Realmente, ¿cuánto lo quieres?

Mientras más queremos algo más estamos dispuestos a pagar por ello. Lo podemos ver en la historia de la proverbial botella de Coca-Cola en el desierto que se utiliza como ejemplo todo el tiempo.

Lo interesante es que este fenómeno de querer pagar bastante por algo que se quiere no sólo está sujeto a transacciones comerciales de compra y venta. Está presente en muchas otras áreas de nuestras vidas.

Por ejemplo, mientras más queremos que un proyecto tenga éxito, más corazón y esfuerzo le ponemos. Es decir que estamos dispuestos a pagar más por ver que ese proyecto tenga éxito.

Si tenemos una relación con una persona que queremos que sea de gran calidad sin duda alguna invertiremos una cantidad desproporcionada de tiempo a conocer mejor a la otra persona con la esperanza de llevar la relación al nivel que anhelamos que tenga. El precio que estamos dispuestos a pagar por esa relación es alto.

Cuando nos enfrentamos a una situación difícil en nuestras vidas pero queremos superarla, crecer y salir más fuertes del otro lado nos encontramos dispuestos a hacer lo que haga falta para darle vuelta a lo que sea que estamos enfrentando. No hay nada que no haríamos por salir adelante.

Creo que lo que estoy tratando de decir es que sí de verdad lo queremos con suficientes ganas y estamos dispuestos a pagar el precio “de mercado”, podemos lograr prácticamente cualquier cosa que queramos en la vida.

El día a la vuelta de la esquina

Cuando el sol se esconde para abrirle paso a los sueños que le dan forma a nuestras vidas futuras es que sabemos que hay un nuevo día a la vuelta de la esquina.

No importa si hoy ha sido bueno o si hoy ha sido malo, siempre podemos estar seguros de que muy pronto llegará un nuevo día que está a la vuelta de la esquina.

No te aferres a lo magnificente que es este momento por qué por más que quieras congelar el tiempo y no quieras que mañana llegue, la vida muy pronto te regalará un nuevo día que está a la vuelta de la esquina.

No le temas ni al cambio ni a la aplanadora del tiempo que sin misericordia se rehusa a detenerse aunque sea por un instante porque siempre, lo quieras o no, en menos de 24 horas siempre tendrás el regalo de un nuevo día que está a la vuelta de la esquina.

La mejor manera de motivarse

No hay nada como sentir que nos quedamos sin tiempo para motivarnos. Cuando el reloj está constantemente descontando preciados segundos y se acerca el final del tiempo disponible para hacer algo, entonces nos moveremos.

Hay dos tipos de motivación, la motivación hacia algo y la motivación para alejarnos de algo. La primera se construye sobre el deseo de querer completar algo que es importante para nosotros mientras que la segunda lo único que quiere es evitar que algo malo pase, no importa cómo.

La motivación hacia algo sin duda alguna se siente mucho mejor que la motivación lejos de. Es mucho más agradable querer materializar una visión del futuro que tenemos que estar todo el tiempo tratando de controlar todo para que algo malo no vaya a pasar.

Sea como sea, ambos tipos de motivación se hiper-activan una vez entramos en una carrera contra reloj. Si estamos motivados hacia construir algo que queremos, sin duda alguna querremos terminarlo lo antes posible. Sí estamos motivados porque tenemos miedo de que el tiempo se nos acabe y habrán consecuencias cuando el reloj marque cero, también nos moveremos más rápido.

Si tenemos la opción de escoger recomiendo que siempre tratemos de motivarnos a construir algo, es más saludable. Pero no debemos olvidar que el miedo, aunque no se siente tan bien, es un gran motivador y siempre está a nuestra disposición cuando lo necesitamos.

No importa que tipo de motivación decidamos utilizar en cualquier momento, el secreto para subirle el volumen a 10 está en prender el cronómetro e iniciar la cuenta regresiva.

