La magia de recordar

Hoy por la mañana yo y mi equipo estuvimos toda la mañana en una reunión con nuestra agencia de publicidad. Ellas nos están ayudando con desarrollar una nueva estrategia de mercadeo e identidad de marca. Hicimos diversos ejercicios y varios de ellos consistían en recordar algunos momentos clave en la historia de la empresa.

Recordar realmente es mágico. Volver a vivir a través de nuestra memoria momentos que ya pasaron es algo de lo más preciado que tenemos los seres humanos. Es increíble cómo por medio de responder unas cuantas preguntas y desempolvar recuerdos especiales nuestro estado de ánimo puede cambiar en un instante.

Como emprendedores las constantes batallas del día a día nos pueden desgastar mucho. Si no tenemos cuidado nos podemos empezar a desconectar de todo lo que nuestros proyectos significan para nosotros. Es importante estar al tanto cuando esto sucede para que la desconexión no llegue a ser tan extrema que decidamos abandonar nuestros emprendimientos por completo.

La magia de recordar es que nos conecta, nos une. Nos permite revivir momentos especiales y nos despierta emociones que nos energizan. Sin importar que tanto tiempo haya pasado desde que empezamos a luchar por nuestro emprendimiento, recordar por qué lo hicimos nunca es una mala idea.

¿Cómo sería vivir sin aquello de lo que te quejas?

Hay tantas cosas de las que nos quejamos. Personas, situaciones, eventos, resultados. En un buen día casi que nos podríamos quejar de todas estas cosas.

En esos momentos de frustración, negatividad y francamente, de berrinche, estamos dispuestos a hacer casi cualquier cosa para eliminar aquello de lo que tanto nos estamos quejando.

Detesto a mi jefe. Ya no aguanto a mi esposa. Mi trabajo es una porquería. Me vuelven loco mis hijos. Mi carro es una basura. Ya saben cómo es.

Pues hoy los quiero invitar a reflexionar brevemente en lo siguiente.

Si nos detenemos por un momento a contemplar cómo serían nuestras vidas sin tener aquello de lo que nos quejamos podemos empezar a apreciarlas y a cambiar todas esas quejas por un profundo sentido de gratitud. Algunos ejemplos:

¿Cómo sería su vida si no tuvieras ese trabajo de porquería? Tal vez no podrías pagar tus cuentas y estarías endeudado. A lo mejor no hubieras construido tu curriculum y no tendrías la experiencia necesaria para saltar a tu siguiente trabajo.

¿Cómo sería tu vida si nunca hubieras conocido a tu esposa? Esos niños que tanto quieres nunca hubieran nacido. Todos esos maravillosos recuerdos que tal vez no quieres revivir por despecho desaparecerían para siempre.

¿Cómo sería tu vida sin esa basura de carro? Seguro te mojarías de vez en cuando cuando llueve y tienes que caminar desde el bus hasta a tu casa. También tendrías que salir una hora antes para llegar al trabajo y regresarías una hora después todos los días.

Sí, vivir sin aquello de todo aquello de lo que te quejas sería peor. Mucho peor. Una de las decisiones fundamentales que todos tenemos que tomar es cómo vemos cada situación. Podemos escoger ver lo que le hace falta a lo que ya tenemos o podemos escoger ver cómo lo que tenemos es mucho más que nada.

Cómo una vez dijo un caballero templario en Indiana Jones: “Escoge sabiamente o morirás una muerte terrible”.

Todos estamos en el mismo barco

Es infinita la soledad y desesperación que podemos llegar a sentir. Cuando nos ensimismamos con alguna situación que no sabemos manejar nos aislamos de los demás y entramos en un abismo en donde creemos que somos los únicos en toda la historia de la humanidad que se ha sentido así.

Las emociones que experimentamos en estas situaciones son varias. Algunas de las más comunes que sentimos son el miedo, la ansiedad, el enojo y la tristeza. Estas emociones llegan a ser tan intensas que olvidamos que somos nosotros los que las generamos y llegamos a creer que nosotros somos la emoción. Se nos hace imposible distinguir entre nuestra identidad y lo que estamos sintiendo. He de ahí que nacen expresiones como “estoy triste” o “me muero del miedo”.

