Hay muy pocas cosas que disfruto en la vida tanto como un buen café. Un espresso intenso, de tueste obscuro y un poco de acidez. Preferiblemente café de Antigua.
El latte es una de mis bebidas favoritas y no me creerían cuantos me solía tomar todos los días. Algunos en la casa y muchos otros en reuniones o cafeterías. Debo confesar que en ese momento de mi vida llegué a tener un problema con el café.
Era adicto. Me despertaba a las 5:00am no para empezar mi día con entusiasmo. Me despertaba alas 5:00am con un dolor de cabeza fuerte por qué NECESITABA tomar café. Era dependiente de la cafeína.
Esos días ya quedaron atrás y no le desearía ni a mi peor enemigo tener que pasar por el proceso de desintoxicación de la cafeína. Realmente fueron cuatro días nefastos que aunque quisiera, nunca podré olvidar.
Como se podrán imaginar tengo todo lo necesario para preparar café de todo tipo en mi casa. Así que es natural que más de alguno de ustedes se esté preguntando en este punto de la historia, ¿qué ha pasado ahora que este “cafeinomano” en rehabilitación ha estado en cuarentena durante más de 28 días con su cafetera prácticamente al lado de su cama en la casa?
Pues orgullosamente les puedo contar que estoy tomando la mitad de café comparado a lo que venía tomando después de la desintoxicación. Estoy tomando 2 lattes al día, cada uno con un solo shot de 1oz. Antes usaba 2 shots (doble shot) por cada latte.
Es increíble creerlo pero hay algo maravilloso que he descubierto en todo este proceso de aprender a medirme con al café. Descubrí que hay una solo cosa en el mundo que puede ser mejor que un buen café: Un buen café que te tomas por que lo quieres disfrutar y no por que necesitas otro poco de cafeína.