Las palabras que una persona escoge utilizar en cada situación que experimenta dicen mucho acerca de la persona. Incluso, la manera en la que la personas va a responder a dada situación está determinada por sus pensamientos. Y sus pensamientos no pueden ser ajenos a las palabras que conforman su vocabulario. En resumen, las palabras que usamos determinan una gran parte de como nos comportamos en el mundo.
Personalmente creo que la responsabilidad es adueñarnos de todo lo que hacemos, tanto para bien como para mal. Estoy convencido que mientras mas nos adueñamos de todas nuestras acciones y de como estamos jugando un papel protagónico en todo lo que ocurre a nuestro alrededor más éxito podemos tener. Es lógico, mientras mas entendemos que efectos tienen nuestras acciones, mas podemos aprender de ellas y cambiarlas para lograr todo aquello que queremos lograr.
Así que acá el punto #1. ¿Cómo podemos usar el lenguaje para formar a un niño mas responsable?
La verdad que es muy simple y la mejor manera de describirlo es con un ejemplo muy relacionado al español.
Cuando un niño pequeño viene y bota un vaso la conversación usual con los padres va algo así:
Padre: ¿Que pasó?
Niño: Se rompió el vaso
Padre: Ok, no lo vuelvas a hacer
Nótese la respuesta del niño. ¿Ven algo extraño relacionado a la responsabilidad? Vean detenidamente… Claro! Fue el vaso el que se rompió. Yo, niño, no tuve nada que ver con que el vaso se rompiera. Es casi como que si el vaso se hubiera suicidado. El niño de una manera muy subliminal está culpando y desapareciendo de lo que ocurrió. Está evadiendo su responsabilidad.
La misma respuesta en inglés se usa comunmente como “I broke the glass”. Nunca se utiliza la traducción literal que es “The glass broke itself”. ¿En que idioma hay mas responsabilidad?
Ahora vamos al punto #2. ¿Cómo podemos usar el lenguaje para formar a un niño mas feliz?
De nuevo empiezo con una idea muy personal. Creo que la felicidad depende mucho de la relación que tenemos con nosotros mismos y de como nos vemos a nosotros mismos como personas. Si nuestra percepción de que si estamos bien o no está muy ligada a las cosas que hacemos o los resultados que obtenemos, lo lógico es que nos evaluemos como personas en base a los resultados que logremos. Por ende, que tan felices podamos ser dependerá en gran parte de los resultados que logremos o no tener en las cosas que hacemos.
Imaginemos a un niño de unos 6 años de edad. Regresa a casa del colegio con muy buenas notas y recibe la aprobación de sus padres con comentarios similares al siguiente:
Padres: Hijo, eres el mejor. Estamos muy orgullosos de ti.
El comentario está vinculando el resultado, sacar buenas notas, con que el hijo ES el mejor.
El siguiente mes las notas no van bien y el mismo niño pierde varias clases. El comentario puede ir algo así:
Padres: Estamos muy desilusionados de ti. No esperábamos algo así de ti.
El comentario está desaprobando del niño como tal en base a los resultados que obtuvo. Es evidente por qué de adultos no nos gusta tomar riesgos y fracasar para poder crecer.
Veamos ahora la interacción sugerida al sacar buenas notas:
Padres: Hijo, te esforzaste mucho este mes y lograste tus objetivos. Estamos orgullosos de lo que hiciste este mes.
Y con las malas notas:
Padres: Hijo, este mes no te esmeraste en tus estudios y por eso no lograste cumplir tus objetivos.
El niño sigue valiendo lo mismo para los padres y su aprobación y el amor hacia el como persona no cambia. Se desaprueba de las acciones, que no son el niño como tal, y se hace ver la consecuencia de las decisiones tomadas.
Para cerrar otro ejemplo. Si el niño saca buenas notas se le dice que es inteligente. ¿Que pasa si saca malas notas? El niño asume que entonces no es inteligente. Si esto se refuerza muchas veces, lo mismo le pasará de adulto cuando fracase. Se sentirá como no inteligente y su felicidad por siempre dependerá de los resultados que logre o no logre.