Las apariencias engañan

Este dicho, que al menos yo vengo escuchando desde que soy muy pequeño, tiene mucho más implicaciones de las que nuestras abuelitas que tanto lo repetían creían. Siempre que escucho este inolvidable dicho, la referencia es hacia el cuidado que se debe tener ante las verdaderas intenciones de otras personas, especialmente con las intenciones de aquellas personas que no conocemos bien.

Pero a mi manera de ver las cosas esta manera de interpretar el dicho se queda corta. En realidad nada es como creemos que es y las apariencias siempre nos están engañando. El mundo es complejo y nuestra capacidad de interpretarlo es tan limitada que todo lo que podemos hacer es crear una aproximación de como realmente son las cosas.

Esa nueva relación, de la cual no tienes duda que será muy beneficiosa para todos, pudiera serlo, o no. Ese nuevo negocio que estás por empezar y que estás seguro que cambiará tu vida para siempre pudiera hacerlo, o no. Ese fracaso que sin duda alguna destrozará tu carrera profesional pudiera hacerlo, o no. Esa llamada de tu jefe que tu estómago está interpretado com un despido inminente pudiera serlo, o no. Nada es como creemos, todo es como es.

Recuerda, los seres humanos somos máquinas de interpretación. Interpretamos la realidad y luego le damos un significado. Nuestro proceso de interpretación es imperfecto y por eso es que las apariencias nos engañan.

Todo vivimos dos vidas

La idea de llevar dos vidas al mismo tiempo usualmente tiene una connotación negativa. Muchas veces, cuando se habla de una persona que tiene dos vidas, se hace referencia a alguien que está escondiendo algo en su segunda vida que no quiere que sea conocido. Puede ser una infidelidad, un negocio ilegal o incluso algún tipo de actividad criminal aún más seria. Pero, ¿Y qué pasa si todos llevamos dos vidas y saberlo manejar es algo bueno?

En realidad, todos llevamos dos vidas. Una no tiene nada que ver con la otra aunque es la misma persona la que las está viviendo. Todos llevamos una vida externa y una vida interna. La vida externa se define por nuestras interacciones con el mundo externo. Esta vida esta compuesta por nuestras relaciones con otras personas, nuestros éxitos y fracasos, las cosas que nos suceden, nuestras posesiones materiales, etc. Realmente tenemos muy poco control sobre lo que ocurre en nuestra vida externa.

Por el otro lado, y aún más importante, está nuestra vida interna. Esta vida está definida por la experiencia interna que generamos respecto todo lo que está pasando “allá afuera”. Está vida está definida por el significado que le decidimos dar a todo lo que pasa en nuestra vida externa. Es como que sí nuestra vida interna es la vida de alguien más que está viviendo todo lo que ocurre en nuestra vida externa. Este “observador” puede realmente, si se desidentifica de la vida externa, tener una experiencia de vida interna magnifica todo el tiempo, independientemente de que esté ocurriendo “allá afuera”. Es esta vida interna la que está totalmente bajo nuestro control y al final del día la que determina el tipo de experiencia que tenemos en este planeta.

Consejos e identidad

Qué fácil es darle consejos a los demás. Sin duda alguna, si yo siguiera siquiera la mitad de los consejos que le doy a otras personas mis resultados serían muchos mejores. Pero, ¿Por qué resulta tan fácil ver las limitaciones y errores de los demás mientras que nos cuesta tanto ver los nuestros?

Es un tema de identidad e identificación. Identificar una falla en alguien más no dice nada acerca de nosotros mismos. Podemos ver la falla sin apego alguno. Esta es la principal razón por la cual nos cuesta tanto ver nuestras propias fallas, hacemos que admitirlas de alguna manera signifique que somos deficientes. Estos es muy doloroso.

Identificar algo que corregir en alguien más nunca es una amenaza para nuestra auto-imagen. Reconocer un fracaso propio muchas veces destroza nuestro ego a tal punto que preferimos ignorarlo aunque hacerlo nos cause mucho peores consecuencias en el futuro cercano. Es casi como que si creyéramos que “hacernos los locos” puede eliminar las consecuencias de nuestros comportamientos destructivos que decidimos ignorar.

Al final esto es un mecanismo de defensa que aunque nos da la falsa sensación de autoestima es totalmente nocivo para nuestras vidas. No poder distanciarnos de nuestras acciones y resultados hace que nuestra identidad y valor como personas esté atado a todo lo que hacemos y sucede en nuestras vidas. Vivir así hace que el más mínimo error o fracaso duela a tal punto que el dolor nos ciega y no nos deja mejorar.

Aunque lograrlo no es fácil, la solución es aprender a vernos en tercera persona respecto a nuestras acciones y resultados. Es importante entender que ninguno de nosotros no es ni sus acciones ni sus resultados. Cuando lo logramos finalmente nos podemos empezar a ver en una luz similar como con la que vemos a esas personas que tanto ayudamos por medio de a veces dolorosos consejos que muchas veces les llegan a cambiar las vidas.

