Los emprendedores son sorprendentes

Recién acabo de tener la oportunidad de participar como evaluador en un concurso de emprendimiento para jóvenes. Lo único que puedo decir es que los emprendedores son sorprendentes.

Estuve evaluando los pitches de los tres finalistas y cada uno de ellos me sorprendió de manera distinta. Primero, un par de emprendedores con una energía increíble que nos contagio a todos, luego otro emprendedor que busca salvar vidas y cambiar el mundo con su conocimiento tecnológico y finalmente un joven que sin duda alguna va a ganar una carrera en la que viene de menos a más con sus habilidades de diseño.

Hoy, aunque ha sido un día largo y difícil, me puedo ir a descansar sabiendo que hay esperanza en los emprendedores del futuro. Cada uno de ellos, esté en dónde esté, es un destello de luz que iluminará a toda la humanidad hacia un futuro mejor. ¡Vamos hacia adelante!

Quienes deben construir la tecnología de nuestras empresas

Con cada día que pasa más y más empresas se convierten en empresas de tecnología sin importar cuál sea su línea de negocios principal. La capacidad de crear tecnología que pueda generar una mejor experiencia para los clientes de cualquier empresa ya no es opcional.

Lo queramos o no la calidad de la interacción que los clientes esperan tener con nuestras empresas está sesgada para siempre por las fenomenales experiencias que ofrecen empresas como Google, Apple, Uber y muchas otras de este calibre. Las expectativas son altísimas y los consumidores son menos tolerantes que nunca antes en la historia.

¿A qué nos lleva esto? A que toda empresa requiere personas expertas en la creación de tecnología de punta dentro de sus filas. Y ya no estamos hablando de expertos en tecnología “interna” como sistemas contables, inventarios o ERPs. Estamos hablando de expertos en tecnología “externa” qué es la que los clientes quieren utilizar para mejorar su experiencia con nuestras marcas.

Crear este tipo de tecnología, bueno realmente cualquier tipo de tecnología, no es fácil. Especialmente cuando las cosas cambian tan rápido como lo están haciendo ahora. Los procesos, herramientas y conocimientos necesarios para poder entregar esta soluciones son totalmente nuevos. Se necesita sangre fresca para poder ejecutar.

La sangre fresca está en las universidades o en las personas recién graduadas de las universidades. Ellos son los que mejor entienden la nueva tecnología y como interactuar con ella —son las personas idóneas para tomar las decisiones del qué y cómo construir los futuros tecnológicos de nuestras empresas.

Por el contrario, los gerentes actuales que manejan nuestras empresas, aunque tienen mucha experiencia y sabiduría, su enfoque durante los últimos años ha sido desarrollar sus habilidades gerenciales, no crear tecnología. Sino no fueran buenos gerentes. La brecha entre ellos y la tecnología de punta es cada vez más grande.

Es momento de reconocer esto y entender que la mejor manera de construir la tecnología que nuestras empresas necesitan hoy es confiar y darle rienda suelta a la nueva generación de desarrolladores que están más cerca de la acción. Es de la mano de ellos que llegaremos al siguiente nivel.

Bienvenido sea el portador de malas noticias

Para muchos de nosotros la reacción inicial que tenemos al recibir una mala noticia es igual que la noticia, negativa. Y cómo dice el viejo dicho, le disparamos al mensajero, es decir, descargamos nuestra frustración y/o enojo con la persona que nos trae las malas noticias.

Algunos de los comportamientos que mostramos, muchas veces sin estar conscientes, en contra de los portadores de malas noticias son:

  • Alzar la voz y reclamar en contra de la noticia
  • Negar el mensaje y acusar al mensajero de estar mintiendo o algo similar
  • Dirigir un berrinche hacia el mensajero que ni siquiera es responsable de lo ocurrido

Todos estos compartimientos y muchos otros similares son altamente destructivos y pueden causar la caída de empresas de cualquier tamaño. Enseñarle a las personas a que traernos malas noticias resultará en algo negativo para ellos solo tiene un posible resultado: aquellos problemas que necesitan de nuestra atención nunca más llegarán a nuestros oídos.

Y no podemos resolver aquello que no sabemos qué está ocurriendo. Si no aprendemos a reaccionar ante las malas noticias muy pronto estaremos volando en instrumentos, es decir, no sabremos qué está realmente pasando a nuestro alrededor. Es en este tipo de ambiente en donde pequeños problemas crecen y crecen y nadie tiene el valor de evidenciarlos. Los líderes de la empresa no pueden hacer nada pues no están conscientes de la realidad que los rodea. El fin está cerca.

