La fuerza que corre por nuestras venas

El poder que cada uno de nosotros tiene adentro es inmenso. Todos venimos de un linaje de luchadores incansables que hicieron lo imposible para que nosotros pudiéramos vivir. De lo contrario no estaríamos acá.

Sin importar qué tan poco sepamos de nuestra historia familiar lo más seguro es que nuestro árbol genealógico esté repleto de héroes anónimos. Y su sangre corre por nuestras venas.

Si regresamos tan solo 2 ó 3 generaciones atrás, sin duda alguna encontraremos que muchos de nuestros antepasados pelearon en guerras que hacen que la pandemia que estamos viviendo hoy parezca un juego de niños. Y sí, las futuras generaciones también admirarán los grandes esfuerzos y sacrificios que nosotros estamos haciendo en este momento. Nosotros también seremos los héroes de las generaciones que vienen.

Vivir una vida completa es una tarea heroica y si nuestros papás y abuelos no fueran héroes, nosotros no estaríamos acá. ¡Qué seguido olvidamos esto! Nos enfrentamos a un pequeño obstáculo o contratiempo y nos sentimos impotentes. Tenemos una dificultad que resolver y nos damos por vencidos antes de siquiera intentar dar el primer paso. Y no solo esto, en nuestra vida diaria también nos reusamos a vernos como potentes agentes de cambio en el mundo. Constantemente negamos nuestro linaje.

¿Qué mejor día que hoy para recordar la infinita fuerza que corre por nuestras venas y honrar lo que nuestros antepasados hicieron por nosotros al decidir ser valientes ? Es momento de seguir su ejemplo. El valor que tanto admiramos en las acciones e historias que nos contaron sobre ellos cuando éramos pequeños vive en nuestro corazón. Somos igual o más valientes y temerarios que ellos. Tenemos que serlo, sus genes están en cada fibra de nuestro cuerpo.

Nuestro nombre y apellido están tan lejos de ser lo único que nuestros padres nos han dejado. Hay tantas cosas más, siendo la más importante de ellas, la fuerza que corre por nuestras venas.

Vivir sin complicaciones es mejor

La vida no es complicada. El trabajo no es complicado. Las relaciones no son complicadas. Somos nosotros los que complicamos las cosas. Si tenemos la elección, creo que vivir sin complicaciones es mejor.

La vida no tiene intencionalidad y fluye siguiendo su camino natural. Cuando escogemos poner resistencia a este flujo perfecto, las cosas se complican. En cada momento tenemos la elección de resistir o aceptar. Las complicaciones vienen cada vez que elegimos resistir.

El capitán a cargo de un barco que insiste en navegar contra el viento no llega a ningún lugar. Luchar contra el viento es complicado. El capitán que acepta que la dirección del viento no está a su favor y ajusta la vela para poder llegar a puerto, simplifica la situación.
Hay momentos cuando todo se complica y nuestra reacción es decir “las cosas están complicadas”. Nos sentimos abrumados y no vemos más que complejidad a nuestro alrededor. Estos momentos son ideales para preguntarnos, ¿A qué me estoy resistiendo? ¿Qué no estoy viendo que está causando este enredo?

Hacernos estas preguntas no implica que decidamos dejar la situación como está. Hacernos estas preguntas nos empodera a soltar nuestros apegos y obtener la claridad necesaria para poder llegar a puerto seguro —de una manera simple y eficaz.

Todos estamos en el mismo barco

Es infinita la soledad y desesperación que podemos llegar a sentir. Cuando nos ensimismamos con alguna situación que no sabemos manejar nos aislamos de los demás y entramos en un abismo en donde creemos que somos los únicos en toda la historia de la humanidad que se ha sentido así.

Las emociones que experimentamos en estas situaciones son varias. Algunas de las más comunes que sentimos son el miedo, la ansiedad, el enojo y la tristeza. Estas emociones llegan a ser tan intensas que olvidamos que somos nosotros los que las generamos y llegamos a creer que nosotros somos la emoción. Se nos hace imposible distinguir entre nuestra identidad y lo que estamos sintiendo. He de ahí que nacen expresiones como “estoy triste” o “me muero del miedo”.

Esta confusión da origen a a la narrativa de que nunca nadie se puede haber sentido cómo nos estamos sintiendo nosotros en ese momento. Después de todo, si cada uno de nosotros es único y al mismo tiempo creemos que somos nuestras emociones, entonces nadie más puede haberse sentido como me siento yo ahora. Mi emoción tiene que ser única.

