Todo vivimos dos vidas

La idea de llevar dos vidas al mismo tiempo usualmente tiene una connotación negativa. Muchas veces, cuando se habla de una persona que tiene dos vidas, se hace referencia a alguien que está escondiendo algo en su segunda vida que no quiere que sea conocido. Puede ser una infidelidad, un negocio ilegal o incluso algún tipo de actividad criminal aún más seria. Pero, ¿Y qué pasa si todos llevamos dos vidas y saberlo manejar es algo bueno?

En realidad, todos llevamos dos vidas. Una no tiene nada que ver con la otra aunque es la misma persona la que las está viviendo. Todos llevamos una vida externa y una vida interna. La vida externa se define por nuestras interacciones con el mundo externo. Esta vida esta compuesta por nuestras relaciones con otras personas, nuestros éxitos y fracasos, las cosas que nos suceden, nuestras posesiones materiales, etc. Realmente tenemos muy poco control sobre lo que ocurre en nuestra vida externa.

Por el otro lado, y aún más importante, está nuestra vida interna. Esta vida está definida por la experiencia interna que generamos respecto todo lo que está pasando “allá afuera”. Está vida está definida por el significado que le decidimos dar a todo lo que pasa en nuestra vida externa. Es como que sí nuestra vida interna es la vida de alguien más que está viviendo todo lo que ocurre en nuestra vida externa. Este “observador” puede realmente, si se desidentifica de la vida externa, tener una experiencia de vida interna magnifica todo el tiempo, independientemente de que esté ocurriendo “allá afuera”. Es esta vida interna la que está totalmente bajo nuestro control y al final del día la que determina el tipo de experiencia que tenemos en este planeta.

No es tan difícil como parece

Ese nuevo proyecto que quieres iniciar, ese libro que quieres escribir, ese sueño que quiere alcanzar, esa empresa que quieres construir, esa familia que quiere empezar —créeme, nada de eso es tan difícil como parece. Déjame, te digo por qué.

Pues estar seguro de que te entiendo. Sé que decidir empezar todas estas cosas da miedo y nos despierta sensaciones de inseguridad que son muy incómodas. Lo que te pido es que no olvides jamás es que todo esto que está sintiendo está pasando dentro de ti. No tiene nada que ver con la dificultad real de lo que quieres hacer.

Todo proyecto que valga la pena requiere de esfuerzo, destreza y dedicación, no hay duda de eso. Pero esto no quiere decir que en realidad sea tan difícil como te lo imaginas. Todo lo que tienes que hacer es creer que lo puedes hacer y tener toda la disposición de hacer lo que las circunstancias te requieran para llegar hasta el final.

Puede ser que tengas que aprender nuevas habilidades, desvelarte un poco, empujar uno que otro miedo fuera de tu camino e inclusive llegar a transformarte en una persona más capaz para cumplir con tu sueño. Lo bueno es que si realmente lo quieres, nada de esto es tan difícil como parece.

pd. Eres más fuerte de lo qué crees 💪

El propósito detrás del objetivo

Tener un objetivo es bueno. Los objetivos claros nos dan dirección y nos mantienen encaminados. Cuando no tenemos un objetivo bien definido nos sentimos perdidos, sin dirección. Cuando una persona tiene un objetivo claro que quiere alcanzar puede empezar a medir sus avances. La energía incrementa al igual que el enfoque. Mucho del esfuerzo de la persona se empieza a utilizar para alcanzar el objetivo.

Pero, ¿Qué pasa cuando las cosas cambian, el tiempo pasa y el objetivo deja de ser relevante e insistimos en perseguirlo? He estado pensando mucho en estos últimos días. Tengo la leve sospecha de que estoy persiguiendo algunos objetivos por el simple hecho de lograrlos aunque lograrlos ya no me aporta ningún valor.

