Algunos de nosotros queremos ser emprendedores, otros quieren ser médicos. Algunos prefieren la academia y otros los gimnasios. Hay quienes están cómodos bajo la presión empresarial y otros buscan refugio en el santuario de los monasterios. Todo esto es irrelevante, tan solo son sutilezas superficiales. En el fondo, todos queremos lo mismo.
El mundo moderno ofrece opciones casi infinitas de realización. Lo que nuestro corazón anhele, lo podemos obtener. El secreto está en conocernos lo suficientemente bien para identificar cuales son nuestras prioridades y conectar con lo que queremos en realidad.
Las apariencias engañan y todo lo que podemos ver son los comportamientos de los demás. Es imposible conocer sus verdaderos anhelos y aspiraciones. Todo lo que podemos hacer es aproximar cuales son sus deseos en base a sus acciones y palabras. Pero todo esto solo son palabras al viento que al final del día no tienen peso alguno porqué todos queremos lo mismo. Nuestras acciones solo son distractores de la verdad.
Resulta muy difícil creer que todos queremos lo mismo porque cada persona en el mundo con la que interactuamos se comporta de manera distinta. Lo que sucede en realidad es que cada quien se comporta de la mejor manera que puede para al final obtener lo mismo que todos queremos: ser felices.