Amor propio, dolor y un Hot-Dog

Acabo de leer una historia que por alguna razón conmovió hasta lo más profundo de mi ser:

Una familia sale a cenar. Cuando llega la mesera cada uno de los papás pidió su orden. Un segundo después su pequeña hija de 5 años con mucha ilusión también hizo su pedido: “¡Yo quiero un hot-dog, papás fritas y una Coca-Cola por favor!” “Claro que no,” interrumpió inmediatamente su papá y volteando a ver a la mesera agregó, “Ella comerá un pastel de carne, puré de papás y leche”. Volteando a ver a la niña con una sonrisa la mesera le dijo, “Cariño, ¿Que quieres que le agregue a tu hot-dog?” Después de que la mesera se retiró, la familia permaneció sentada en silencio y en shock. Unos minutos después la niña con brillo en sus ojos dijo, “Ella piensa que yo soy real.”

— Jack Kornfield y Christina Feldman

¿Qué es lo que exactamente me pegó de la historia? Todavía no lo he logrado terminar de comprender pero de alguna manera me sentí muy relacionado con la niña y esa sensación de ser “invisible”, de no pertenecer.

Creo que todos hemos tenido una serie de experiencias que han contribuido a formar una narrativa dentro de cada uno de nosotros que nos dice algo parecido a, “No soy suficiente, algo me hace falta para poder pertenecer, para ser tomado en cuenta.” Al menos así es como pienso muchas veces yo. No es divertido.

Puede ser difícil de aceptar pero creo que después de muchos años de estar reforzando este tipo de narrativas adentro de nuestras cabezas podemos llegar a desarrollar un rechazo interno hacia nosotros mismos.

Esta es una de las más grandes tragedias que podemos experimentar como seres humanos, no querernos tal y como somos. Creer que estamos fundamentalmente incompletos y que no merecemos amor es una fuente de sufrimiento inmensa que se puede llegar a erradicar.

Después de todo, esas creencias se aprenden a través de vivir historias como la de la niña y su hot-dog. Cuando algo se aprende, también se puede desaprender.

¿Para qué esperar a ser felices?

Esperamos y esperamos hasta que todo sale tal y cómo queremos para darnos permiso de ser felices por unos cuantos minutos.

Nos abstenemos durante años hasta que terminamos exitosamente un desgastante proyecto para poder sentirnos bien acerca de nosotros mismos durante unos cuantos días.

Pero la vida es mucho más que estos breves momentos en los que llegamos a algún destino justo y como lo imanginamos. La vida realmente es un proceso que se está desenvolviendo todo el tiempo. Es como decidimos vivir este proceso lo que determina la calidad de nuestras vidas.

No tiene mucho sentido asignar solo los breves momentos en donde “todo está como queremos” para sentirnos bien. La verdad es que todo el tiempo hay algo que no está bien y siempre nos estamos enfrentando a más de algún problema. Así que, ¿por qué no aprender a disfrutar todo el camino? Después de todo, pasamos mucho más tiempo caminando que descansando en nuestros laureles.

Si en realidad queremos disfrutar nuestras vidas, ¿Para qué seguir esperando a ser felices?

Cambia tu vida al estilo Waze

Para poder calcular la ruta hacia cualquier destino Waze primero necesita saber en dónde está el usuario al momento de querer iniciar el viaje (punto A).

Luego Waze necesita saber hacia dónde quiere ir el usuario (punto B). Ya con estos dos datos la aplicación puede empezar a analizar el tráfico y las vías disponibles para optimizar la ruta, no antes.

Llevar nuestra vida en una nueva dirección no es tan diferente.

Primero necesitamos reconocer con mucha claridad en dónde estamos (punto A). Noten que dije en dónde estamos, no en dónde creemos estar. Esto requiere de mucha introspección y honestidad interior.

Al igual que lo hace Waze, el siguiente paso es definir a dónde queremos ir (punto B). Esto requiere de visión, claridad y un entendimiento de cuales son nuestras prioridades. Solo así podremos tener un destino bien definido hacia dónde caminar.

Finalmente necesitamos reconocer durante todo el viaje cuales son las situaciones, obstáculos y posibles rutas alternas y atajos que podemos tomar para llegar bien a nuestro destino. Esto requiere de perseverancia, atención y aprendizaje continuo.

