¿Jugar en el trabajo? Algo a explorar

Es impresionante el compromiso que todos mostramos cuando estamos jugando algo que nos apasiona. No importa si lo que estamos jugando es un deporte, un juego de mesa o simplemente un pasatiempo que nos entretiene, la entrega es total.

Si somos totalmente honestos, este no siempre es el caso en el trabajo. Incluso, se puede decir que el esfuerzo que ponemos cuando estamos jugando algo (en dónde no nos pagan) es mucho mayor que el esfuerzo que le poneos al trabajo por el que SÏ se nos paga. ¡Esto no hace ningún sentido!

Me he estado preguntando qué es lo que causa esta situación y cuales son las características de los juegos que nos invitan a dar todo lo que tenemos a cambio de tan solo tener la oportunidad de ganar. Creo que si se pueden identificar claramente estas características algunas de ellas se podrían aplicar al ambiente de trabajo y lograr así dos cosas muy importante: 1) mejorar la experiencia de las personas que trabajan con nosotros Y 2) incrementar drásticamente la productividad.

Para validar esta hipótesis y entrar de lleno en el tema hoy empecé a leer “The Game of Work: How to Enjoy Work a Much as Play” por Charles A. Coonradt. Con lo poco que leí hoy les puedo decir que el libro promete. Muy probablemente en los siguientes días vaya profundizando en lo que vaya leyendo acá en el blog. ¡Estén atentos!

Alto rendimiento

Pareciera que el tiempo se detiene. Lo hombros se tensan y la respiración se acelera. Toda el peso del mundo está sobre tus hombros. No hay mirada en este mundo que no esté sobre ti. Decir que hay presión es poco. Ha llegado el momento de la verdad.

Todos esos años de entreno, sacrificio y dedicación pasan en un instante frente a tus ojos. Sabes que estás preparado y no vas a dejar que nadie te quite lo que has venido a reclamar. Sabes que este es tu momento y no estás dispuesto a fallar.

Por un instante la competencia deja de existir y lo único que puedes visualizar es el objetivo. Pocas personas en el mundo pueden alcanzar el nivel de concentración y enfoque que tu puedes lograr. Nada te puede distraer. La intensidad que hay en cada fibra de tu cuerpo pudiera detener un huracán. Has venido a “ganar”.

Sabes bien que el resultado no importa. Toda tu vida has trabajado en dar lo mejor de ti sin importar el resultado. Entiendes bien que la única persona a la que le debes responder eres tú mismo. Nadie más en este mundo importa. Esto es lo que te hace tan peligroso a la hora de competir. Estás luchando para ti. No por alguien más.

Poco a poco vas subiendo de nivel y con cada paso vas construyendo una mejor versión de ti. Te estás convirtiendo en un verdadero atleta de alto rendimiento y con eso en una persona excepcional. Estoy orgulloso de ti.

El regalo de exigir

Ser exigente y pedir lo mejor que alguien más puede dar es más fácil para algunas personas que para otras. Pareciera ser que para la gran mayoría es algo bastante incómodo y difícil de hacer. Espero con las siguientes palabras facilitarles el proceso.

En la cultura occidental hay una creencia muy arraigada que ser exigente de alguna manera equivale a ser una persona mala o ser intransigente. En el caso particular de Guatemala la expresión que viene a la mente es “ser mala honda”.

Esta dificultad de poder ser demandante —dentro de obvios límites éticos— limita mucho el desarrollo de un grupo de personas. La falta de exigencia afecta tanto a las personas que no exigen como a aquellas que no se les está motivando a dar lo mejor que tienen dentro.

Y es esto precisamente lo que es exigir —invitar a alguien a estar inconforme y buscar dar más. Es un reconocimiento abierto de que la persona lo puede hacer mejor. Es una inconformidad sana que busca crecimiento personal. Es un regalo.

Es un regalo por qué para que alguien llegue a exigir y “subirle la barra” a otra persona se tuvo que incomodar. Tuvo que pasar por el proceso de sentir ese nudo en la garganta y las mariposas en el estómago que todos sentimos cuando le vamos a decir a alguien que lo que hizo no está a estándar y que lo debe hacer mejor. El regalo es cada vez más especial conforme el rendimiento que se exige va subiendo de nivel.

Exigir es una calle de doble vía que beneficia a todos los involucrados. La persona que da el regalo de exigir recibe el privilegio de desarrollar y crecer a otra persona que quiere crecer. La persona a la que se le exige recibe el regalo de que alguien más le tenga suficiente aprecio como para incomodarse por ayudarlo a crecer. Exigir es un maravilloso intercambio cuando se sabe hacer bien. Empieza a crear un cultura de exigencia.

A veces dar el 100% es demasiado caro

El emprendedor Matt Mullenweg, creador de WordPress y Automattic, suele contar una historia de cómo recuperó el gusto a montar su bicicleta. La historia no es importante por la bicicleta o el ejercicio, es importante por el profundo aprendizaje que contiene.

“Después de más de 4 meses de estar pedaleando en la misma ruta”, recolecta Matt, “comencé a sentir cierta frustración y las ganas de dejar de montar mi bicicleta”.

Matt luego procede a describir la hermosa ruta de 30 kilómetros que recorría al lado de las espectaculares playas de California.

“Al momento de salir iniciaba mi cronómetro y empezaba a pedalear con todas mis fuerzas”, recuerda Matt. “Iba a toda velocidad sin detenerme hasta el muelle al final del camino y luego de regreso. Cada vez que miraba el reloj al terminar, siempre lo mismo, 45 minutos.” Es importante recordar que el objetivo de Matt era mejorar su tiempo cada vez.

Matt luego describe en detalle cómo dar el 100% para tratar de bajar su tiempo le empezó a pesar. Recuerda la respiración pesada y el dolor de sus piernas. Es algo que nos pasa a todos. Después de mucho tiempo de estar dándolo todo “nos quemamos”. Lo que hacemos ya no es divertido o agradable. Se le pierde el gusto a las actividades y las dejamos de hacer.

“Una mañana me desperté extrañando el aire fresco en mi cara y montar mi bicicleta junto al mar”, se dijo Mullenweg una mañana de verano. “Voy a salir en la bicicleta sin preocuparme del tiempo e iré a dar un buen paseo pero sin matarme”. Y así puso su cronómetro (solo como referencia) y arrancó.

Luego Matt procede a contar lo glorioso que fue su paseo. Describe detalladamente cómo por primera vez se dio cuenta de que había delfines saltando en el mar, y lo hermosas que se veían las gaviotas volando contra el fondo del cielo azúl. Pero aún había algo más espectacular que Matt estaba por ver.

Su reloj. Cuando Matt volteo a ver el cronometro no lo podía creer. 47 minutos. “Que demonios!”, fue su expresión. “No puede ser que me estaba matando por tan solo 2 minutos. 2 Minutos!”.

Muchas veces lograr una mejora incremental cuando ya hay alto rendimiento puede resultar muy caro. Dar siempre el 100% no es posible. Aprende a disfrutar los paseos en bicicleta. La vida puede esperar esos 2 minutos que “perderás”.

Nota: Esto no aplica para atletas de alto rendimiento o personas en ambientes similares cuyo objetivo es justamente ganar esos 2 minutos.