Lo que nos causa dolor nos enseña; por más que duela es bueno no darle la espalda y enfrentarlo directamente.
Arreglar lo que nos causa dolor duele aún más, por eso nos resistimos tanto a arreglarlo pero a largo plazo resolverlo es mejor.
Lo que nos causa dolor nos pone a prueba y nos pide que seamos más de lo que creemos ser. Aunque es incómodo, nos ayuda a crecer.
Del otro lado de lo que nos causa dolor están los regalos más grandes de la vida. No vale la pena evitarlos solo porque creemos que no somos lo suficientemente fuertes para poderlos abrir.
Lo que nos causa dolor nos invita a dejar todo tirado y salir corriendo. Rechazar esa invitación es lo que define a los más grandes seres humanos que han pisado este planeta.
Lo que nos causa dolor no es más que un espejo que refleja todo lo que nos aterra. Si podemos enfrentar nuestros miedos, podemos parar el dolor. De esto no queda duda alguna.
Al mismo tiempo, lo que nos causa dolor es real, tan real que a menudo nos paraliza. Pero es cuando estamos paralizados que debemos recordar que somos algo más que nuestro dolor. Somos algo más que nuestros miedos. Somos seres humanos que podemos utilizar el dolor como un peldaño sobre el cual construir nuestros más grandes sueños.