Afortunadamente esto no es cierto. La verdad es que todos estamos en el mismo barco y es muy bueno tenerlo presente en los momentos difíciles que nos toca vivir. Si estamos en una discusión difícil que nos da miedo hay que recordar que la otra persona también está asustada. Si estamos nerviosos en una entrevista de trabajo por qué negar que el entrevistador también ha de estar nervioso al entrevistarnos. Si estamos bateando en una situación crítica de un juego muy importante y los nervios llegan, qué mejor que recordar que el pitcher esta en las mismas que nosotros.

Nunca estamos solos y nunca estamos viviendo algo que alguien antes de nosotros no haya vivido. En este sentido experiencial no somos únicos. Recordar que pertenecemos a la raza humana y que nuestro dolor es compartido con millones de otras almas en los lugares más recónditos del planeta es reconfortante. Nos hace sentir que pertenecemos a algo más grande que nosotros y que no estamos solos. Cuando vuelva ha llegar el abismo de la soledad, recuerda que todos estamos en el mismo barco.

Volver a lo mismo, estoy enojado

Por momentos creo que todas las oportunidades de aprendizaje que tan caro pagamos con la destrucción y muerte que trajo consigo el COVID se están tirando la basura. Estoy enojado, sí.

Con esta crítica no me refiero a que se estén dejando de practicar las normas de distanciamiento social. Acostumbrarse a lavar las manos no es un gran aprendizaje, eso no me molesta tanto. Me refiero a lo rápido que pareciera que estamos regresando a tantos ineficientes patrones de comportamiento de pre-pandemia que finalmente estaban empezando a cambiar.

Como emprendedor lo que más me duele es ver como tantas empresas están decidiendo, a pesar que sus giros de negocio no lo requieren, forzar a sus colaboradores a regresar a los mismos horarios y procesos presenciales de trabajo. A estas alturas del partido creo que ya tenemos suficientes datos para respaldar que el modelo híbrido funcionó bien para un gran porcentaje de empresas. Entonces, ¿por qué la insistencia de volver exactamente al antiguo modelo sin siquiera aplicar algunos de los aprendizajes que todas esas horas de encierro nos enseñaron?

Al día de hoy hay muchos libros, podcasts, Webinars y experiencias de miles de personas y empresas que nos pueden ayudar a modernizarnos. También tenemos nuestras mismas experiencias de las cuales debemos aprender.

Nadie quiere estar enfrente de zoom 24/7, lo entiendo. Pero con un poco de compromiso de gerencia se pueden diseñar modelos híbridos que pueden funcionar en casi cualquier empresa.

Ya es hora de dejar el pasado atrás y seguir avanzando. Por favor, dejemos las maneras de hacer las cosas que no nos aportan atrás y enfrentemos el reto de seguir avanzando. No dejemos que las ganas de sentirnos cómodos en nuestra zona de confort nos amarren a procesos y prácticas que son ineficientes y hoy ya son anticuadas. Nuestro deber como emprendedores es guiar al mundo hacia el futuro y si ni siquiera lo podemos hacer con nuestra propia manera de operar, ¿cómo pretendemos poderlo hacer con nuestros clientes dependen de nosotros para lograrlo?

El momento perfecto no existe

La excusa más popular que usan las personas para posponer las decisiones más importantes en sus vidas es: este no es el momento correcto. Claro está que en nuestras mentes este realmente no es el momento correcto y NO lo vemos como una excusa. Una y otra vez experimentamos esta excusa como una narrativa que nos parece tan real como el latido de nuestro corazón.

Pero la realidad es otra. La realidad es que para los saltos de fe, las grandes decisiones que marcan nuestras vidas, el único momento correcto es ahora. Nunca habrá suficiente dinero, tiempo o información adicional que nos haga sentirnos listos para dar “el paso”. Lo único que se necesita es el valor de decir “este es mi momento y nada ni nadie me lo va a quitar”.

El momento perfecto no existe. Lo único que tenemos es él ahora y la confianza en que lo vamos a lograr. Esperar que las cosas cambien y que el momento perfecto llegue no son más que banderas rojas que nos están indicando que tenemos miedo. Pero debemos recordar que somos más grandes que nuestros miedos y que nunca cederemos ante ellos. Ve y toma lo que te corresponde. No escuches esas excusas falsas que dan vueltas en tu cabeza. El momento perfecto es ahora.

