El deseo es…

“… Un contrato que haces contigo mismo de no ser feliz hasta que obtengas lo que quieras.” — Naval Ravikant.

El privilegio más grande que tiene el ser humano es ser libre. Y esta libertad incluye la libertad de decidir. Y tener libertad de poder decidir incluye poder decidir bajo qué circunstancias se quiere ser feliz.

Cada instante que una persona no es feliz es por decisión propia. Nunca es por las circunstancias que está viviendo. Es por qué ha agregado su toque personal a la realidad y este toque personal no encaja con la realidad.

Supongamos que el Real Madrid le gana un partido de Champions al Barcelona. Los aficionados del Madrid están felices con el mismísimo resultado por el cual los aficionados del Barcelona están tristes. Lo único que ha cambiado es la decisión que cada uno ha tomado sobre qué quiere que ocurra para ser feliz —en este caso, que gane su equipo.

No creo que haya programación alguna en el ADN humano que dicte que el equipo al que se le va debe ganar para que la persona pueda ser feliz. Me rehuso a creerlo. Mas creo que esto es un comportamiento aprendido. Y todo lo que se aprende se puede desaprender. La misma situación ocurre con todo lo demás que nos “previene” ser felices.

Otro ejemplo. Digamos ahora que tu pareja te deja. Ya no puedes ser feliz. ¡Jamás lo podrás volver a ser! ¿Pero qué ocurre con el paso del tiempo? El deseo por recuperar esa relación se desvanece y decides que ya no necesitas a esa persona para ser feliz. Dejas tu apego. La capacidad de poder ser feliz sin la relación regresa a tu ser. Incluso a lo mejor hasta encuentras otra pareja. Nunca necesitaste la relación para ser feliz. Tan sólo te convenciste que la necesitabas para ser feliz.

Así que ser feliz es una decisión. Es cuestión de decidir qué “necesitas” para ser feliz. Mientras más corta sea la lista de cosas que crees que debes tener para ser feliz, más probabilidades tendrás de tener una vida feliz. Es hora de empezar quitar ítems de tu lista.