Esta confusión da origen a a la narrativa de que nunca nadie se puede haber sentido cómo nos estamos sintiendo nosotros en ese momento. Después de todo, si cada uno de nosotros es único y al mismo tiempo creemos que somos nuestras emociones, entonces nadie más puede haberse sentido como me siento yo ahora. Mi emoción tiene que ser única.

Afortunadamente esto no es cierto. La verdad es que todos estamos en el mismo barco y es muy bueno tenerlo presente en los momentos difíciles que nos toca vivir. Si estamos en una discusión difícil que nos da miedo hay que recordar que la otra persona también está asustada. Si estamos nerviosos en una entrevista de trabajo por qué negar que el entrevistador también ha de estar nervioso al entrevistarnos. Si estamos bateando en una situación crítica de un juego muy importante y los nervios llegan, qué mejor que recordar que el pitcher esta en las mismas que nosotros.

Nunca estamos solos y nunca estamos viviendo algo que alguien antes de nosotros no haya vivido. En este sentido experiencial no somos únicos. Recordar que pertenecemos a la raza humana y que nuestro dolor es compartido con millones de otras almas en los lugares más recónditos del planeta es reconfortante. Nos hace sentir que pertenecemos a algo más grande que nosotros y que no estamos solos. Cuando vuelva ha llegar el abismo de la soledad, recuerda que todos estamos en el mismo barco.

Dejar que el tiempo vuele siempre es una opción

Aburrimiento. Ganas de no querer hacer nada. Sentir que cada minuto es eterno y que el fin de la eternidad nos destruye en cada segundo. Todas estas son sensaciones que experimentamos porque así lo queremos.

Emoción. Querer que este instante dure para siempre. Sentir las ganas de querer quedarse justo en donde se está hasta el fin de todos los tiempos. Todas estas son emociones que también experimentamos porque así lo queremos.

Ya que el tiempo no puede cambiar su naturaleza lo único que determina como experimentamos su paso es nuestra propia percepción. Los minutos en los que deseamos que el reloj se acelere son idénticos a aquellos en los que quisiéramos que el tiempo se detuviera. No existe diferencia alguna. Nuestra experiencia únicamente depende de como escogemos utilizar el tiempo que se nos ha regalado.

Creo que es una buena apuesta decir que la mayoría de nosotros queremos sentir que el tiempo vuela. Queremos estar sumergidos en esa sensación de querer más y no querer que el presente termine. Queremos estar enfocados, metidos completamente en lo que estamos viviendo ahora. No queremos estar aburridos o deseando estar en algún otro momento en el tiempo.

En mi experiencia hay actividades que son más conductivas a generar esa sensación de plenitud y bienestar justo en el momento presente. Se las comparto para que ustedes puedan tomarlas como base y luego puedan escribir su propio listado de actividades que hacen que su tiempo vuele:

  • Meditar
  • Hacer ejercicio cardiovascular durante tiempos prolongados de tiempo
  • Hacer alguna actividad creativa que de interés (escribir, hacer una presentación, programar, resolver algo) en la computadora mientras se escucha música que nos gusta con audífonos
  • Tener una buena plática con alguien que nos importa
  • Practicar un deporte que nos apasiona a alto nivel
  • Armar un rompecabezas
  • Leer un buen libro con una taza de café al lado
  • Escribir
  • Hacer música
  • Ver el mar

Cosas que hacer creo que no nos hacen falta. Cada quien tendrá sus favoritas. Todos tenemos a nuestra disposición una infinita gama de posibles actividades que nos dejarán sentir que el tiempo vuela. Lo que a veces no tenemos son las ganas de hacerlas. Esto es ridículo. ¿Por qué pasar el tiempo estando aburridos cuando podemos vivir cada instante llenos de emoción?

Inspirado en Time Stand Still de Rush:

No tienes por qué recibir el correo

¿Qué haces cuando llega una carta que no deseas en el correo? Por supuesto que la desechas. Nadie se siente obligado a recibir una carta que no pidió o que no le interesa. Para aquellos de ustedes que son más jóvenes, lo mismo aplica con el correo electrónico. Nadie se sienta a abrir e-mails que no le interesan. No importa cuanto correo no deseado se reciba, cada quien es responsable de abrir solo lo que quiere.