El problema de un modelo centralizado (analizando el impacto de la caída de FB, Instagram y Whatsapp en los emprendedores latinoaméricanos)

No importa si estamos hablando de un gobierno, un sistema financiero, una empresa o las gigantes plataformas de las que dependemos en Internet, estar atados a un modelo centralizado es una mala idea.

Sin entrar en complejos detalles técnicos o matemáticos, un modelo centralizado es aquel en el que todo el proceso depende de un único punto de falla. Es decir, todo el sistema depende del correcto funcionamiento de un componente que, cuando llega a fallar, rompe todo el sistema. Por ejemplo, un emprendimiento que solo vende por Facebook muere si Facebook cambia las reglas o, como sucedió hoy, muere.

Sin aún conocer los detalles de qué pasó hoy en Facebook, si sabemos que la falla rompió 3 de sus propiedades principales las cuales aparentemente comparten al menos un componente centralizado —las tres murieron al mismo tiempo.

De cuerdo al Twitter de John Graham-Cunning de @Cloudflare el problema tuvo que ver con problemas de BGP y DNS. Aquellos de ustedes que quieran un poco más de detalles técnicos acá está el Tweet para que puedan estudiar el thread completo:

Un proceso centralizado es peligroso y frágil. Le da, lo queramos o no, mucho poder al componente crítico del sistema. Ya sea que a este componente centralizado le llamemos banco central, presidente, data center, red social, moneda o algo similar, ponernos en una situación en la que dependemos de un sistema centralizado es una receta para el desastre. Acá les dejo otro Tweet, este de de CNN, listando el efecto que la caída de hoy tuvo en algunos emprendedores latinoamericanos quienes dependen 100% de Facebook para sus ventas:

La mejor manera de minimizar riesgos es utilizar sistemas distribuidos en los cuales cuando un componente falla este se puede fácilmente sustituir por otro. Si se cae Instagram, puedo vender en mi propia tienda en línea. Si se cae Whatsapp, mis clientes me pueden escribir en mi página Web. Claro, el trabajo necesario para construir este tipo de sistemas distribuidos es mayor que solo tener una página de Facebook y un Whatsapp for Business pero como lo pudimos vivir hoy, el precio de no hacer ese trabajo puede ser devastador.

La prisión que no se puede ver

La palabra prisión convoca muchas imágenes. Puede ser que un persona al escuchar esta palabra visualice a una pantera rondando en una jaula en el zoológico. Otra persona puede imaginarse a Martin Luther King Jr. o a Gandhi escribiendo en su celda. Alguien más puede pensar en Malcolm X. Y otra persona más puede derramar una lágrima al recordar a un ser querido que está tras las rejas.

Todas estas imágenes son fáciles de visualizar. Son muy poderosas. Generan emociones muy fuertes. No conozco a nadie que no le tema a estar en prisión. La idea de perder nuestra libertad es aterradora. Visualizar un prisión no es difícil pero aún así la prisión más maquiavélica de todas, en la que todos estamos prisioneros, simplemente no es visible.

Estoy hablando de la prisión que creamos para nosotros mismos adentro de nuestras cabezas. Las paredes de esta prisión están construidas por nuestros miedos. Estos miedos determinan, al igual que las paredes físicas de las prisiones que ya les mencioné, hasta donde podemos ir.

Si alguno de ustedes no cree en que esta poderosa y sofocante prisión existe tan solo debe pensar en alguien que le tiene miedo a las alturas. ¿Qué tan arriba puede llegar en una escalera? O en alguien que le tiene miedo a hablar en público. ¿Qué tan lejos podrá llevar sus sueños?

Sí, la prisión invisible construida con nuestros miedos es real y está adentro de nuestra cabeza. La buena noticia es que nosotros la creamos y por ende nosotros mismos la podemos destruir.

Una mejor pregunta

¿Qué me va a pasar? es una pregunta que está llena de miedo. Asume que no tenemos injerencia sobre lo qué va a pasar y que de alguna manera somos víctimas de lo que está ocurriendo. Niega la ley de causa-efecto y crea mucho temor.

¿Qué puedo hacer? es una mejor pregunta porque está llena de posibilidades. Nos pone en el centro de la acción y nos fuerza a buscar una solución. ¿Qué puedo hacer? no está construida con miedo, esta construida con valentía y responsabilidad. ¿Qué puedo hacer? es la pregunta que nos debemos hacer para encontrar el camino hacia adelante.

