Durante un día normal cada uno de nosotros juega una infinidad de papeles o roles. Podemos ser padres, hijos, hermanos, líderes, seguidores, gerentes, deportistas, profesores y alumnos. En tan solo 24 horas experimentamos la vida desde mil lugares diferentes.
Una persona no puede ser lo que hace. Alguien práctica medicina. No es doctor. En cada momento estamos haciendo algo diferente —jugamos distintos papeles. Incluso, hay situaciones donde jugamos varios roles al mismo tiempo. Pero hay algo adentro de nosotros que no cambia. Es aquello que experimenta cada instante y que está presente en todo lo que hacemos. Le podemos llamar alma.
Este distanciamiento entre “soy” y “hago” es elemental para poder disfrutar la vida. Dejar atrás la confusión entre quién soy y qué es lo que hago es una de las acciones más liberadores y gratificantes que un ser humano puede experimentar. Es el principio del camino hacia la libertad que tan solo se puede obtener al destruir la identidad que venimos construyendo en base a cada cosa qué hemos hecho desde que éramos niños.