Aún recuerdo tener diez u once años de edad y sentarme a soñar con lo emocionante que iba a ser mi vida. La intensidad con que quería que llegará “mi futuro” era indescriptible. Quería hacer de todo y ser el mejor de todo el mundo para hacerlo.
Es imposible olvidar la sensación de tener tantos heroes que despertaban sueños de grandeza en lo más profundo de mi corazón. Nada era imposible y en ese momento estaba seguro de que podía lograr hacer todo lo que miraba en las películas y todavía un poco más. Sí de algo no hay duda alguna es que la motivación abundaba.
Hoy, muchos años después las cosas son un poco diferentes pero mis sueños y entusiasmo de niño siguen vivos dentro de mí. Son parte de lo que soy y nada me los puede quitar. A veces soy yo quien por breves instantes los trata de encajonar pero si les soy sincero les debo confesar que mis sueños de niño son indomables y nada los puede apagar.
Estoy seguro que los tuyos tampoco nadie los puede apagar. Lo único que debes hacer es irlos a buscar. Solo están en guardados en un cajón dentro de ti esperando que los vayas a llamar.