Creanme, esta es la mejor analogía en que puedo pensar para describirles el cambio más importante que pueden hacer en sus vidas. Internalizar este cambio es lo que los llevará a encontrar la paz que sé que todos están buscando.

Digamos que vas por la calle y alguien que ni siquiera conoces te insulta. Dependiendo de que te haya dicho este evento te puede molestar durante todo el día, o tal vez dos. ¿Quién sabe? La cosa es que ese insulto, y todos los demás eventos que ocurren en tu vida son el equivalente a cartas que el mundo te está enviando y al igual que con tu correo, no estás obligado a abrir estas cartas. Si las abres, esa fue tu decisión, no de alguien más.

¿Qué quiero decir con esto? Que no estás obligado a reaccionar o engancharte con nada de lo que pasa en tu vida. Ningún evento o persona tiene el poder de afectarte, si tú no le dejas. Sí, yo sé, sueña un poco extraño y difícil de creer.

La realidad es que nada ni nadie te puede afectar pero desde pequeño, cuando te golpeaste con la mesa, te enseñaron que hay que regañar a la mesa, que ella es la responsable. Mala mesa, eso no se hace! Ah, qué rico se siente culpar afuera y así tratar de sentirse mejor. El problema es que cuando se culpa afuera se le entrega completo y total control sobre las emociones a cualquier evento que ocurra. Este es un territorio muy peligroso sobre el cual caminar.

La alternativa es reconocer, por difícil que sea, que cada quien es responsable de cómo reacciona ante los eventos que ocurren en su vida. Si cometes un error y te sientes mal, eres responsable. Si tienes un gran éxito y te sientes dueño del mundo, eres responsable. Si alguien te insulta y te enojas, eres responsable. Si alguien te dice “te amo” y decides pasar flotando en las nubes, eres responsable.

La cosa es que ninguna de estas respuestas es predeterminada. Todas estas respuestas son aprendidas y en el momento que aceptas eso eres libre. Si las respuestas emocionales que tienes a los eventos que ocurren en tu vida son aprendidas, las puedes desaprender y cambiar. No tienes por qué seguir recibiendo el correo.

Las dependencias más difíciles de romper

Cuando escucho la palabra dependencia, lo primero que me viene a la mente es la adicción a algún tipo de substancia. No sé porque sea pero rápidamente mi mente relaciona la palabra con drogas o alcohol.

Creo que esto no es casualidad, este tipo de situación es algo muy común en nuestra sociedad. No solo la cantidad de personas con problemas de abuso de substancias crece mes tras mes sino que el impacto que este problema tiene a nivel social es cada vez más severo. Sea como sea, cuando escucho la palabra “dependencia” este es el tipo de cosas en que pienso.

Sin embargo sé que hay dependencias mucho más comunes, peligrosas y difíciles de romper que estas que ya mencioné. Son estas dependencias las qué, debido a su prevalencia y toxicidad, más nos debieran preocupar pero muy pocas personas si quiera las identifican como dependencias.

Me refiero a la dependencia que todos tenemos a cosas como la aprobación y aceptación de los demás. A tener que cumplir con las expectativas de otras personas y desvivirnos para encajar en un grupo social —impresionar a los demás. A esperar a que el mundo externo se doblegue ante nuestra voluntad para entonces ser felices.

Es esta dependencia a tener cierta cantidad de dinero, status o posición social para poder sentirse bien lo que más sufrimiento causa en el mundo. ¿Cuántas personas deciden no ser felices porque aún no tienen el trabajo, el carro, o la casa que “necesitan”? ¿Cuántas personas deciden quitarse la vida porque alguien los deja o porque pierden su trabajo? ¿Cuántas personas dejan a sus familias por buscar la admiración de sus colegas profesionales? Etc.

Sí, definitivamente pareciera ser que las dependencias más difíciles de romper son las dependencias psicológicas/emocionales.

No todos los días son iguales

De hecho, no hay dos momentos que sean iguales. Sí de algo podemos estar seguros es que habrán días “buenos” y días “malos”. Algunas veces las cosas saldrán tal y como queremos y otras veces todo por lo que hemos luchado se irá al carajo.

La buena noticia es que cualquier cosa que pasé en un día determinado no tiene porque afectarnos internamente. Sí, los eventos que ocurran sin duda alguna tendrán efectos reales en nuestras vidas pero esto no quiere decir que estos eventos nos puedan afectar en donde más cuenta, adentro.

