Un ritmo lento sin parar

Hay días en que el cuerpo no está en condiciones óptimas para trabajar. Tal vez se está enfermo, desvelado o la presión que se siente está diluyendo el enfoque mental. Las reservas de energía están bajas, el cansancio apremia y la velocidad con qué se pueden hacer las cosas es lenta. Aunque esto no es ideal, es mucho mejor que detenerse por completo. En estas condiciones, bajar el ritmo de trabajo sin llegar a detenerse, lejos de ser una forma de mediocridad, es una señal de fortaleza, perseverancia y compromiso.

Como lo he dicho ya en otras ocasiones, hacer lo que se tiene que hacer cuando se tienen ganas es fácil. Las personas que pueden hacer lo que deben hacer cuando ni las condiciones ni los resultados son los óptimos son las que se llegan a destacar. Las personas promedio simplemente se detienen cuando el viento no sopla a su favor.

La excelencia es una virtud que fuertemente recomiendo desarrollar. También reconozco que ser perfecto y hacer todo lo que se hace con excelencia todo el tiempo es una utopía que ninguna persona puede cumplir. Lo que sí se puede hacer es mantener un alto grado de excelencia cuando es posible y durante los momentos adversos y difíciles lo mejor que se puede hacer es llevar un ritmo lento pero sin nunca llegar a detenerse por completo.

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