Es infinita la soledad y desesperación que podemos llegar a sentir. Cuando nos ensimismamos con alguna situación que no sabemos manejar nos aislamos de los demás y entramos en un abismo en donde creemos que somos los únicos en toda la historia de la humanidad que se ha sentido así.
Las emociones que experimentamos en estas situaciones son varias. Algunas de las más comunes que sentimos son el miedo, la ansiedad, el enojo y la tristeza. Estas emociones llegan a ser tan intensas que olvidamos que somos nosotros los que las generamos y llegamos a creer que nosotros somos la emoción. Se nos hace imposible distinguir entre nuestra identidad y lo que estamos sintiendo. He de ahí que nacen expresiones como “estoy triste” o “me muero del miedo”.
Esta confusión da origen a a la narrativa de que nunca nadie se puede haber sentido cómo nos estamos sintiendo nosotros en ese momento. Después de todo, si cada uno de nosotros es único y al mismo tiempo creemos que somos nuestras emociones, entonces nadie más puede haberse sentido como me siento yo ahora. Mi emoción tiene que ser única.
Afortunadamente esto no es cierto. La verdad es que todos estamos en el mismo barco y es muy bueno tenerlo presente en los momentos difíciles que nos toca vivir. Si estamos en una discusión difícil que nos da miedo hay que recordar que la otra persona también está asustada. Si estamos nerviosos en una entrevista de trabajo por qué negar que el entrevistador también ha de estar nervioso al entrevistarnos. Si estamos bateando en una situación crítica de un juego muy importante y los nervios llegan, qué mejor que recordar que el pitcher esta en las mismas que nosotros.
Nunca estamos solos y nunca estamos viviendo algo que alguien antes de nosotros no haya vivido. En este sentido experiencial no somos únicos. Recordar que pertenecemos a la raza humana y que nuestro dolor es compartido con millones de otras almas en los lugares más recónditos del planeta es reconfortante. Nos hace sentir que pertenecemos a algo más grande que nosotros y que no estamos solos. Cuando vuelva ha llegar el abismo de la soledad, recuerda que todos estamos en el mismo barco.