Esta habilidad de ser intocables por dentro es algo que se puede desarrollar. No es fácil porque para llegar a ser intocables por dentro debemos cambiar quienes somos. No basta con solo cambiar nuestro comportamiento. No es suficiente entrenarnos a reaccionar de manera distinta cuando otra persona dice algo que nos molesta. Para lograrlo nos debemos transformar en el tipo de persona que simplemente no se molesta cuando le dicen esto o aquello.

Esaa es la diferencia entre conocimiento y sabiduría. El conocimiento es entender algo a nivel racional. Es cambiar la manera en que se hacen las cosas. Es dejar un comportamiento por otro, forzosamente. Por el otro lado la sabiduría nace desde adentro y es transformativa. La sabiduría se siente y los cambios de comportamiento se dan naturalmente, casi sin que se puedan percibir. La sabiduría es cambiar gracias a que se han visto las cosas claramente, sin prejuicios o teorías que se hayan tenido que aprender.

No todos los días son iguales y para poder disfrutarlos todos debemos buscar más sabiduría y menos conocimiento. De lo contrario solo podremos gozar de los días en los que las cosas salen como queremos. Me parece un desperdicio vivir una vida en la que se pueda disfrutar tan poco.

Cuando los demás son dueños de nuestras emociones

He estado pensando mucho en la facilidad con que le entregamos el control de nuestro bienestar emocional y a veces de hasta nuestra cordura mental a las demás personas. Alguien nos dice que no les gusta nuestra camisa y ahí va el resto del día. Otra persona nos dice que hicimos un buen trabajo y pasamos días en las nubes. Pero al día siguiente alguien nos dice que prefiere ir al cine alguien mas que ir a cenar con nosotros y una ves más estamos por los suelos.

Tenemos mucho que aprender sobre nuestro manejo emocional. Específicamente necesitamos empezar a darnos cuenta de que siempre somos nosotros los que generamos nuestras emociones. Nunca son los demás los que nos hacen sentir esto o aquello.

Y aún así insistimos en estar peleando todo el tiempo por cambiar a las demás personas para que así nosotros nos podamos sentir bien. Si no nos traen flores hacemos berrinche para que la próxima vez sí nos las traigan y entonces nos podamos sentir mejor. Si alguien nos dice algo que no nos gusta los enfrentaremos, a veces llegando al punto de dañar la relación, para lograr que así se retracten y que así podamos estar bien. Realmente creemos que los demás son los causantes de como nos sentimos en todo momento.

Para ejemplificar que tan ridícula es nuestra postura respecto a las reacciones emocionales que tenemos les quiero contar la historia de un paciente que estaba muy enfermo. Nuestro paciente, después de muchas semanas de dolor, finalmente decide ir al doctor. Una vez en la oficina del doctor el médico procedió a realizar todas las pruebas que consideró necesarias. Adicional a las pruebas estándar el médico tomó unas muestras de sangre y las envió para su análisis a un laboratorio avanzado.

Después de un par de días el paciente finalmente recibió la llamada del médico con el diagnóstico y aún más importante, el tratamiento. “Para poder eliminar todos sus dolores”, le dijo el médico, “necesito que vaya con su vecino y le dé esta medicina durante tres días seguidos. Después de que su vecino se tome la medicina ya usted se sentirá mejor.”

¡De verdad que es ridículo! ¿Por qué le voy a dar medicina a mi vecino si soy yo el que está con el dolor? ¿Por qué debiera cambiar el si soy yo el que tiene el problema?

Bien, pues así es precisamente como manejamos nuestras reacciones emocionales. Cuando alguien hace algo que no nos gusta creemos que son ellos los que deben cambiar para que nosotros podamos estar bien. Ni siquiera consideramos que pudiéramos ser nosotros los del problema y automáticamente les exigimos que cambien y que sean ellos los que se tomen la medicina.

Cuando creemos que los demás son los dueños de nuestras emociones cedemos nuestra libertad más sagrada, la de escoger cómo reaccionar ante todo lo que ocurre en nuestras vidas. Puede ser que la medicina sea amarga pero el que se la toma encontrará la libertad eterna. El que se la toma y cambia es el que gana. Ya es hora de dejar de pedirle a los demás que sean ellos los que se la tomen.