Así que ahí lo tenemos, así es cómo podemos cambiar nuestras vidas al estilo Waze.

Los emprendedores son sorprendentes

Recién acabo de tener la oportunidad de participar como evaluador en un concurso de emprendimiento para jóvenes. Lo único que puedo decir es que los emprendedores son sorprendentes.

Estuve evaluando los pitches de los tres finalistas y cada uno de ellos me sorprendió de manera distinta. Primero, un par de emprendedores con una energía increíble que nos contagio a todos, luego otro emprendedor que busca salvar vidas y cambiar el mundo con su conocimiento tecnológico y finalmente un joven que sin duda alguna va a ganar una carrera en la que viene de menos a más con sus habilidades de diseño.

Hoy, aunque ha sido un día largo y difícil, me puedo ir a descansar sabiendo que hay esperanza en los emprendedores del futuro. Cada uno de ellos, esté en dónde esté, es un destello de luz que iluminará a toda la humanidad hacia un futuro mejor. ¡Vamos hacia adelante!

Buenas decisiones y las reacciones emocionales

Tomar buenas decisiones requiere de claridad de pensamiento y de un espíritu centrado. Podemos decir que mientras más calmada esté la mente y más en paz esté el corazón, mejores decisiones se tomarán.

Es fácil de entender que mantener la claridad y la calma es parte fundamental de decidir bien pero una vez que la neblina ha desciende todo se va al carajo y tiramos nuestra capacidad de tomar buenas decisiones por la ventana.

¿Y qué es esta neblina? Principalmente la neblina toma forma de reacciones emocionales —aquellas respuestas emocionales que decidimos tener ante los eventos que ocurren a nuestro alrededor.

Las reacciones emocionales pueden generar cualquier tipo de emoción por lo que es importante hacer un muy breve resumen de los tipos de emociones que podemos experimentar. Las emociones se pueden clasificar en dos grandes grupos: emociones positivas(felicidad, amor, gozo, etc.) y emociones negativas (enojo, envidia, ansiedad, etc.). Usualmente las emociones negativas se consideran como dañinas y las positivas como beneficiosas. Esto no siempre es el caso.

Por ejemplo, una madre está tratando de ayudar a su pequeño hijo a quien le acaba de caer un árbol encima. Su enojo y frustración le pueden dar fuerzas sobrenaturales y así podrá mover el arbolo para salvar a su hijo. De igual manera, un inversionista puede estar lleno de genuina felicidad y por ende estar más optimista de lo normal y puede tomar una decisión de negocios que le cueste millones dólares. El resultado de las decisiones no tiene nada que ver con el estado emocional en que estemos.

Es muy importante entender esto porque crecimos creyendo que siempre tomamos las decisiones de manera racional y utilizando la cabeza. No es cierto. La mayoría de decisiones las tomamos a un nivel emocional (bajo la neblina). ¿Cuántos de ustedes han seguido con una relación que saben que no les beneficia pero simplemente no la pueden dejar? ¿Cuántos de ustedes han seguido fumando sabiendo que el cigarro los puede enfermar o incluso matar pero no aguantan la ansiedad que se apodera de sus cuerpos al dejar de fumar? Hay millones de ejemplos. La gran mayoría de las decisiones que tomamos no son racionales.

Esto no quiere decir que debemos buscar volvernos robots o el Sr. Spok y que debemos suprimir nuestras emociones. Las emociones son la manera en que experimentamos nuestra vida como humanos. Es de lo más preciado que tenemos. En lo que sí debemos trabajar es en cambiar nuestra relación con ellas.

Es importante que aprendamos a dejar de perdernos en ellas y poder experimentarlas de una manera atenta en dónde en todo momento estamos plenamente conscientes de qué estamos sintiendo. Esto nos permitirá saber que nuestro juicio por el momento está nublado por la neblina de las emociones y que tenemos dos opciones: o esperamos un tiempo para decidir o decidimos en el momento tomando en cuenta el sesgo emocional que estamos viviendo en ese instante.