Crecer duele, una nota para mis amigos emprendedores

El crecimiento es doloroso. Crecer no solo le duele a los adolescentes cuando se están “estirando”. Crecer también le duele a las empresas cuando empiezan a hacer algo nuevo que no estaban haciendo anteriormente. Crecer también le duele a cualquier persona que decida embarcar en la noble trayectoria de ser un poco mejor cada día. Crecer duele.

Llegar a entender que no puede haber crecimiento sin dolor es fundamental para el emprendedor. Mientras esta verdad universal no se acepte, el emprendedor constantemente estará evitando las actividades necesarias para acelerar la trayectoria de su empresa y misión. Bajo estas condiciones nunca podrá dar lo mejor que tiene.

Al mismo tiempo también es de vital importancia poder ver el dolor como algo bueno, como una seña de crecimiento. No como algo que se debe evitar. Es fácil demostrarlo. ¿Cómo se sabe que se tuvo una buena sesión de ejercicio para fortalecer los músculos? Hay dolor después. Crecer duele. El dolor es prueba de que hay crecimiento.

No importa qué proceso de transformación busquemos en el amplio mundo de la naturaleza, ninguno de ellos ocurre sin dolor. El crecimiento requiere del cambio y cambiar duele. Donde hay crecimiento es inevitable que haya dolor y donde hay un emprendedor determinado el dolor se percibe como una brújula que indica el rumbo más directo hacia el destino final.

¡Avanti!

Repetición

El niño cae una vez más y luego se vuelve a parar. El emprendedor quiebra otra empresa y de nuevo busca inversionistas para poder darle vida a su siguiente aventura. La persona con dislexia no entiende lo que lee pero se sigue sentando por horas frente a ese libro del que tanto quiere aprender. El atleta comete un error a la hora de la final y vuelve al campo de entreno a hacer otras 10,000 repeticiones antes de su siguiente torneo.

La repetición es uno de los factores más importantes del éxito. La repetición puede parecer aburrida y no lo más “sexy” del mundo pero vaya que es efectiva. La única manera de dominar cualquier habilidad es dedicarle mucho tiempo para intentar, fracasar y luego volverlo a intentar una vez más —hacer repeticiones.

Ahora volvamos al niño que mencioné al principio del post. Si nos fijamos en el comportamiento de los niños pequeños se hace obvio que la naturaleza humana abraza la repetición. Todavía no he visto a un niño pequeño que se aburra de estar aprendiendo a caminar. Todos se pasan hora tras hora y día tras día perfeccionando sus movimientos hasta que logran su objetivo de aprender a caminar.

Para mí está claro que algo pasa entre esos maravillosos momentos de infinitas repeticiones en la infancia y las lamentables quejas de los adultos para quienes todo es aburrido y detestan la oportunidad de aprender algo nuevo. Repetir es aprender y aprender es crecer. Para ser los mejores en lo que hacemos hay que volver a ser como los niños pequeños —tenemos que volver a enamorarnos de la repetición.

Con cada experiencia

Lo que hoy somos, en gran parte, es producto de las experiencias que hemos vivido en tiempos anteriores. Son estas experiencias que vivimos, fusionadas con las reacciones e interpretaciones que les vamos dando lo que poco a poco nos moldea en las personas que somos.

Cada experiencia que tenemos nos enseña algo —si así lo deseamos. Con el tiempo y las vivencias vamos haciendo nuevas conjeturas y nuestra comprensión de cómo funciona el mundo a nuestro alrededor crece. A veces los aprendizajes son certeros y otras veces las conclusiones a las que llegamos son falsas. Sin embargo, en ambos casos lo que vivimos se va volviendo parte de quienes somos.

Es por esto que creo que es tan importante poder vivir la mayor cantidad de experiencias posible. Al final del día no importa tanto si una experiencia en particular salió a nuestro favor o no. Lo que realmente importa es poder vivir y aprender, descubrir realmente quienes somos. Todas las experiencias que vivimos nos ayudan en este proceso de descubrimiento.

Muchas veces sentimos un fuerte empuje a sentirnos cómodos y seguir haciendo lo mismo. Aunque esto se siente bien limita nuestro crecimiento porque una misma experiencia vivida 100 veces nos da un solo aprendizaje. En cambio, 100 distintas nuevas experiencias nos dan 100 nuevos descubrimientos o aprendizajes. Las personas que más crecen son aquellas personas que a más experiencias desconocidas se exponen.

Para poder experimentar todo lo que la vida tiene por ofrecer tenemos que estar abiertos a vivir nuevas experiencias todos los días de nuestras vidas.

La batalla por hacer el bien

La batalla por hacer el bien siempre es interna. En realidad creo que, exceptuando algunos casos extremos, la gran mayoría de personas quieren hacer las cosas bien todo el tiempo. Como le digo a todos aquellos a quienes coacheo, “nadie se despierta en la mañana pensando: “hoy quiero ir a hacer todo el mal que pueda en el mundo”. Creo que todos están tratando de hacer lo mejor que pueden con las herramientas que tienen y simplemente las cosas no siempre salen como quisieran.

