El cansancio realmente tiene una mala reputación. Pobre individuo, nadie lo quiere. Pero resulta ser que la mayoría de las veces no es tan malo como lo pintan ser. De hecho, el cansancio en su forma más pura es muy bueno.
El cansancio, cuando es producto de una enfermedad o alguna anomalía física, es una señal de que algo no está bien con el cuerpo y que hay que empezar algún tratamiento. No hay nada malo en esto. Es más, si no existiera esta señal el tratamiento de muchas enfermedades, por poco nocivas que sean, empezaría muy tarde y la sanacion sería más larga y difícil.
El cansancio, cuando es producto de trabajo y esfuerzo es una señal de productividad. Nos recuerda que se utilizó energía en construir algo, en luchar por un objetivo. El cansancio mental y corporal se pueden ver cómo una insignia de honor. Son la evidencia de haberle ganado la batalla a la comodidad y a la inercia que muchas veces hacen prisioneras a tantas personas que ven su vida desfilar desde una cárcel de indiferencia. El cansancio es satisfacción.
Si una persona no experimenta cansancio regularmente es muy probable que no esté logrando mucho progreso en su vida. Crecer como ser humano requiere esfuerzo, mucho esfuerzo. Y realizar esfuerzos es cansado. Si no hay cansancio no hay crecimiento. Este mundo es difícil y subsistir requiere esfuerzo.
Un consejo muy provechoso es cambiar el significado que se le da al cansancio. Si el cansancio se percibe como algo malo y que es producto de haber tenido que hacer algo que no se quería hacer o que no permitió estar en comodidad, no se podrán perseguir las actividades importantes que traen de la mano el crecimiento. Se tendrá una vida difícil.
En cambio, si el cansancio se relaciona con productividad y con un trabajo bien hecho será más fácil perseguir todo aquello que fortalece el cuerpo, la mente y el alma. El cansancio será la señal de que se está logrando progreso y cuando llegue el momento de descansar se podrá experimentar el más dulce descanso por qué estaremos satisfechos de lo logrado.