Claro, ser disciplinados y hacer todo lo que podemos para alcanzar nuestros objetivos es una gran virtud. Per sí y solo sí el objetivo que perseguimos tiene un propósito atrás. No debemos olvidar que lo que queremos alcanzar (nuestros propósitos) cambia con las circunstancias y el paso del tiempo.
Es una buena idea detenernos de vez en cuando a evaluar si los objetivos que estamos persiguiendo siguen siendo relevantes para nosotros hoy. Si la respuesta es un “no” sincero pues lo mejor es buscar un nuevo objetivo que esté más alineado con nuestros propósitos actuales.

Repetición

El niño cae una vez más y luego se vuelve a parar. El emprendedor quiebra otra empresa y de nuevo busca inversionistas para poder darle vida a su siguiente aventura. La persona con dislexia no entiende lo que lee pero se sigue sentando por horas frente a ese libro del que tanto quiere aprender. El atleta comete un error a la hora de la final y vuelve al campo de entreno a hacer otras 10,000 repeticiones antes de su siguiente torneo.

La repetición es uno de los factores más importantes del éxito. La repetición puede parecer aburrida y no lo más “sexy” del mundo pero vaya que es efectiva. La única manera de dominar cualquier habilidad es dedicarle mucho tiempo para intentar, fracasar y luego volverlo a intentar una vez más —hacer repeticiones.

Ahora volvamos al niño que mencioné al principio del post. Si nos fijamos en el comportamiento de los niños pequeños se hace obvio que la naturaleza humana abraza la repetición. Todavía no he visto a un niño pequeño que se aburra de estar aprendiendo a caminar. Todos se pasan hora tras hora y día tras día perfeccionando sus movimientos hasta que logran su objetivo de aprender a caminar.

Para mí está claro que algo pasa entre esos maravillosos momentos de infinitas repeticiones en la infancia y las lamentables quejas de los adultos para quienes todo es aburrido y detestan la oportunidad de aprender algo nuevo. Repetir es aprender y aprender es crecer. Para ser los mejores en lo que hacemos hay que volver a ser como los niños pequeños —tenemos que volver a enamorarnos de la repetición.

Con cada experiencia

Lo que hoy somos, en gran parte, es producto de las experiencias que hemos vivido en tiempos anteriores. Son estas experiencias que vivimos, fusionadas con las reacciones e interpretaciones que les vamos dando lo que poco a poco nos moldea en las personas que somos.

Cada experiencia que tenemos nos enseña algo —si así lo deseamos. Con el tiempo y las vivencias vamos haciendo nuevas conjeturas y nuestra comprensión de cómo funciona el mundo a nuestro alrededor crece. A veces los aprendizajes son certeros y otras veces las conclusiones a las que llegamos son falsas. Sin embargo, en ambos casos lo que vivimos se va volviendo parte de quienes somos.

Es por esto que creo que es tan importante poder vivir la mayor cantidad de experiencias posible. Al final del día no importa tanto si una experiencia en particular salió a nuestro favor o no. Lo que realmente importa es poder vivir y aprender, descubrir realmente quienes somos. Todas las experiencias que vivimos nos ayudan en este proceso de descubrimiento.

Muchas veces sentimos un fuerte empuje a sentirnos cómodos y seguir haciendo lo mismo. Aunque esto se siente bien limita nuestro crecimiento porque una misma experiencia vivida 100 veces nos da un solo aprendizaje. En cambio, 100 distintas nuevas experiencias nos dan 100 nuevos descubrimientos o aprendizajes. Las personas que más crecen son aquellas personas que a más experiencias desconocidas se exponen.

Para poder experimentar todo lo que la vida tiene por ofrecer tenemos que estar abiertos a vivir nuevas experiencias todos los días de nuestras vidas.

La batalla por hacer el bien

La batalla por hacer el bien siempre es interna. En realidad creo que, exceptuando algunos casos extremos, la gran mayoría de personas quieren hacer las cosas bien todo el tiempo. Como le digo a todos aquellos a quienes coacheo, “nadie se despierta en la mañana pensando: “hoy quiero ir a hacer todo el mal que pueda en el mundo”. Creo que todos están tratando de hacer lo mejor que pueden con las herramientas que tienen y simplemente las cosas no siempre salen como quisieran.

