlo salí para allá a ver la película.

Y esa es la historia de porque estoy acá medio dormido escribiendo después de media noche —tuve un fabuloso día de amigos, familia y una buena película antes de escribir.

La vida como el emprendimiento más importante

Creo que cómo emprendedores aprendemos muchas cosas que son súper valiosas. Aprendemos a identificar oportunidades, a inspirar a otras personas para que compartan nuestra visión y aprendemos cómo construir equipos que ejecuten planes complejos y que logren metas ambiciosas.

Hoy por la mañana estaba pensando en las infinitas horas que los emprendedores dedicamos a aprender todas estas cosas y en las infinitas horas más que le dedicamos a aplicarlas en nuestras empresas. Repentinamente, en algún momento durante esta reflexión una pregunta entró en mi mente, ¿Por qué no estoy aplicando todo esto que he aprendido como emprendedor para potenciar el emprendimiento más importante que tengo a mi cargo, mi propia vida?

Antes de seguir adelante quiero decir que creo que mi vida es maravillosa y que estoy haciendo cosas muy interesantes. Pero también sé que aún hay más. También sé que invierto la mayoría de mi tiempo en desarrollar mis emprendimientos y proyectos pero que cuando tomo un paso hacía atrás y trabajo en lo que quiero para mi vida no soy tan intencional con mis planes, metas y objetivos.

Pero las herramientas y conocimientos ya están ahí, listos para servir. Solo es cuestión de empezarlos a utilizar. Creo que la pieza que hace falta es la realización de que el proceso de construir nuestras vidas es un emprendimiento como cualquier otro. Es un proyecto que requiere de tiempo, planeación, dedicación, seguimiento, metas, motivación, colaboración, visión, etc., etc.

Sí, construir y vivir nuestras vidas es el emprendimiento más importante que cada uno de nosotros tiene a su cargo. Todo lo demás que escojamos hacer es tan solo un proyecto dentro del gran emprendimiento de nuestras vidas. Al final del día nuestros proyectos, empresas, familia, hobbies, deportes, vicios, amistades y todo lo demás que hagamos solo son componentes de nuestro emprendimiento más importante.

Esto no quiere decir que todo lo que hemos aprendido fundando y desarrollando nuestras empresas no nos pueda servir para fortalecer nuestras vidas. Todo lo que se requiere es un pequeño cambio de paradigma —darnos cuenta de que nuestras vidas son un emprendimiento como cualquier otro en el que ya hayamos trabajado y que las habilidades que hemos desarrollado en el campo de batalla empresarial también nos sirven para llevar nuestras vidas al siguiente nivel.

Lo fácil es aburrido

Hoy el equipo de beisbol en donde juega mi hijo jugó la semifinal del torneo que actualmente están jugando. El resultado final fue bastante desbalanceado a su favor. Está de más decir que a pesar del buen resultado la intensidad, enfoque e interés, estuvieron evidentemente ausentes en todos los niños del equipo —porque lo fácil es aburrido.

Es extraño escuchar a alguien quejarse cuando las cosas son fáciles, sin embargo, la queja que comúnmente se escucha es: “Qué difícil está esto, ya no quiero más.” Pero, ¿en realidad se siente mejor no tener retos significativos en el camino? ¿Realmente preferimos que las cosas sean fáciles? Yo creo que no.

Hacer algo que ya se sabe hacer bien no es emocionante. Crecer, a través de enfrentarse a un buen reto sí acelera el corazón. Saber de antemano que el resultado va a ser positivo no tiene gracia, no existe el riesgo de poder perder. Tener que luchar contra corriente para salir victorioso desarrolla nuevas habilidades y ejercita la mente y la voluntad.

Lo fácil es aburrido porque no nos pone a prueba. Lo fácil es aburrido porque no requiere que demos lo mejor que tenemos. Lo fácil es aburrido porque no nos enseña nada. Lo fácil es aburrido porque no nos sorprende. Lo fácil es aburrido porque no nos exige. Lo fácil es aburrido porque no nos puede enseñar de que estamos realmente hechos. Lo fácil es aburrido porque nosotros siempre queremos mejorar.

El regreso a casa

Regresar a casa siempre es algo especial. La familiaridad que despierta volver a entrar en el lugar desde donde construimos nuestras vidas nos regresa a soñar con nuestra niñez.

Los olores, el reencuentro con las mascotas, nuestra cama y simplemente esa sensación de “estar en casa” nos invitan a sumergirnos en una profunda paz que en ninguna otra parte del mundo podemos sentir.

Estar lejos es bueno pero regresar a casa es aún mejor. Cuando estamos lejos abrimos nuestras mentes y nos exponemos a otras culturas. Cuando regresamos a casa incorporamos lo vivido a nuestros hogares. Cuando viajamos conocemos el mundo y aprendemos de nuevas experiencias. Cuando regresamos a casa podemos bajar las defensas y ser quienes somos. El regreso a casa siempre es la culminación de algo genial.