Los impulsos por querer hablar son fuertes en el ser humano. Esto es cierto tanto en el mundo externo como en el mundo interno. Es decir, buscamos hablar con otros afuera y constantemente hablamos con nosotros mismos adentro.
Este impulso dificulta mucho pasar tiempo a solas. Estar en silencio y reflexionar. “Todas las desgracias del ser humano se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación”, escribió Blaise Pascal. Una manera muy elocuente de describir el predicamento.
El control sobre el impulso de siempre querer hablar abre las puertas a una manera fenomenal de cómo vivir la vida. Escuchando.
Escuchar de manera activa, tanto afuera como adentro, permite descubrir todas las maravillas que pasan desapercibidas cuando estamos tratando de hablar todo el tiempo. Y aún hay más. Con bastante práctica se puede llegar a escuchar el silencio. Y es en este silencio que se pueden encontrar las respuestas más importantes en nuestras vidas.