Todos queremos ser felices y llevar una buena vida pero nuestros miedos e inseguridades muchas veces nos meten zancadilla. La gran mayoría del tiempo sabemos qué es lo correcto de hacer pero nuestros arraigados patrones de conducta interfieren y al momento de actuar nos desviamos —y hacemos cosas que nos dañan a nosotros y a los demás. No por qué esas fueran nuestras intenciones iniciales sino por qué nuestra falta de conocimiento interior nos hace susceptibles a repetir el mismo error una y otra vez.

La batalla por hacer el bien siempre es interna. No tiene nada que ver con saber distinguir entre el bien y el mal. Eso es relativamente fácil. Lo que realmente importa es que desarrollemos la fortaleza interna para poder escoger hacer el bien incluso cuándo estamos muertos del miedo, cuando no es conveniente hacerlo.

Hacer el bien cuando hay adversidad es más difícil que hacer el bien cuando todo marcha a favor. Pero la batalla por hacer el bien siempre es igual —es una batalla interna que solo cada uno de nosotros puede librar.

Algunas habilidades que se pierden si se dejan de usar

Por distintas razones, principalmente comodidad, durante el último mes he reducido bastante la cantidad de ejercicio que estoy haciendo. Hoy empecé a retomar “el camino del bien” y esto es lo que aprendí.

Principalmente aprendí que lo que no se usa se pierde. En este caso en particular hablo de la resistencia y fuerza muscular. Tan solo hace 2 meses estaba corriendo hasta 17 kilómetros. Hoy me costó mucho completar tan solo 3. Mi capacidad física se ha visto considerablemente reducida.

Todas las habilidades y destrezas se deben desarrollar. Esto no es un secreto. Lo que a muchos se les olvida es que estas habilidades y destrezas también se deben mantener. Una vez mas, lo que no se usa se pierde. Esto es bastante fácil de ver, como lo hice hoy, con nuestras facultades físicas.

Pero no solo son las destrezas y habilidades físicas las que están atadas a esta realidad. También nuestras capacidades mentales están sujetas al deterioro debido al abandono y desuso. Estas también se deben cuidar y mantener en óptimas condiciones. De lo contrario, al igual que me pasó hoy, lo que podíamos hacer ayer, ya no lo podremos hacer hoy.

Acá les dejo un listado que me viene a la mente sobre que habilidades adicionales a las físicas vale la pena constantemente practicar para podernos mantener en óptimas condiciones:

  • Manejar presión
  • Pensamiento crítico
  • Leer
  • Conectar a nivel profundo con otras personas
  • Relajarse
  • Escribir
  • Vender algo
  • Hacer algo incómodo
  • Ayudar a alguien

3 lecciones para navegar por el rio de la vida

Sin entrar en nociones metafísicas o creencias “new age” hoy quiero reflexionar sobre las pequeñas sutilezas que nos pueden ayudar a navegar por el rio de la vida de una mejor manera.

Primero. Es importante reconocer que la vida tiene su propio curso y que se extiende mucho más allá de nuestros agrados y desagrados. La vida ha existido desde mucho antes que todos nosotros naciéramos y sin la más mínima duda seguirá existiendo después de que todos nosotros ya no estemos acá. Realmente no tiene sentido alguno tratar de oponerse al desenvolvimiento de algo que es tanto más grande que nosotros. Digamos que este fin de semana vamos a ir a la playa y queremos sol. A la vida no le importa nuestra ida al mar y puede ser que llueva. El clima no está bajo nuestro control, es mucho más grande que nosotros. Entonces, ¿Cuál es el sentido de ofuscarnos porque llueve cuando nosotros queremos sol? Ni nuestra respuesta emocional ni nada más en este mundo puede cambiar el clima.

