Los miedos más grandes que tenemos usualmente vienen de historias que creamos en nuestras cabezas. Rara vez las cosas son en realidad tan malas como nos las imaginamos. Esto no solo es cierto cuando pensamos en situaciones altamente riesgosas. También aplica en las más triviales actividades de nuestro día a día.
Esta semana he estado prestando especial atención a por qué hay ciertas actividades que me digo que voy a hacer y simplemente no hago. ¿El común denominador qué encontré? Cuando pienso en empezar cada una de estas actividades genero una sensación de incomodidad dentro de mí.
¿Cuál fue el aprendizaje de estar observando mi comportamiento durante la semana? Que 9 de cada 10 veces mi reacción era completamente desproporcionada a lo que en realidad había que hacer. Y esto no es todo. También encontré que mientras más tiempo paso paralizado pensando en lo “terrible” que va a ser hacer lo que sea que me he propuesto, más intensa se vuelve mi sensación de incomodidad —un verdadero círculo vicioso.
¿Qué consejo les puedo dar? Adelante, no es tan malo como parece. No hay nada peor que sentarse a fantasear sobre lo que el cliente te va a decir en esa llamada difícil que necesitas tener. Ese problema que nunca antes has resuelto no se va a resolver solo e ignorarlo hasta última hora lo único que va a hacer es restarte tiempo para poder pensar en la mejor solución. Es reporte que es difícil de cuadrar no requiere de tanto tiempo como tu cerebro, ya en estado de pánico, te está diciendo.
La acción es el mejor antídoto para la parálisis. Ahora es momento de hacer y postergar lo inevitable no ayudará en nada. Esta manera de actuar tan solo alimentará ese monstruo ficticio que está rondando en tu cabeza. Es hora de hacer. El único camino es hacia adelante. No tengas miedo, no es tan malo como parece.