Vivimos en un mundo que es gobernado por un set de reglas que son inviolables. Hay una cierta consistencia en todo lo que nos rodea que no se puede negar. Nos guste o no, estamos sujetos a las leyes de causa y efecto.
Entender, y más importante aún, aceptar como funcionan estas leyes es indispensable para llevar una vida plena. No importa si hablamos de logros profesionales o calidad de vida familiar, el no aceptar las leyes fundamentales del universo (realidad) es la limitante más grande que una persona puede experimentar. No se puede operar efectivamente en un entorno sin saber cuales son sus reglas de juego.
La realidad está construida sobre la premisa fundamental de que todo es causado por algo más. Por cada acción hay una reacción. Vivimos en un mundo de causa y efecto. Las cosas son como son. Por crudo que suene, así se comporta la realidad y el universo no tiene ningún tipo de interés personal por nadie. Causa y efecto.
Al COVID no le importó que un emprendedor acabará de abrir un restaurante en marzo del 2020 después de haber invertido todos sus ahorros para lanzar el proyecto. A los terremotos no les importa qué miles de niños inocentes sucumban bajo los escombros que causó. No es que la realidad sea malvada. Las cosas simplemente son.
La naturaleza de nuestro universo es impersonal. A su ves es predecible y se puede llegar a descifrar. Lo único que se requiere para obtener todo lo que una persona pudiera llegar a querer es dejar nuestras expectativas por un lado y aceptar la realidad tal y como es.
La mejor manera de navegar el mundo en el que vivimos es entendiendo y aceptando las leyes a las que estamos sujetos. Entender que la realidad – nuestras expectativas = felicidad es el único camino para llegar a vivir bien.
Esta es la verdadera naturaleza de nuestro universo.