Como evitar volver a tener un día aburrido en tu vida

Nadie se mueve solo por qué sí. Ya sea cuando nos levantamos por una dona o cuando crecemos para obtener un mejor trabajo, siempre hay un incentivo detrás de cada cosa que decidimos hacer.

No sé por qué sea pero los incentivos muchas veces tienen una connotación negativa. Definitivamente muchas personas los ven como algo malo. Cuando el incentivo esta a plena vista la creencia popular tiende a ser algo como “Esa persona es una interesada porque solo está haciendo X para obtener Y”.

Pues la realidad es que todo lo que hacemos todo el tiempo es para obtener algo. Nadie hace nada solo por qué sí. Algunas personas trabajan para sentir seguridad económica mientras que otras lo hacen para sentirse útiles. Algunas personas comen para obtener energía porque son atletas de alto rendimiento mientras que otras comen para calmar su ansiedad. Algunas personas duermen porque están deprimidas y otras duermen para soñar con lo que van a poder hacer mañana. Algunas personas lloran para chantajear mientras que otras lloran para encontrar las fueras de seguir adelante.

No importa que sea lo que estemos haciendo o dejando de hacer, toda acción necesita de un incentivo para existir. Una de las mejores maneras de llegar a conocernos mejor es de vez en cuando preguntarnos, ¿por qué estoy haciendo esto? ¿Cuál es el incentivo que tengo detrás de esto que estoy haciendo? Las respuestas a estas preguntas usualmente revelan mucho sobre qué es lo que realmente es importante para nosotros.

Este proceso es muy poderoso porque conforme vamos descubriendo los incentivos que alimentan nuestras acciones podemos decidir seguir motivándonos con esos mismos incentivos o simplemente cambiarlos. Cambiar los incentivos que tenemos es una de las herramientas más poderosas que tenemos para encontrar motivación continua en nuestras vidas. Entiende cuales son tus incentivos y no volverás a tener un día aburrido en tu vida, jamás.

pd. Feliz día del niño Chris, que siempre sigas igual de incentivado a alcanzar tus sueños.

Construir nuevas habilidades

El tiempo pasa y nuestros roles cambian. Lo que hoy nos toca hacer definitivamente no es igual a lo que nos tocaba hacer hace tan solo unos cuantos años. Claro está que esto aplica a cada una de las diferentes áreas de nuestras vidas: familia, personal, profesional, hobbies, etc.

Definitivamente que lo que nos trajo hasta acá no nos va a llevar para allá. Lo que en épocas pasadas nos funcionó ya no nos funcionará ahora. El mundo esta en constante crecimiento y si hemos hecho bien las cosas lo que ahora nos toca hacer es más complejo que lo que anteriormente hacíamos. Es así como nos damos cuenta que estamos avanzando —con cada paso que damos se nos exige un poco más.

Cuando alguien empieza a correr se le pide que corra 200 metros y que descanse 100. Luego, después de un poco de entreno se le pide que corra 500 y que descanse 100. Después de varios meses de esto la persona podrá correr 10 kilómetros sin parar. Si esta persona quiere correr una media maratón o quiere correr los 10 kilómetros en menos de una hora el entreno sin duda alguna será otro. Será más difícil, más complejo porque la meta es más grande y la persona ya ha avanzado. Que el entreno le exija más es la evidencia de que ha progresado al punto en que ya puede correr 10 kilómetros sin parar.

Lo mismo ocurre en todo lo que hacemos en la vida. Primero desarrollamos la habilidad de sumar 2 2. Años después aprendemos a derivar y hacer integrales. Primero fundamos una empresa con un amigo y cableamos un par de redes. Años después lideramos un equipo de personas altamente calificadas que están convirtiendo los chats de miles de empresas en puntos de venta digitales.

Cada paso hacia adelante requiere que aprendamos nuevas habilidades. Si no estamos aprendiendo no estamos avanzando y esto es muy peligroso porque no avanzar es cómodo y si no tenemos cuidado puede ser adictivo. Así que hoy te recomiendo que te preguntes, ¿que nuevas habilidades he aprendido en los últimos 3 meses? Si la respuesta es ninguna es hora de despertar y aprender algo nuevo para poder seguir creciendo.