Segundo. Todo rio susurra, hay que aprender a escuchar. Estoy convencido de que los momentos más difíciles en la vida de las personas se deben a que algo importante ha sido ignorado. Hay que aprender a escuchar. La resistencia siempre dificulta las cosas y requiere de mucha energía. Tratar de pasar por encima de algo siempre es más difícil que aprender a cómo darle la vuelta. Los obstáculos más difíciles de superar son los que no se pueden ver. Cuando sabemos que algo ya no nos hace bien pero decidimos no dejarlo por qué nos da miedo cambiar, no estamos escuchando el susurro del rio de la vida. Seguro habrá dificultad.

Tercero. La vida no es algo que nos sucede, es algo que está en nosotros. Cuando ocurren eventos buenos o malos en nuestras vidas corremos a atribuirle intencionalidad a la vida. Nos fascina creer que todo lo que ocurre a nuestro alrededor nos ocurre a nosotros. Ojalá fuéramos así de importantes. La realidad es que la dirección del curso de la vida no tiene nada que ver con nosotros y lo que consideramos “bueno” o “malo” solo tiene que ver con que sí lo que pasó esta alineado con nuestras expectativas o no. Me despidieron del trabajo. ¿Es eso bueno o malo? Para mí es algo malo y para la persona que ahora tiene mi trabajo es algo bueno. Lo eventos simplemente ocurren. Claro, nos afectan y tienen consecuencias reales en nuestras vidas. Lo que no podemos olvidar es que estos eventos no son nada personal. Lo único realmente personal en estos acontecimientos es como decidimos responder ante ellos.

Navegar por el rio de la vida no es nada fácil. Más si tomamos en cuenta que ni en el colegio o universidad hay alguien que se tome el tiempo de enseñarnos como hacerlo. Espero que con estos tres puntos pueda ayudar a más de alguien a mejorar su viaje por este maravilloso rio de la vida.

Nuestra participación en el ciclo de la vida

La vida es una constante sucesión de ciclos. También se puede decir que la vida en sí es un ciclo. Todo los ciclos empiezan y todos los ciclos terminan. Nada es permanente y todo tiene que nacer al igual que todo tiene que morir. Es la naturaleza de todas las cosas.

Muchas veces no empeñamos en luchar en contra de el flujo natural de las cosas y nos reusamos a colaborar con los ciclos que naturalmente se están desarrollando a nuestro alrededor. Nos hacemos los de la vista gorda y oídos sordos. Simplemente ignoramos lo que ocurre a nuestro alrededor y lo único que nos importa es que el mundo cumpla con cada uno de nuestros deseos.

Es de esta manera de ver las cosas, o mejor bien dicho, de no ver las cosas, que nacen la mayoría de obstáculos y frustraciones en nuestras vidas. Las cosas no serían tan difíciles si tan sólo prestáramos un poco más de atención y escucháramos un poco más. Si dejáramos de estar peleando y resistiéndonos a lo inevitable.

Hay tanta energía que desperdiciamos en no aceptar que las cosas son como son. Si tan sólo pudiéramos direccionar esa energía de una manera constructiva a activamente jugar nuestro rol en lo que queremos cambiar no solo lograríamos mucho más sino que también tendríamos una mucho mejor experiencia avanzando por nuestro ciclo de vida en este breve tiempo que tenemos para caminar en la faz de este bello planeta Tierra.

Mientras haya tiempo

Mientras haya tiempo hay que usarlo bien. El único tiempo que realmente perdemos es el que se escapa de nuestras manos cuando ya no podemos dar marcha atrás. Mientras tanto, el tiempo que aún tenemos por vivir tan solo lo podemos perder si así lo decidimos hacer.

Mientras haya tiempo hay esperanza. Mientras haya tiempo podemos mejorar. Mientras haya tiempo podemos cambiar las cosas que queremos que sean diferentes y apreciar las que ya son parte de nuestro ser. Mientras haya tiempo podemos escoger ser felices. Mientras haya tiempo podemos soñar. Y también hacer nuestros sueños realidad.

Mientras si quiera haya un poco de tiempo que aún podamos aprovechar todo lo que queremos lograr sigue siendo totalmente posible de alcanzar. ¡Mientras aún haya tiempo, no hay nada que no podamos conquistar!