Incluso los días largos terminan

Hay ciclos de veinticuatro horas que son más difíciles de manejar que otros. Unos están más cargados, otros menos. Aunque no hay día que no dure veinticuatro horas, sin duda alguna, algunos se sienten mucho más largos que sus hermanos “pequeños”.

Todo es cuestión de percepción. Qué tan largo es un día no tiene nada que ver con la cantidad de horas que tenga (ya en el párrafo anterior quedó definido que todos los días tienen veinticuatro horas), tiene que ver con cómo se interpretan los sucesos que durante ese tiempo ocurran.

La cantidad de actividades que se realicen durante un día no es relevante a la percepción del paso del tiempo. Si se están realizando actividades agradables, el tiempo pasa volando. Por el contrario, si lo que se está haciendo no se percibe como agradable, las agujas del reloj se pueden llegar a paralizar.

No hay dos días en los que una persona haga exactamente las mismas actividades. Todo los días son diferentes. Esto necesariamente implica que habrán muchos días en los que todos tendremos que hacer cosas que no nos gustan. Todos tendremos días difíciles en lo que las cosas no salen como queremos. Estos son los días a los que usualmente se les reconoce como “días largos”.

Pero, incluso los días largos terminan. No hay día alguno que tenga más de veinticuatro horas y las agujas del reloj siempre regresan a las 12:00 para empezar de nuevo.

Mañana, nosotros también podremos volver a empezar de nuevo.

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