Es por esto que para poder resolver todas aquellas situaciones que indudablemente se darán en nuestras empresas el primer paso es darle la bienvenida al portador de malas noticias. El segundo paso es recompensarlo por ser el “mensajero de la muerte”. Ahora que ya sabemos qué es lo que está roto nuestro tercer paso es irlo a arreglar sin culpar a nadie.

La retroalimentación y un mejor futuro para tu equipo

Así que ya eres gerente y te encuentras con un equipo a tu cargo. Sabes que pueden lograr más y los quieres ayudar a alcanzarlo pero no sabes cómo. ¿Qué hacer para ayudarles a tener mejor resultados en el futuro?

Las respuesta se puede encontrar en la misma pregunta. La solución está en el futuro y no en lo que ha ocurrido en el pasado. 100% de las oportunidades de mejora están en el futuro, el pasado ya pasó y no hay nada que se pueda hacer para cambiarlo —lo hecho, hecho está.

Recuerda, la retroalimentación constante es una de las herramientas más poderosas que los gerentes tienen a su disposición. Bien utilizada puede, sin duda alguna, cambiar el rendimiento de un equipo de trabajo para bien.

Sin embargo, el primer impulso que muchas personas siguen al dar retroalimentación es enfocarse en lo ya sucedido y en resaltar el comportamiento que lo causó. La reacción de la persona que está recibiendo la retroalimentación naturalmente será defensiva. Hablar del pasado es frustrante porque no se puede cambiar. Esta situación en lugar de mejorar el rendimiento futuro, solo desgastará la relación.

Ahora vale la pena detenerse un momento a pensar y preguntarse, ¿cuál es el propósito de la retroalimentación? Para mí es: cambiar el comportamiento futuro de una persona para que pueda obtener mejores resultados. Así de simple.

El rendimiento futuro de tu equipo dependerá grandemente de cuánto tiempo pases pensando en quienes quieres que sean en el futuro. ¿Cómo quieres que se comporten la próxima vez que se encuentren ante una situación similar a la que les acaba de dar problemas? Esta es la pregunta central. Todo lo demás no importa. Especialmente lo que pasó en el pasado.

El mundo es de los arriesgados

Hoy tuve la oportunidad de sentarme a conversar con un gran emprendedor, Kevin Gonzalez. Kevin es el fundador de Molvu, una marca orgullosamente guatemalteca que hace productos y accesorios electrónicos.

Podrán escuchar mi conversación completa con Kevin en mi podcast Conceptos a partir del martes 16 de Febrero 2021 pero por el momento les quiero adelantar lo que aprendí de Kevin quien muchos años atrás fue mi alumno en la universidad.

El mundo pertenece a las personas que toman riesgos. Los emprendedores que logran materializar sus sueños creen en qué ganaran sus apuestas y que sus saltos al abismo darán frutos. Aunque muchas veces no saben cuál debe ser su siguiente paso no paran de caminar, incluso cuando están al otro lado del mundo con un bebé de 2 meses a su cargo.

Las oportunidades deben ser identificadas antes de poderse tomar. No se puede tomar ventaja de una oportunidad que no se ve y la razón principal por la que las oportunidades no se ven es por el miedo a lo que implicaría tomarlas. Tomar una oportunidad siempre es un riego. Justo por eso es que es una oportunidad, por qué podría no resultar. Para comerse el mundo es necesario tomar las mejores oportunidades que se presentan, o sea, constantemente tomar riesgos.

El camino que lleva desde una oportunidad hasta el éxito es arduo y puede ser muy largo. Requiere de persistencia, astucia, apoyo de muchas personas y aprendizaje continuo. No es fácil y sin duda alguna habrán momentos muy difíciles en los que rendirse parecerá ser la opción más sensata. Usualmente los que ganan son aquellos que no se rinden.

Tomar riesgos es una arte que consiste de fortitud emocional y voluntad. Tener éxito es el resultado de confiar en sí mismo para poder tomar los riesgos necesarios y no rendirse hasta que se llega al destino final. Sin duda alguna, el mundo es de los arriesgados.

El secreto para proyectar, estimar y decidir mejor

Cuando una persona está liderando una empresa la cantidad de proyecciones, estimaciones y decisiones que debe tomar no es pequeña. La precisión con que realice estas actividades determina, en gran parte, el futuro de la empresa. Es una gran responsabilidad.

Por definición estas tres actividades lidian con el futuro. Mejor bien dicho, lidian con lo que la persona pronosticando cree que va a pasar en el futuro. Mientras más grande y compleja es la empresa la cantidad de variables que afectan su futuro es más grande y la incertidumbre es cada vez mayor.

Esta no es una tarea fácil. El volumen de información que hay que analizar y la gran cantidad de opciones que están disponibles en cualquier momento dado es abrumadora. Pero todo esto se puede manejar. El verdadero reto no está acá.