Las dos maneras en que el dinero motiva a las personas (aumentos salariales)

Es imposible negar que el dinero motiva a las personas. En la gran mayoría de sociedades modernas el dinero es sinónimo de supervivencia. Sin dinero es prácticamente imposible sobrevivir. Llegar a cubrir nuestras necesidades básicas es un gran motivador.

Al mismo tiempo, conforme los ingresos de una persona crecen, el dinero se empieza a convertir en un indicador de cuánto éxito una persona ha alcanzado en su vida. Mostrarnos a nosotros mismos y a los demás lo mucho que hemos logrado también un gran motivador.

Así que ahí lo tenemos. Dependiendo de la situación económica de cada persona el dinero puede servir para cubrir las necesidades básicas y mitigar el miedo e inseguridad que vienen con la escasez de dinero o también puede servir como un indicador interno y externo de auto realización.

En otras palabras, dependiendo de en dónde se encuentra una persona en un momento dado dentro de la pirámide de necesidades de Maslow, la motivación para obtener dinero puede ser totalmente distinta.

Fig 1. La pirámide de necesidades de Maslow.

Es importante entender este fenómeno, especialmente al momento de presentar aumentos salariales en una empresa. Las personas que están buscando cubrir las necesidades de la parte de abajo de la pirámide medirán una oferta en términos absolutos del aumento a recibir. i.e. Voy a pasar de ganar 1,000 a 1,500. Es importante para las personas en esta situación saber en términos absolutos cuanto más podrán comprar con el aumento.

Por el otro lado, las personas que ya tienen cubiertas las necesidades básicas de la pirámide y para quienes el dinero se empieza a convertir en un indicador de éxito medirán el aumento en términos porcentuales. i.e. Voy a crecer mis ingresos en un 15%. Esto se traduce en que este año seré 15% más exitoso que el año pasado.

El significado que cada persona le da al dinero no es predecible y los seres humanos somos muy complejos. Nadie puede predecir con exactitud qué es lo que exactamente motivará a quién pero lo acá presentado creo que es una aproximación bastante cercana a la realidad en la mayoría de casos. Vale la pena tomarlo en cuenta a la hora de calcular planes de compensación y aumentos.

Las decisiones que matan la probabilidad de éxito

Hoy estoy acá para decirles que alguien los ha estado engañando toda su vida. La persona que los está engañando son ustedes mismos. ¿Y cómo se están engañando? Contándose una y otra vez la historia de que las decisiones que toman las toman para maximizar las probabilidades de éxito de lo que quieren hacer.

No me gusta ser el portador de malas noticias pero siento que tengo el deber de decirles que cuando toman la gran mayoría de decisiones las toman para sentirse bien en el momento y no para maximizar sus probabilidades de éxito. ¿A qué me refiero?

Todos hemos estado ahí. Sabemos que hacer algo va a ir en contra de nuestros mejores intereses y aún así decidimos hacerlo. ¿No me creen? Bien, ¿Recuerdan esa vez que tenían un compromiso importante pero estaban en una fiesta o muy a gusto con unos amigos y decidieron quedarse más tiempo y llegar tarde al compromiso dañando así su profesionalismo y reputación? ¿O recuerdan esa vez que tenían una duda que necesitaban resolver para completar ese importante proyecto que nunca se terminó pero prefirieron callar para no sentirse ignorantes? ¿O recuerdan la vez que tenían esa oportunidad de oro enfrente y decidieron dejarla pasar por qué el miedo de fracasar al hacer algo nuevo era demasiado grande? ¿O recuerdan la vez qué se comieron ese pedazo de pastel de chocolate al salir de la clínica del doctor que recién les había dicho que tenían riesgo de diabetes?

Así es, tristemente ninguno de nosotros es tan racional para tomar decisiones como nos gusta creer. Usualmente tomamos la decisión que nos hace sentir bien en el momento, no la que más nos conviene. Es por esto que nos metemos en tantos problemas. ¿Mi recomendación? Cuando tengas una decisión importante que tomar, toma la decisión que maximiza tus oportunidades de éxito y no la que te hace sentir bien en ese momento.