La tecnología nos permite pronosticar el clima por minuto, nos deja enviar mensajes instantáneamente a cualquier parte del mundo y ha extendido nuestra expectativa de vida promedio muchísimo. No es casualidad que en este mundo moderno estemos tan confundidos.
Sí, si no estuviéramos tan apantallados diríamos que la tecnología que hoy tenemos es magia de otro mundo y aunque no lo reconocemos a plena vista, en el fondo creemos que estamos rodeados de maravillas tecnológicas que todo lo pueden. He aquí de donde nace tanta confusión.
Déjenme elaborar. Desde que empieza el día, gracias a la tecnología, tenemos la impresión equivocada de que podemos controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor. ¿Tenemos calor? Prendemos al aire acondicionado. ¿Queremos conversar con nuestros familiares que están al otro lado del mundo? Presionamos un par de veces la pantalla de nuestros teléfonos. ¿Queremos ir al trabajo? Nos subimos al carro o prendemos la computadora. ¿Estamos escasos de comida? La pedimos por el celular. Todo esto es realmente maravilloso —pero debemos tener cuidado.
La falsa sensación de omnipotencia que hemos desarrollado nos está debilitando. Esta confusión (creemos que todo está bajo nuestro control) nos lleva a darnos por vencidos inmediatamente cuando algo no sale cómo queremos. Después de todo, el mundo debiera tirarse a nuestros pies. En lugar de luchar por sobrepasar el obstáculo nos sentamos a hacer berrinche (esto se debiera poder resolver con tan solo presionar un botón).
Cuando la tecnología nos confunde creemos que todo debiera salir como queremos. Cuando la tecnología nos confunde creemos que todo debiera ser fácil. Cuando la tecnología nos confunde nos rendimos y dejamos de luchar. Esto es un error. La tecnología es una gran herramienta pero nunca podrá reemplazar ni la perseverancia ni la voluntad de acero que solo un ser humano puede generar.