El gran problema cuando un director o gerente está proyectando, estimando o decidiendo es la disonancia cognitiva que se da entre lo que quiere que suceda y lo que la data que tiene a su disposición le está diciendo. Todo proceso de planeación a futuro se construye sobre la visión deseada del futuro de la persona que está planeando. Si no se tiene cuidado esta disonancia distorsionará todo el proceso y por ende las proyecciones, estimaciones y decisiones que se tomen estarán sesgadas hacia lo que se quiere que ocurra. Mucha de la información relevante que está a plena vista será vilmente ignorada.

Así que la próxima vez que estén haciendo un presupuesto, proyectando ventas o tomando decisiones estratégicas pregúntense: Esto que estoy proponiendo, ¿es lo que la data y la evidencia sugieren que puede pasar o es lo que yo quisiera que pasara en base a lo que quiero?

Cómo cerrar ventas sin bajar el precio

Vender es algo que es difícil. Requiere de fortitud emocional y sobre todo de mucha claridad de comunicación. Adicionalmente, al momento de vender todos tenemos que luchar, de manera subconsciente, contra nuestros instintos de compradores que automáticamente proyectamos hacia la persona a la que le estamos vendiendo.

Sin duda alguna, el arte de vender se puede destilar en la capacidad de manejar las objeciones a realizar la compra. Aunque existen muchísimas diferentes objeciones que utilizan los compradores para no comprar las principales objeciones están relacionadas con el dinero. Los dos sabores preferidos de estas objeciones monetarias son: 1) es muy caro ó 2) no tengo dinero.

La verdad es que cerrar una venta depende de poder ayudar al comprador a ver el valor de lo que está a punto de adquirir. Si el comprador percibe que el valor que obtendrá es mayor a lo que va a pagar, la compra se cerrará. De lo contrario, no hay trato.

Para que el valor percibido sea mayor que el precio que se va a pagar solo hay dos caminos que se pueden tomar. O se incrementa el valor percibido de lo que se está vendiendo o se baja el precio de venta. No hay más que hacer acá.

El primer impulso que todos tenemos para lograr cerrar una venta es querer bajar el precio —¿será que tiene que ver con que todos queremos pagar lo menos posible cuando vamos a comprar algo? Bajar el precio, aunque a menudo funciona y es el camino más fácil a tomar, no siempre es la mejor opción.

La realidad es qué vender requiere crear un poco de tensión ya que comprar algo siempre implica correr un riesgo. Esta tensión es buena y aliviarla bajando el precio cuando no es totalmente necesario es un error.

Cuando la objeción del precio se hace presente es importante hacernos las siguientes preguntas:

  • ¿Es esta persona el cliente adectuado para lo que estoy vendiendo?
    • ¿Que tan intensa es su necesidad por lo que estoy vendiendo?
    • ¿Tiene los recursos disponibles para pagar lo que vale lo que estoy vendiendo?
    • ¿Puede ver claramente el valor de lo que le estoy ofreciendo? Si no lo puede ver, ¿es porque yo no sé lo he mostrado o simplemente no está interesado?
  • Dentro de las prioridades en las que esta persona puede usar sus recursos, ¿en dónde se encuentra lo que estoy vendiendo? Por ejemplo, si le estoy vendiendo una vacación a alguien que está buscando un colegió más económico para sus hijos no voy bien.

En base a lo que encontremos con las preguntas anteriores podemos decidir que no es un cliente al que le queremos vender (esto no es necesariamente algo malo) o podemos decidir seguir adelante tratando de cerrar al precio que queremos. Al momento de decidir seguir adelante lo que debemos hacer es subir el valor percibido de lo que estamos ofreciendo. Para lograrlo podemos cambiar la manera en que presentamos lo que estamos vendiendo o intensificar la necesidad del potencial cliente. Esto requiere que lleguemos a conocer muy a fondo a nuestro cliente.

Así que resumiendo, para lograr una venta sin bajar el precio:

  1. Encuentra el cliente correcto
  2. Entiende las prioridades del cliente
  3. Intensifica su necesidad por lo que estás vendiendo
  4. Alivia la tensión incrementando el valor percibido de lo que estás vendiendo y vuelve a subirla al no dar un descuento

PD. “El problema con una guerra de precios es que la podrías ganar. “ — Seth Godin.

Sobre la delegación inversa

Muchas de las personas que llegan a obtener puestos gerenciales son personas determinadas que saben hacer bien las cosas. Son las típicas personas que les gusta trabajar y lograr resultados excepcionales. Tienen mucha motivación y les gusta mostrarle a los demás de lo que son capaces.