Sea como sea, haya neblina o no, siempre podemos usar nuestro mejor juicio. Solo debemos mantener una mente clara, un espíritu centrado y una conciencia clara de nuestros estados emocionales.

El poder de las conversaciones

Aún puedo recordar que cuando era muy niño que una de mis cosas favoritas era ir a la casa de un amigo que vivía al lado de la casa de mis papás y pasar hablando por horas con él. No puedo haber tenido más de 7 u 8 años pero el recuerdo sigue muy vivo dentro de mí. De qué hablábamos exactamente no puedo recordar pero sí tengo muy presente la agradable sensación de pasar el tiempo solo hablando con él.

Lo mismo se repitió durante mis años de adolescente y ese deseo de querer intercambiar ideas, sentimientos y aprendizajes por medio de largas charlas con otras personas me ayudó a encontrar grandes amigos que siguen cercanos a mí al día de hoy.

Hoy en día las cosas han cambiado muy poco respecto a mi inclinación a buscar una buena conversación. Parece ser que es mi mecanismo favorito para aprender y también para enseñar. Creo que cuando dos personas se sientan a hablar con las ganas de conocer y entender a fondo los puntos de vista de la otra persona ocurren cosas maravillosas.

Para empezar, nuestra perspectiva del mundo necesariamente cambiará ya que al tener una buena conversación tenemos la oportunidad de ver el mundo a travez de los ojos de alguien más. Y como que si esto fuera poco también podemos validar nuestras ideas más íntimas permitiendo que alguien en quien confiamos las pueda cuestionar y ponerlas a prueba.

Las conversaciones nos permiten aprender más acerca de nosotros mismos y al mismo tiempo nos enseñan mucho sobre la persona con quién estamos interactuando. Este aprendizaje, claro está, es bi-direccional y la otra persona también disfrutará del mismo beneficio.

Conversar con alguien nos permite compartirle qué es lo que queremos, cómo nos sentimos, qué nos preocupa y qué miedos tenemos. Nos abre el camino a ser vulnerables y honestos para que los demás tengan la oportunidad de podernos entender. Sin una conversación no puede existir una conexión profunda pues es imposible conectar con alguien a quien no se le conoce.

En fin, las buenas conversaciones son de mis cosas favoritas en este mundo y creo que su super poder es que nos permiten compartir nuestra humanidad con los demás.

Cuando finalmente se ve lo que no se puede ver

Todos hemos estado ahí. Alguien nos ayuda a ver algo que era invisible para nosotros y una vez que lo logramos ver no lo podemos dejar de ver jamás. Nuestras vidas no volverán a ser las mismas. Este es el poder de los cambios de paradigma.

Todos tenemos un set de creencias fundamentales de cómo consideramos que funciona el mundo. Todo lo que creemos verdadero y posible en el mundo lo construimos sobre estas hipótesis que creemos que son verdades. No podemos ver nada que esté más allá de estos paradigmas y todas nuestras acciones reflejan la congruencia de estas creencias. Es decir, no nos podemos comportar de una manera que no esté alineada con nuestras creencias fundamentales —si creo que soy malo para matemáticas no podré resolver problemas matemáticos.

Un ejemplo nunca está de más. Si yo tengo la creencia de que solo las personas extrovertidas son buenas para vender y resulta de que yo soy una persona introvertida, sin duda alguna tendré problemas para vender cualquier cosa. Es más, ni siquiera intentaré aprender a vender. Pero, ¿Qué pasa si en realidad vender tiene que ver más con la cantidad de tiempo, esfuerzo y estudio que alguien le dedica a ser un buen vendedor que con el tipo de personalidad que tiene? Entonces me habré perdido de poder llegar a ser un gran vendedor simplemente por que no podía ver que con tiempo y esfuerzo lo podía lograr. Para mí ser un gran vendedor simplemente no era posible por qué creía que mi personalidad no era la adecuada.

Y así una y otra vez estaremos chocando contra las paredes invisibles de como creemos que funciona la realidad hasta que una experiencia o una buena conversación con alguien nos ayuda a ver un poco más de cerca lo que es real y nos hace un poco más visible aquello que no se puede ver.