Todos queremos ser felices y llevar una buena vida pero nuestros miedos e inseguridades muchas veces nos meten zancadilla. La gran mayoría del tiempo sabemos qué es lo correcto de hacer pero nuestros arraigados patrones de conducta interfieren y al momento de actuar nos desviamos —y hacemos cosas que nos dañan a nosotros y a los demás. No por qué esas fueran nuestras intenciones iniciales sino por qué nuestra falta de conocimiento interior nos hace susceptibles a repetir el mismo error una y otra vez.

La batalla por hacer el bien siempre es interna. No tiene nada que ver con saber distinguir entre el bien y el mal. Eso es relativamente fácil. Lo que realmente importa es que desarrollemos la fortaleza interna para poder escoger hacer el bien incluso cuándo estamos muertos del miedo, cuando no es conveniente hacerlo.

Hacer el bien cuando hay adversidad es más difícil que hacer el bien cuando todo marcha a favor. Pero la batalla por hacer el bien siempre es igual —es una batalla interna que solo cada uno de nosotros puede librar.

Algunas habilidades que se pierden si se dejan de usar

Por distintas razones, principalmente comodidad, durante el último mes he reducido bastante la cantidad de ejercicio que estoy haciendo. Hoy empecé a retomar “el camino del bien” y esto es lo que aprendí.

Principalmente aprendí que lo que no se usa se pierde. En este caso en particular hablo de la resistencia y fuerza muscular. Tan solo hace 2 meses estaba corriendo hasta 17 kilómetros. Hoy me costó mucho completar tan solo 3. Mi capacidad física se ha visto considerablemente reducida.

Todas las habilidades y destrezas se deben desarrollar. Esto no es un secreto. Lo que a muchos se les olvida es que estas habilidades y destrezas también se deben mantener. Una vez mas, lo que no se usa se pierde. Esto es bastante fácil de ver, como lo hice hoy, con nuestras facultades físicas.

Pero no solo son las destrezas y habilidades físicas las que están atadas a esta realidad. También nuestras capacidades mentales están sujetas al deterioro debido al abandono y desuso. Estas también se deben cuidar y mantener en óptimas condiciones. De lo contrario, al igual que me pasó hoy, lo que podíamos hacer ayer, ya no lo podremos hacer hoy.

Acá les dejo un listado que me viene a la mente sobre que habilidades adicionales a las físicas vale la pena constantemente practicar para podernos mantener en óptimas condiciones:

  • Manejar presión
  • Pensamiento crítico
  • Leer
  • Conectar a nivel profundo con otras personas
  • Relajarse
  • Escribir
  • Vender algo
  • Hacer algo incómodo
  • Ayudar a alguien

Invisible

Hay cosas que son invisibles, simplemente no se pueden ver. Todos sabemos esto. Lo que muy pocos llegan a distinguir es que hay cosas que no se pueden ver porque esa es su naturaleza y hay otras cosas que no se pueden ver porque nosotros escogemos no verlas.

El aire es invisible al igual que la luz infrarroja. También hay muchas otras substancias que el ojo humano no puede percibir. Son invisibles por su naturaleza. Esto no es en lo que me quiero centrar hoy.

Es más interesante explorar cosas como los vicios que lentamente matan a millones de personas sin que ellas se den cuenta de lo que está pasando. ¿O qué tal todos esos casos de personas que están por perder su trabajo porque no se han dado cuenta que tienen que subir de nivel para poderlo retener? ¿O todas esas familias que poco a poco se desintegran sin que nadie siquiera se dé cuenta hasta que ya es muy tarde?

Lo más difícil de ver no es lo que es invisible. Lo más difícil de ver es lo que no queremos ver. Nuestros errores. Nuestras fallas. Todo aquello que vive en nosotros y que no nos deja vivir nuestra mejor vida. Nuestras propias limitaciones.

Lo invisible se puede llegar a ver. Todo lo que tenemos que hacer es quitarnos la venda que nos mantiene cegados, aquella que no nos queremos quitar porque tenemos miedo a que la luz de la realidad nos vaya a quemar para siempre los ojos.

Y ahora, ¿Qué vas a hacer?

Las cosas no salieron como querías. Te quedaste corto y el objetivo final por el qué tanto trabajaste no se cumplió. Bien, pues ya hoy eres un poco más fuerte, más sabio. No alcanzar la meta después de tanto correr puede ser un gran aprendizaje —si así lo quieres de verdad.

Las cosas son como son y el pasado no se puede cambiar. Recuerda, ver hacia atrás tan solo sirve para aprender de los errores que no quieres volver a cometer.

Hoy tienes una muy importante decisión que tomar. ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a bajar la cabeza y lamentarte? ¿Te vas a sentar a llorar? ¿O vas a aprovechar esta lección para volver más fuerte y regresar siendo mejor en el siguiente round?

Tu futuro será lo que tu hagas de el y fracasar siempre será parte de tu crecimiento —es parte del crecimiento de todas las personas que logran grandes cosas en sus vidas. Estoy muy orgulloso de ver como poco a poco estás convirtiendo al fracaso en uno de tus mejores amigos. Lo estás empezando a entender y con cada tropiezo aprendes más de alguna enseñanza que te convierte en una mejor persona. Y de eso se trata esto: de darlo todo, sonreír ante la adversidad y seguir aprendiendo.