Es irónico pero todas estas cualidades que le ayudan a estas personas a ser promovidas a puestos gerenciales regresan como un boomerang a golpearles en la cabeza cuando ya son gerentes. El cambio de paradigma de “mi trabajo es hacer” a “mi trabajo es ayudar a otros a hacer” es muy difícil de cambiar y los hábitos ya instalados son muy difíciles de romper.

Y es acá en donde nace la delegación inversa: el proceso mediante el cual un gerente asigna una tarea a un directo y el directo, a menudo de una manera muy discreta, le devuelve la tarea al gerente para que se la haga. El gerente, que fue promovido por su capacidad de ejecutar y que aparte le gusta demostrar su capacidad, felizmente acepta la tarea de regreso y se pone a trabajar en ella.

Después de un par de delegaciones inversas el gerente se empieza a sentir abrumado y ya no tiene tiempo para hacer su trabajo pues ha empezado a hacer mucho de el trabajo que le corresponde a su equipo. Esta situación no solo afecta a él gerente directamente, afecta el desarrollo de los miembros de su equipo ya que muchos de ellos no tendrán la oportunidad de hacer las tareas que necesitan hacer para crecer pues el gerente las está haciendo por ellos.

Este fenómeno de la delegación inversa es muy sigiloso y puede pasar desapercibido en empresas de todo tamaño. Es un enemigo directo de la productividad y el desarrollo del personal. Sin duda alguna le ha costado el trabajo y la carrera a miles de gerentes.

En mi experiencia la única manera de combatirlo efectivamente es desarrollando la conciencia necesaria en los gerentes para que cada uno de ellos pueda identificar cuando está recibiendo de regreso una tarea que no debiera aceptar.

Esta vez sin quemarlo

Hay algunas cosas que funcionan mejor que otras. Y también hay cosas que no funcionan para nada. La reacción natural que muchas personas tienen, sin que se les pueda para nada culpar, es de alejarse de las cosas que no funcionan y gravitar hacia aquellas que funcionan mejor.

Definitivamente que esto no es para nada una mala estrategia. Dedicarle más tiempo y energía a aquello que funciona mejor es una buena idea. ¿Pero qué pasa cuando se abusa? ¿Qué sucede cuando el impulso natural nos guía por el camino del exceso? ¿Qué pasa cuando no entendemos?

Uno de los principales errores que veo cometerse es que aquello que funciona bien se empieza a utilizar como la “bala de plata”— una solución que se aplica todo el tiempo a cualquier situación que surja. A lo mejor una reunión semanal logra alinear muy bien los objetivos de todo un equipo. Después de un par de semanas es probable que la expectativa sea que esta misma reunión que alinea objetivos muy bien también resuelva los problemas de comunicación entre miembros del equipo o incluso, con proveedores. Si esto funciona para resolver A, usémoslo también para resolver B aunque B no tenga nada que ver con A.

La otra cosa que veo pasar es que la frecuencia con qué se utiliza algo que funciona incrementa dramáticamente mientras mejor funciona. Si tener una sesión para revisar el progreso de un proyecto está funcionando muy bien en un ciclo quincenal, no pasa mucho tiempo hasta que a alguien se le ocurre moverlo a un ciclo semanal para “acelerar el ritmo del proyecto”.

Cada actividad o solución tiene su propio ritmo y si está funcionando bien es porque está obedeciendo a su ciclo natural. Las cosas, al igual que un buen vino, necesitan tiempo para respirar. Necesitan descansar. Esto no quiere decir que no hayan actividades cuya naturaleza sea diaria y que se benefician de ejecutarse todos los días. Pero tratar de forzar un ciclo de ejecución más frecuente a algo solo porque funciona bien simplemente no tiene sentido.

Cuando se encuentra algo que funciona nos podemos sentir muy dichosos. No es algo que pase todos los días y en el momento que llega a suceder debemos entender bien por qué está funcionando y particularmente es importante que entendamos su ciclo de ejecución.

Usar algo más de lo necesario disminuye su efectividad. Usémoslo otra vez pero esta vez, sin quemarlo.

Nunca a la primera vez

Nunca a la primera vez

Ni el bebé que intenta caminar por primera vez ni el emprendedor que está soñando con su producto inicial van lograr su objetivo en el primer intento pero, al igual que el bebé sin duda alguna algún día caminará, el emprendedor también un día tendrá la experiencia necesaria para construir una empresa exitosa.

Desafortunadamente la mayoría de personas olvidan sus primeras experiencia en la vida y cuando llegan a ser adultas aprender algo nuevo es lo último que quieren hacer. Aprender no es más que un proceso iterativo de fallar y corregir así que por definición, la primera ves que se hace algo nuevo, lo más probable es que no se podrá hacer bien. Y esto no es nada malo. Después de todo, casi nada sale bien la primera vez. Solo es cuestión de volverlo intentar.